La Policía Nacional carece de protocolo para prevenir los suicidios

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El suicidio de una persona a la que se ha conocido, o con quien se ha tenido relación cercana es una de las noticias que más impacto emocional nos puede causar; y con secuelas de por vida para sus familiares más cercanos.

Cerca de 800 000 personas se suicidan cada año en el mundo, sin ir más lejos es la tercera causa de muerte para los jóvenes de edades comprendidas entre los 15 y los 19 años según la Organización Mundial de la Salud.

“Confieso que me ha costado escribir este artículo pues tengo muy reciente todavía grabado el recuerdo de un compañero y amigo, con el que ingresé en la policía hace 27 años, con quien tenía y mantuve permanente contacto a lo largo de los años, con una gran relación personal y tras superar juntos, recientemente, un duro proceso selectivo de ascenso que duró 31 meses, decidió dejarnos.

El mazazo todavía me dura; estaba casado, con hijos, en la flor de la vida, acababa además de conseguir el sueño de su vida a nivel profesional; un hombre afable, extraordinario profesional, educado como el que más, sensato, culto y con quien daba gusto compartir momentos de conversación por su calidad humana, empatía y sinceridad; era lo que se conoce como un buen tipo, que merecía mucho la pena como persona, que inspiraba y transmitía confianza, lo tenía todo para ser y hacer feliz a los demás, y sin embargo inexplicablemente decidió dejarnos…trágico”.

La mayoría de los ciudadanos, en muchas profesiones, por suerte, no conocen a nadie que haya decidido voluntariamente acabar con su vida, salvo que seas policía, guardia civil o funcionario de prisiones; en donde la gran mayoría tenemos referencias, desgraciadamente, de uno o más compañeros que se han visto superados por los acontecimientos y han tomado esa tan aciaga como triste letal decisión.

El Día Mundial para la Prevención del Suicidio, ha servido para comprobar cómo en las fuerzas y cuerpos de seguridad queda aún mucho por hacer en la prevención y lucha contra el suicidio, pues nadie duda que somos un colectivo de riesgo, al disponer de medios letales eficaces y condiciones de trabajo cambiantes, además de la jerarquización de estos cuerpos:

En el seno de los Mossos de Escuadra, cuando ocurrió el atentado de las Ramblas, todos los que participaron en el dispositivo, tuvieron una entrevista posterior con personal cualificado de asistencia psicológica que en algunos casos duraron mas de 40 minutos; igualmente la Guardia Urbana de Barcelona cuenta con un protocolo oficial a estos efectos.

En la Guardia Civil, existe el Plan de Prevención de conductas suicidas que recibe pésimas críticas por parte de las asociaciones profesionales del sector que lo califican abiertamente de obsoleto y poco eficaz; aunque es de reseñar que el 5 de octubre de 2015 se firmó entre la Dirección General de la Guardia Civil y la Asociación Internacional del Teléfono de la Esperanza, un protocolo de colaboración entre ambas instituciones que continúa en vigor.

Así, también se puede asegurar, con rubor, que en pleno siglo XXI, en la Policía Nacional de España, país que pertenece a la Unión Europea, no existe ningún protocolo de Prevención de Suicidio, han leído ustedes bien: ninguno.

Existe, solamente, y desde hace años, una mesa de estudio dentro de la Prevención de Riesgos Laborales, constituida a tal efecto, pero a día de hoy, la Dirección General de la Policía, en el año 2020, ha sido incapaz todavía de institucionalizar texto alguno en forma de protocolo oficial que disponga medidas preventivas, de formación, asistenciales, de detección, seguimiento o ayuda, que ayude a combatir el suicidio de los policías nacionales, y de sus familias, increíble, pero cierto.

Y eso que estamos hablando de uno de los colectivos más golpeados por esta lacra, así, el que se pueda asegurar que actualmente no se disponga de un protocolo que permita dotar de los medios económicos, formativos y de recursos humanos necesarios e imprescindibles para atajar el drama del suicidio en la Policía Nacional debería sacar los colores a quien corresponda, por la vergüenza ajena que causa semejante dejadez. Urgen menos reuniones estériles y más soluciones urgentes, pragmáticas reales y objetivas. Tal parecía que por los distintos responsables de la Dirección General de la Policía se esté imponiendo una política de tapar el problema o de “no llamamiento”, política errónea a mas no poder según todos los expertos consultados.

Por tanto, esto debe llevar a establecer, a la mayor brevedad, protocolos de vigilancia y cuidado, de prevención y de formación específica desde las academias de formación para el ingreso, tanto en Baeza como en Ávila, y durante todos los procesos selectivos de promociones de ascenso.

Este protocolo debe llevar anexo el desarrollo de sus reglamentos correspondientes, que especifiquen detalladamente la dotación de personal especializado y cualificado necesario, con un número de teléfono de asistencia y atención gratuita 24 horas; y que asegure el anonimato total de las personas atendidas que acuden presencialmente a solicitar auxilio, incluidos los familiares.

Además, debiera de revisarse la norma protocolaria de entrega del arma obligatoria, en los casos de baja médica del código 300, pues según indican varios expertos podría ser contraproducente; en este sentido aconsejan que debemos ser conscientes que cuando tengamos un problema, que nadie nos quite el derecho que tenemos, a tener ese problema.

Es preciso señalar, que existen señales previas, como determinadas frases, actitudes, e indicadores de alarma, y que todo ser humano tiene momentos de debilidad, que conlleva el pedir ayuda sin miedo alguno ni complejo, alargar un sufrimiento emocional no tiene sentido cuando se puede tener -y se tiene- solución. Es necesario buscar una red continente: personas que nos puedan y nos van a ayudar en esos difíciles momentos. Se precisa crear e incentivar una concienciación colectiva sobre que el pedir ayuda no es negativo, al contrario, es muy natural, necesario e imprescindible en estos casos.

Los números son alarmantes; en el caso de la Guardia Civil, se barajan cifras sobre la tasa de suicidios consumados que alcanzan los 16 casos por 100.000 habitantes; sólo en 2019, 9 casos; que es lo mismo que señalar la terrorífica cifra de un suicidio al mes desde el año 2000, cuatro puntos por encima que la media de la población.

En la Policía Nacional entre el 2000 y el 2018 hubo 160 suicidios

En la Policía Nacional entre el 2000 y el 2018 hubo 160 suicidios, en el año 2019 se suicidaron 9 policías nacionales en activo y 2 jubilados; con lo que podríamos hablar en 20 años de la terrorífica cifra de 170 suicidios, 170 proyectos de vidas rotas, 170 familias destrozadas de por vida; y estigmas psicológicos para sus huérfanos y viudas para siempre. Y eso hay que combatirlo y luchar denodadamente por cambiar las cosas, y algunos, no pocos, lo vamos a hacer.

En este sentido es de destacar y aplaudir a las varias asociaciones de ayuda psicológica para Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y Fuerzas Armadas que existen y que se dedican a ayudar a todos aquellos compañeros que pasan por situaciones difíciles y que necesitan ayuda psicológica, en este sentido están trabajando, entre otras, VIVE CNP, ANGELES DE AZUL Y VERDE y ZERO SUICIDIO POLICIAL, entre otras. Todas ellas en solitario, sin ayuda alguna ni apoyo institucional de ministerio o administración alguna.

También es de destacar el compromiso en la divulgación de todo lo relacionado con la prevención del suicidio de otras entidades no oficiales, como la página web, líder indiscutible en seguridad pública y privada, h50 y un grupo privado en internet, Primavera Española, en una conocida red social, que aglutina a más de 15.000 miembros, y que también están volcados con combatir esta lacra.

Debe de saberse que estas asociaciones, están integradas en su mayoría por compañeros policías y guardias civiles, que en sus momentos libres, dedican su tiempo, de forma altruista, desinteresada, sin retribución alguna, y sin ánimo de lucro a ayudar a otros compañeros a salvar su vida; no estaría de más, que el Ministerio de Interior tomara nota y se planteara el organizar y rendirles un merecido homenaje para todos sus integrantes, además de un reconocimiento institucional en forma de condecoración oficial o medalla, se lo merecen, estos sí que se lo merecen, bravo por ellos, y desde aquí deciros, por vuestra impagable labor, desconocida por muchos: !!gracias compañeros¡¡.

Hablando de suicidios, todavía retumban, las palabras del presidente Pedro Sánchez “Me quiero referir al caso de Igor González Sola, el preso de la banda ETA que se suicidó la semana pasada en la cárcel donostiarra de Martutene y, antes de nada, quiero decir algo obvio: lamentar profundamente su muerte. Lo lamento».

Cada cual se expresa como quiere, y por eso, en este asunto, el de un suicidio, decir que hay muchas personas, entre las que me incluyo, que no lamentamos nada, en absoluto, la decisión personal de acabar con su propia vida de este terrorista, que colaboró, entre otros actos cobardes y sinsentido, con el comando etarra que asesinó vilmente, con disparos en la cabeza -cuando estaba maniatado y arrodillado- a Miguel Angel Blanco; es más, me incluyo entre los miles y miles de policías, guardias civiles y ciudadanos en general, cuyo único lamento es que este miserable no se hubiera suicidado antes, eso si que es de lamentar, hubiera evitado muchas vidas inocentes, y sufrimiento a sus víctimas.

No conviene olvidar que ETA, es una organización criminal terrorista que causó la muerte de cerca de 1000 víctimas, y que ha sembrado únicamente dolor, muerte, miedo y barbarie, y las víctimas del terrorismo deben y tienen que ser respetadas, y con este tipo de declaraciones no parece que así sea.

Y estas líneas no están basadas en la ideología, rencor u odio, sr presidente, sino en la memoria personal: como policía estaba destinado en Navarra cuando el 30/05/2003 ETA asesinó en Sanguesa a Julian Embid Luna y Bonifacio Martin; les conocía, estuve en la capilla ardiente, estuve allí; vi los ojos de sus viudas y huérfanos y huérfanas, también asistí a uno de los entierros, eso nunca se olvida, sr. Presidente; les tocó a ellos pero pudimos ser cualquiera de los miles y miles de policías y guardias civiles que nos hemos jugado la vida para defender la Libertad y la Democracia de este país durante esos años, de ahí, que escuchar esto ahora de Vd. pasado el tiempo, de vergüenza; sr. presidente, además de impotencia y rabia.

¿Alguien se puede imaginar por un momento a Obama, Bush, Clinton o Trump, enviando el pésame a ningún grupo político que apoya a grupos terroristas, por el suicidio de un terrorista yihadista en una prisión estadounidense en la que estaba cumpliendo condena por haber segado la vida de forma inmisericorde a víctimas inocentes con actos de barbarie terrorista? Difícilmente se lo podría alguien figurar.

Conviene recordar, que Margaret Thatcher le dijo a la cara de un diputado en la Cámara de los Comunes cuando le preguntaron en 1981 por el suicidio en prisión del norirlandés Bobby Sands, miembro del IRA, la banda terrorista similar a ETA: “El señor Sands era un criminal convicto que eligió llevarse su propia vida. Una opción que su organización no dejó tomar a sus víctimas”.

Quiero agradecer a todos los compañeros que han atendido la llamada, y no han tenido inconveniente en facilitar y aportar información para que este artículo haya podido ser redactado con cierto rigor: María, Vanessa, Roberto, Rafa, Juan Carlos Gancedo, Fernando, y a mi amiga y una de las mejores psicólogas de este país, Irene Silva Diverio; doctora en Psicología por la Universidad Complutense de Madrid, les quedo muy agradecido.

Para finalizar, dejar aquí las direcciones de algunas de las asociaciones que están ayudando a prevenir y evitar el suicido en las fuerzas y cuerpos de seguridad por su utilidad e interés.

Javier Rodrigo Ordóñez para h50 Digital Policial (Inspector de Policía Nacional, Diplomado Universitario, profesor de primaria, especialidad Ciencias Humanas, Universidad de Oviedo, Master, Universidad de Salamanca).
@JaviRodrigo11

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