Síndrome ODAC: los peligrosos efectos de gestionar “malas noticias”

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ODAC es el acrónimo institucional de las comúnmente denominadas oficinas de denuncias. Se trata de unidades atención al público donde agentes policiales se encargan de recibir y dar trámite a los hechos delictivos expuestos por los ciudadanos.

La inmensa mayoría de estas declaraciones están relacionadas con ilícitos que los agentes tratan de catalogar acorde lo contemplado en el Código Penal bien sea para iniciar una investigación o para dar cuenta a la autoridad judicial. Otras tantas, constituyen resolución de dudas legales, trámites burocráticos… Por regla general, se trata de casos donde la persona que acude a dependencias adquiere la figura de víctima y expone lo sucedido ante un policía o guardia civil. El funcionario debe encargarse de darle curso a lo denunciado formando parte de la primera pieza del engranaje de la policía judicial.

Pero al margen de lo estrictamente operativo y ceñido a cánones establecidos se encuentra el plano personal. Concretamente, hay pocos estudios  (o ninguno) que se centren en el plano psicológico de aquella persona que se encuentra bajo el uniforme y que durante el desarrollo de su jornada laboral se impregna de decenas de malas noticias que impactan de manera directa sobre su conciencia. La profesionalidad desafía a estos hombres y mujeres a digerir tragedia tras tragedia durante horas sin que ello les afecte anímicamente. Sin embargo, en la realidad es complicado tener un pleno dominio y control sobre la mente humana. En un momento dado, lo que parecía un ejercicio laboral podría llegar a invadir el terreno personal y si a ello le añadimos factores de la vida privada de cada podría derivar en un peligroso cóctel emocional. De este modo, los agentes que se exponen de forma continuada a este tipo de declaraciones podría llegar a afectarles directamente pudiendo incluso perder el control sobre la gestión de sus emociones y enfermando.

Que si unas lesiones, que si un robo de teléfono de alta gama con información personal, que si una mujer víctima de violencia de género, que si una ocupación, agresión sexual, acoso o incluso una muerte… Todo lo que en un principio se tiende innatamente a normalizar, sin duda tiene en común que son hechos que nos preocupan, causan malestar e incluso estrés. Todo ellos forman un conglomerado que mantenido en el tiempo puede convertirse en una bomba de relojería difícil de desactivar.

El denunciante ve al policía como un confidente al que va a relatar hechos íntimos e inconscientemente se le exige un mínimo grado de empatía. Incluso en ocasiones pueden surgir situaciones donde se trate de trate de inmiscuir al agente en el asunto planteándose sobre la oficina cuestiones como: ¿Usted que haría? ¿Me entiende?…

Es inevitable no mostrar signos de preocupación ante la exposición de relatos en primera persona sobre fatídicas experiencias, pero velando por la salud mental, es recomendable que el agente en servicio (de hacerlo) dosifique este goteo de malas noticias en su justa medida. En caso de no logarlo, esta reacción innata agravada puede derivar en una espiral de pensamientos negativos, distorsión de la realidad y generación de imágenes desagradables fácilmente incontrolables que envenenarán el subconsciente y se anclarán de forma enfermiza. Un extremo que puede detonar el bautizado como Síndrome ODAC.

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Por naturaleza humana es normal preocuparse. Todo el mundo se preocupa por algo, unos en mayor o menor medida que otros. Pero excederse en el grado de preocupación puede derivar en un estado de ansiedad, tensión y estrés. En el caso de agentes destinados en oficinas de denuncias puede darse el caso de trabajadores que se implican emocionalmente demasiado y pierdan ese “poder” de controlar lo incontrolable porque, simplemente, no está en sus manos y no son máquinas. Sí lo es realizar una impecable instrucción para la remisión del atestado a la autoridad judicial pero no solventar los problemas que por naturaleza humana se desencadenan en nuestra sociedad. Este cúmulo y gestión de consumo de desgracias ajenas también puede derivar en una depresión y nefastas consecuencias si a ello se unen otros factores de la vida personal de cada uno.

Por todo ello, es necesario que las instituciones ofrezcan formación a los agentes para controlar este tipo de estímulos negativos que les rodean. También que generen un entorno seguro, con tiempos de descanso/desconexión entre declaraciones y con una gestión del tiempo de trabajo eficaz implantando sistemas como la cita previa para la recepción de denuncias como así ha sido reciente por parte de la Guardia Civil y siguen sin implantarse en Policía Nacional pese a las múltiples demandas de asociaciones, sindicatos y ciudadanía. Si a estas propuestas le unimos una buena formación profesional los agentes podrían disminuir el riesgo de sufrir una enfermedad psicológica y desempeñar su trabajo de forma más eficiente.

Autor: Jose María Puig

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