Marlaska, un ministro acabado e inquisitorial

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Columna de Ricardo Magaz en h50 Digital Policial. “CRÓNICAS DEL NUEVE PARABELLUM”

Fernando Grande-Marlaska nació en Bilbao en 1962. Entonces se llamaba Fernando Grande Gómez. Luego cambió los apellidos por Grande-Marlaska, más euskaldunes. Sus razones tendría. Sin problema.

Lo que a mi juicio si resulta un problema, porque afecta gravemente a la seguridad pública, es que este señor, políticamente amortizado, siga “okupando” la cartera de ministro del Interior, con lo que está cayendo todos los días en las calles y en nuestras fronteras del sur.

Silbidos y abucheos

Asistí el mes pasado al acto central de la patrona de la Guardia Civil. Marlaska leyó su discurso. ¡Absolutamente patético! Y me quedo corto porque tendría que buscar un adjetivo grueso y no es necesario zaherir. No se le entendía apenas nada, titubeaba a menudo, la dicción era penosa y se equivocaba a cada párrafo.

A pesar de mi nefasta opinión del ministro no le deseo, como es natural, ningún mal en el plano estrictamente personal. Con todo, daba la impresión de que, o estaba medicado o padece algún problema cognitivo. Otra malicia sería impensable en un exjuez con ambición política y coche oficial. Recibió, en todo caso, silbidos y abucheos de un público que no se dejaba manipular.

Mordaza a la libertad de expresión

¿Y por qué? Me refiero a las protestas, no a la torpeza en el discurso.

Acercamiento lacayo de asesinos etarras al lado de sus casas, pasividad vergonzosa ante los homenajes públicos a los terroristas que salen de la cárcel, maquillaje tramposo de las estadísticas de criminalidad para ocultar la inoperancia, mordazas inquisitoriales para tratar de acallar la libertad de expresión de quienes están dejando en evidencia su política desastrosa, mentira tras mentira en cada telediario para justificar lo injustificable…

¿Es necesario seguir? Se irá con deshonor.
(*) Ricardo Magaz es profesor de Fenomenología Criminal en la UNED, ensayista y miembro de la Policía Nacional (sgda/ac)

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