Así se manipula a un Policía

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Fuente: Pete Linforth en Pixabay
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La figura del cacique es como la tortuga sobre el poste, nadie sabe cómo llegó hasta la cima y nadie sabe cómo se sostiene. En realidad no se sostiene sola, hacen falta muchos lacayos que estén dispuestos a no dejarla caer para que a quienes les corresponde estar sobre el poste por pleno derecho, los líderes, nunca lleguen.

Si la semana pasada hablábamos de caciques y cortijos, hoy vamos a mencionar cómo se sostienen los cortijos y cómo consiguen los caciques que los mantengan en el cacicato. Para ello haremos referencia a un hilo de Twitter de Jaime Berenguer que no tiene desperdicio, Jaime es el diputado “díscolo” (de la Asamblea de Madrid) y lo es porque su compromiso es con el espíritu crítico y con el conocimiento, con la verdad basada en hechos objetivos frente a creencias, hasta el punto que si tiene que llevar la contraria a sus jefes, no dudará en hacerlo. Es doctor en psicología política y profesor de la Universidad Autónoma de Madrid. Se trata de un hilo temático sobre cómo se consigue disociar a la Policía frente a la sociedad y transformar una institución imparcial en una organización sectaria al servicio de una tiranía.

Hay diferentes clases de tiranía, el caciquismo es una de ellas y lo es al servicio de sus propios intereses, los de su cortijo, lo políticamente correcto a menudo es otro tipo de tiranía, en este caso viene dado por la figura del “ofendido” que explota el victimismo, muy en auge en una sociedad infantilizada en permanente búsqueda de reputación social. Tiranías pueden llegar a ser la disciplina interna de los partidos políticos y de las universidades, la religión cuando se transforma en secta; una ideología como el feminismo puede llegar a ser una clase tiranía cuando se transforma en hembrismo y deja de ser un sistema de creencias que defiende a la mujer para transformarse en un medio que pretende destruir a la familia. El propio Twitter puede ser un sistema tiránico cuando protege a caciques que explotan el rol de víctima.

El cacique policial necesita agentes permeables a la manipulación, para construir motivaciones en su mente en contra de un chivo expiatorio, lo hará creando conciencia de grupo y señalando a un enemigo externo. Esto es muy viejo en la psicología social, tan viejo que apesta a rancio, pero todavía funciona, para ello creará una conciencia disociada de la sociedad, de modo que el Agente dejará de trabajar para su familia, sus amigos y para sus vecinos; pasará a ser una herramienta de la autoridad.

Tras disociar entre el “ellos” y el “nosotros”, habrá una segunda fase de reconocimiento de símbolos de identificación, en que se vinculará al enemigo y a “los nuestros” a símbolos, por ejemplo una ikurriña será sinónimo de una bandera etarra y el idioma euskera y el catalán se diferenciarán del español. Grave error, el euskera y el catalán son idiomas españoles pese a quien pese y la ikurriña representa a la totalidad de los vascos.

La misma lógica ocurrirá con la bandera de España, con la figura del Rey y con el himno nacional, todo ello será asociado a una parte “ultra” de los españoles y disociado de la totalidad. Concretamente a “los que no tienen el carné de demócrata y son opresores de demócratas inocentes”. De esta forma se habrá creado un sentimiento de identidad con la supuesta víctima (demócratas) y de rechazo con el supuesto agresor (todo lo español). Lo siguiente sería que el Policía se avergüence de sus símbolos y empatice con las inocentes víctimas demócratas, en Cataluña lo consiguieron el 1-O con una parte de los Mossos.

Dentro de la Policía habrá división, por un lado, los “demócratas” (obedientes) y por otro lado los “reaccionarios” (críticos). Los primeros serán recompensados y los segundos aislados. Sirva el ejemplo del Inspector Jefe de Barajas que decidió sustituir sus carencias técnicas por “habilidades sociales”, dando cobertura al ministro Ábalos en el recibimiento de Delcy Rodríguez. Ha sido aprobado para comisario tras haber suspendido ocho veces por sus propias capacidades, así escala la tortuga al poste y veremos cómo la sostienen. Los ascensos, los puestos de trabajo y las prebendas son lo que mantiene engrasado el sistema, sabemos de algún jefe de policía conocido por su afición al descongestivo colombiano que, si no fuera por este sistema de control, habría acabado hace tiempo en un calabozo.

La técnica del pie en la puerta es una conocida técnica de persuasión de Cialdini que pretende conseguir un gran compromiso a partir de un pequeño acto positivo, todo comienza por la orden de pedir el DNI a un ciudadano en una situación que no procede. Para el policía es más fácil cumplir esa orden y “evitar problemas” que no hacerlo, el coste de la acción es mínimo. Debajo subyacen dos mecanismos psicológicos: el compromiso (1) y la reducción de disonancia (2).

El compromiso público hace que, al ejecutar un acto (pedir el DNI), nos comprometa con esa causa y dejar de hacerlo una vez iniciado implicaría reconocer un error. Ya hay que ir hasta el final incluso aceptando las consecuencias negativas que ya conocemos si la situación escala y el compromiso se hace mayor.

Según la situación empeora ante la reticencia del identificado, el coste aumenta y la potencial consecuencia negativa también, pero aumenta la persistencia en un acto que inicialmente tenía un pequeño impacto y se crea un bucle. En este momento ya deja de ser una iniciativa policial que obedece a una orden y pasa a ser una causa colectiva, ya no es una decisión del policía obediente, es un acto que requiere apoyo y la causa del cacique se ha colectivizado.

La reducción de disonancia es el otro mecanismo psicológico que se produce en el agente. Consiste en mantener un equilibrio entre lo que hacemos y lo que pensamos, la consecuencia implica modificar una decisión o modificar una creencia. O cambiamos el comportamiento o cambiamos lo que creíamos para que ambos estén alineados y no haya disonancia.

La disonancia se reduce a menudo invocando al principio de autoridad. – Si no estoy de acuerdo con pedir el DNI a alguien que lleva una bandera de España, entonces digo que “es una orden de mi jefe” y eludo mi responsabilidad. Esta situación psicológica se llama de “estado agéntico” y se describe en los experimentos sobre la obediencia de Milgram. El estado agéntico permite inhibir la disonancia, pero se basa en una falacia, porque la Policía no se debe al principio de obediencia debida, se debe al principio de responsabilidad y la obediencia debida solo está destinada a sostener a la tortuga sobre el poste y al cacique en su poltrona.

Berenguer en su hilo narra un ejemplo:

Esta técnica la utilizaron con los pilotos norteamericanos en Vietnam. Para conseguir pequeños aumentos en la ración de comida les hacían firmar una carta donde criticaban la política estadounidense, al final el piloto acababa adoctrinado por reducción de la disonancia.

En definitiva, el piloto se veía en una situación en la que para conseguir algo vital como es comer, tenía que elegir entre no comer o criticar a su gobierno y reducir esa disonancia culpándose a sí mismo como traidor o acusando a otros por lo que eligió lo segundo.
Imaginemos ahora que, para mantener tu puesto y tu turno, tengas que llevar a cabo una conducta parecida donde tienes que elegir entre ser aislado e identificar a quien te manda tu jefe. Al final, sin pretenderlo y sin darse cuenta, el agente se ha metido en una situación sin salida haciendo algo que no debe, justificándolo y sometiéndose la autoridad, aun sabiendo que lo que hace es injustificable.

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En Una Policía para el Siglo XXI defendemos el liderazgo sobre la poltrona, el guerrero frente al mercader, al crítico sobre el lacayo, al conocimiento sobre la doctrina. Queremos líderes en lugar de inútiles y el sentido crítico de nuestros policías es la base para que las tortugas no lleguen a trepar a lo alto del poste como los monos ni se sostengan en caso de llegar, dejando el poste libre para que los líderes ocupen el lugar que les corresponde y no sean aislados en puestos de segunda y tercera línea.

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