La Santa Faz y las guerras: palabrería

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Conocí a Joaquín Sabina  cuando empezaba a cantar con Alberto Pérez y Javier Krahe en aquel bareto que dio nombre al disco: La Mandrágora. En su canción del cromosoma, hacían una crítica feroz de la superchería de todas las religiones. No se encomendaban a una santa paloma, ni a tripa de Lutero ni aún de Buda. Su afirmación esencial era: prefiero caminar con una duda que con un mal axioma. El mal axioma eran, evidentemente, los paraísos, los cielos, los infiernos, las huríes, los ángeles y los ríos en verdes praderas contemplando, extasiados eternamente, a un señor de barba blanca. Eso si nos salvamos porque si vamos con Satanás, condenados, nos joden para siempre. Un aburrimiento porque la eternidad es aburrida, por inexistente, para todos. Lo mismo si contemplamos al de la barba blanca que si nos pinchan varias veces al día con el tridente en la caldera de aceite hirviendo porque a todo se acostumbra uno.

Aristóteles, el maestro indudable, entre tanta filosofía de la naturaleza y tanta metafísica, tuvo una afirmación genial: la naturaleza humana tiende al bien. Eso, mi madre, con su sabiduría andaluza lo traducía con claridad: a todo el mundo le gusta lo bueno.

Como el hombre no quiere morirse, es inseguro, tiene miedo, dolor, enfermedad y soporta putadas de todos los colores en la vida  – el infierno son los otros, decía Sartre-, necesita algo a lo que agarrarse, aunque sea un clavo ardiendo o una mentira que todos hemos acabado creyendo alguna vez y de la que algunos nos hemos desembarazado con sangre, sudor y lágrimas.

El grandísimo Ludwig Feuerbach lo dijo con claridad: No es Dios el que ha creado al hombre, es el hombre el que ha creado a Dios. Se lo ha inventado  – Freud insistía en lo mismo- como remedio a su neurosis de inseguridad porque necesita vivir “colgado “ de algo. Religado, colgado, de ahí la palabra religión como bien explicaba el cura jesuita y filósofo Xavier Zubiri en “Naturaleza, historia y Dios”.

En el negocio de Dios hay mucha pasta, decía Woody Allen y a él se han aplicado a lo largo de los siglos curas, obispos, chamanes, ayatolás, pastores, visionarios y santones de todos los pelajes. Si intentáramos hacer una lista, nos saldrían tres enciclopedias gordas. Todos son depositarios de la voluntad de ese Dios todopoderoso al que nadie ha visto nunca, todos son sus intermediarios y todos disfrutan del poder  – y la buena vida- que da el ser paso obligado a persona tan importante. Di una vuelta el jueves por el montaje de la Santa Faz: los políticos con cañas, con el blusón negro y el pañuelo de cuadros a la cabeza de la manifestación religioso-mundana. Los curas con sus ornamentos también a la cabeza porque en los actos litúrgicos mandan ellos y los políticos miran. La gente disfrutando con las cañas, y andando a pasar el día con buena comida y bebida.

No me sorprendió  – es el grito de combate de esta fiesta- que el obispo, él también en su palacio, sin preocuparse del precio de la gasolina ni de la luz ni de los niños coñazos que están todo el día dando la lata y jugando con el móvil y matando marcianos con la play, sin dar golpe- que  Munilla centrara su sermón en que “hay que pedir misericordia” – conforme al eslogan de la fiesta, faz divina misericordia-. ¿De qué, por qué y a quién? Enlazó el obispo, sin decirlo expresamente, con la vieja teoría de la sumisión: somos un género humano corrompido por el pecado, salvados de una manera increíble e injustificable – un Dios que manda a morir a su hijo para no se sabe bien qué y para quedarse a gusto y descansado con todos redimidos- y, como somos basura, necesitamos misericordia. Justicia no, equidad tampoco, progreso menos que es dañino, necesitamos misericordia o sea, necesitamos depender de quien nos la da y de quien es el intermediario para que nos la den. Pura verborrea, pura palabrería. Una estafa que diría Voltaire, ese genio de la Ilustración francesa que los Borbones no dejaban entrar aquí porque les iba el pescuezo en ello.

Prometí la semana pasada que hoy escribiría sobre ese misterio insondable que es “la reliquia de la Santa Faz de Alicante”, un cuadrito de gusto muy dudoso al que la gente se entrega arrobada y creyendo que va a conseguir algo. La fiebre de las reliquias es muy antigua  – de nuevo remito a mi maestro Juan Eslava y su obra sobre El fraude de la sábana santa y otras reliquias-. Todo el mundo perseguía el santo grial, el “lignum crucis”, la lanza de Longinos, el paño de la Verónica y hay decenas de todos esos restos esparcidos por el mundo sin que conste la autenticidad de ninguno. Todos somos supersticiosos y creemos que tocando un trozo de la corona de espinas de Jesús de Nazaret no vamos a enfermar, vamos a ser más guapos, no nos quedaremos calvos y nos tocará la lotería el 22 de diciembre. Vean el mercado persa de Lourdes o de Fátima si tienen dudas y quieren solventar el problema para siempre.

Aunque sea imposible desmontar un mito arraigado en la conciencia popular, cuyo arraigo defienden denodada e interesadamente personajes públicos desde hace muchos años  – políticos y curas que procesionan fervorosos y luciendo todos los capisallos imprescindibles de su condición. Es imposible desmontarlo y yo no tengo el menor interés, que cada uno crea y se someta a lo que quiera.

A pesar de las reliquias y las fiestas paganas cristianizadas desde  Constantino…¿Cómo escribir en esta situación mundial de otra cosa que no sean las guerras que hay montadas?

Ya se nos ha olvidado la guerra ucraniana donde los rusos han plantado la bota para no sacarla en una imitación de los zares por pare de Putin. Esa guerra languidece como si ya no fuese importante. La tercera guerra mundial continúa y podemos dar, como inicio de ella como ya hice en anteriores artículos, el 11 S de las Torres Gemelas.

Ese día, los americanos, se dieron cuenta de que ellos, expertos en recorrer el mundo imponiendo su orden y sus flotas y sus regimientos destacados lejos de América, también podían ser víctimas. Al Qaeda, ahora ramificado en decenas de grupúsculos que llevan su sello y buscan implantar la Sharía como ley única y  universal, atacó al emblema de la civilización occidental  y hoy, el demonio es personificado en occidente y atacado en cualquier sitio, a cualquier hora y de cualquier forma, con lo cual la defensa es casi absolutamente imposible.

El avispero del llamado Oriente Medio se ha incendiado mucho más de lo que estaba aunque lleva así cuatro mil años. Año arriba año abajo. Desde que los israelitas  – lean la exquisita novela de mi amiga Carmen Posadas “Licencia para espiar”-, contrataron a Rahab, una prostituta de Jericó para que les ayudara a conquistar aquella primera ciudad – la del cuento de las trompetas que derribaban murallas y detenían el sol para que terminaran la faena de conquistar-, sin contar la primera incursión unos siglos antes de la mano de Abraham, existen los problemas territoriales y de relación de los judíos con los palestinos. Ese enfrentamiento y la posterior dominación judía  – con americanos y muchos más ayudando- son esgrimidos siempre para cualquier atentado islamista. He ahí el mecanismo terrorista por excelencia: la dinámica acción-reacción. Ustedes golpean, o viceversa, y eso me autoriza a mí a golpear y siempre, cada uno, argumentará que la suya es una violencia indeseada y de respuesta a otra violencia previa que se ha ejercido sobre él. He ahí el cuento de nunca acabar.

Miren ahora: Hamás  – grupo terrorista- golpea a Israel, mata a mil doscientas personas y coge a casi trescientos rehenes. Israel golpea mucho más fuerte  – comete clarísimos crímenes de guerra- y mata a más de treinta y tres mil personas en Palestina. Se enfrenta a todo su alrededor y bombardea el Líbano y Siria. Allí vive  Hizbulá  – el partido de Dios, que ya es ridículo que Dios tenga un partido- y mata a un general iraní pues Hizbulá, en tanto que proiraní, ayuda a Hizbulá de todas las maneras.

Ya tenemos el avispero mucho más que revuelto. Irán  – no olvidemos que es potencia nuclear y potencia islamista- responde enviando cientos de drones explosivos a Israel y decenas de misisles. Isarel ya ha anunciado que responderá en su momento. Los americanos se reafirman en que ayudarán a Israel pese a todo y de todas las maneras. ¿Alguien cree que esto no es una guerra en toda regla?  Ya verán cuando suba el petróleo con una escalada parecida a la de 1973, cuando la Guerra del Yon Kipur, que tuvo lugar en un territorio mucho más reducido, en los altos del Golán y la península del Sinaí. Ya tenemos a Irán por medio, que no estaba en aquella.

En la santa faz, oí como pedían por la paz en el mundo. Otra falacia. La historia del mundo no es sino la historia de sus guerras. Lo que hay fuera ya lo sé, mira los unos contra los otros, decía Miguel Delibes. En todas o en casi todas también hay  Dioses, uno u otro de ellos, por  medio.

  1. Señor, llévame pronto. Tal y como está el panorama. Ni siquiera sé si me va a dar tiempo a presentar en el Real Casino Liceo de Alicante el día 26 mi “357 Magnum. Por ti me juego la salvación
Manuel Avilés

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