El terrorismo de ETA y el truco de convertir la serpiente en paloma

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Un espectáculo que quiero perderme

En este mundo loco, en el que que la vida parece desarrollarse bajo la carpa de un gran circo, se nos invita con frecuencia a asistir a un espectáculo esperpéntico.

El elenco de artistas, es tan singular, como estrambótico, desde las fieras más salvajes, pasando por quien hace equilibrios en el alambre de la legalidad, siguiendo por los payasos con menos gracia que haya visto en la vida, hasta finalizar la función con la exhibición de un mago sin igual.

En este extraño espectáculo se podría decir que, mas que suerte, tenemos la desgracia, de poder contemplar los burdos trucos que el mago nos presenta. Han sido tantas las representaciones, en la que se nos hace ver una realidad que no es, ocultándose premeditadamente la original, que el efecto sorpresa, ya no es tan llamativo. 

El mago y prestidigitador, goza de una elocuencia basada en un discurso aprendido y repetido hasta la extenuidad. Sus palabras, a pesar de estar ya muy manidas, siguen embaucando a muchos de los ignorantes espectadores.

Comienza la función

La oscuridad envuelve la pista central, a excepción del haz luminoso que otorga protagonismo a nuestro mago particular. Vestido sobriamente de negro como un enterrador, se contonea de un lado al otro sujetando en su mano izquierda una serpiente, esa misma serpiente, que representa el terrorismo de ETA, y que está teñida de color rojo, como la sangre derramada por sus víctimas. Atentados con bombas y explosivos, ametrallamientos indiscriminados, cobardes tiros en la nuca, secuestros interminables y agónicos, más de ochocientos crímenes, trescientos sin resolver, y un reguero de heridos, mutilados, y familias destrozadas de por vida. Hombres, mujeres y niños asesinados fruto de la ignominia y de una tendencia genocida a acabar con todo aquel que piensa diferente.

Pese a tanta violencia, tanta muerte y tanto dolor, el prestidigitador continua con su acto, introduciendo a la serpiente dentro de su chistera, a la vez pronuncia unas palabras  muy poco mágicas “Otegui es un hombre de paz”. Con dos toques de varita, vuelve a meter su mano dentro de la chistera, y al sacarla, aparece entre confeti una paloma blanca portando en su pico una rama de olivo. El público atónito, observa embobado como en cuestión de segundos, la serpiente que representaba el mal, se ha convertido en una flamante paloma de la paz.

El predigitador ansía los aplausos y las felicitaciones mientras se da a un frenesí estrambótico, muy difícil de digerir.

No es magia, es trilería

Los que en su día defendían a quienes asesinaban despiadadamente a niños en las casas cuartel de la Guardia Civil, a los que hacían saltar por los aires un autobús lleno de militares, a los que asesinaban a tiros a policías, a políticos, y a periodistas, a los que colocaban bombas lapa a jueces y fiscales, a los que enterraban vivos bajo tierra a funcionarios de prisiones, los que agreden a los guardias civiles y a sus mujeres en los bares, los que tiran adoquines y cócteles molotov a la policía, ahora dicen ser adalides de los derechos humanos, se envuelven en la bandera de la lucha feminista, apuestan por el “slogan bonito” de la ecología y el medio ambiente, reivindican que se descataloguen las pelotas de goma como material antidisturbios (ellos eran más efectivos con las balas y los explosivos). Todo muy nuevo y muy moderno, todo ejemplar y muy loable, todo una pantomima de cara a la galería.

Como un truco de magia, o más bien pensando que la sociedad somos idiotas (algunos lo parecen), este charlatán que juega a ser mago, nos dice quiénes son los buenos y quiénes son los malos. Lo peor es que su mensaje cala.

La despedida

Esta vez, no hay aplausos, la luz de la pista central del circo se ha apagado, pero empiezan a entenderse velas, cientos, miles, cada una con su nombre y apellidos, los de las víctimas y sus familias. Hoy el espectáculo tiene un final alternativo, un final en el que el silencio y la luz de esas velas valgan para reivindicar la justicia, y la dignidad para las víctimas.

ETA no ha desaparecido, la serpiente no es una paloma, el daño nunca podrá ser reparado, los malos son ellos, y si no matan (por ahora), es porque parte de los buenos se encargan de que sientan un cerca su aliento, y sepan que siempre estarán ahí para plantarles cara.

DESDE EL ROMPEOLAS – h50 Diario Digital Policial BRAU LÓPEZ MATAMOROS VENUS INFINITA

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