Violadores, terroristas y políticos indignos

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La reincidencia de Pedro Luis Gallego, el “violador de La Paz, también conocido como el “violador del ascensor, es predecible. Estamos ante un violador en serie que no va a parar nunca. Su psicopatía sexual carece de cura y su rehabilitación se antoja imposible. Más de veinte agresiones sexuales brutales, que se conozcan de momento, y el homicidio de dos chicas en 1992, Leticia Lebrato y Marta Obregón, lo confirman.

A Pedro Luis Gallego le condenaron por ello a 273 años de cárcel. Como todos los violadores, fue un preso modelo. En 2013 le concedieron la libertad, tras pasar 21 años entre rejas, en aplicación de la doctrina Parot, como a tantos otros criminales sin rehabilitar que se beneficiaron de la redención de penas.

Nos encontramos, pues, ante un depredador sexual sin empatía ni conciencia del mal causado, a pesar de sus teóricos “arrepentimientos” para mejorar el expediente penitenciario.

Perfil geográfico criminal

Según las técnicas de análisis de la actividad espacial delincuencial, el violador del ascensor correspondería en buena parte al género “merodeador”; es decir, un sujeto que se desplaza por una zona, escoge a la víctima, la sigue y aprovecha la oportunidad para atacarla, pero actuando siempre en un área distinta a donde vive o donde tiene su anclaje. Es lo que se denomina como perfil geográfico criminal o criminología ambiental. Las otras tres categorías serían las de “cazador”, “trampero” y “pescador”, que no parecen de aplicación en este caso.

Resulta indudable que Pedro Luis Gallego no es un violador circunstancial, ocasional o meramente oportunista; planificaba de antemano sus asaltos.

La policía lo arrestó en Segovia por otras violaciones cometidas en los alrededores del hospital de La Paz, en Madrid. Los agentes tuvieron en cuenta el modus operandi de Gallego, su perfil psicológico, el geográfico y otros contextos que no conviene que trasciendan por respeto a las víctimas.

Políticos indignos

Con todo, seamos realistas, Pedro Luis Gallego seguirá violando mientras viva. Reincidirá tantas veces como salga de prisión. Y tarde o temprano volverá a la calle. Su abogado ya ha pedido la rebaja de su condena en aplicación de la “ley del solo sí es sí”, esa norma miserable que alivia la pena de violadores, aprobada por un Gobierno, digámonoslo alto y claro, que pacta y coleguea con los herederos y usufructuarios de la banda terrorista ETA, permite homenajes públicos a los etarras y apoya que 44 terroristas sin arrepentirse (siete de ellos con asesinatos) se presenten a las elecciones del 28 de mayo. ¿Cabe mayor indignidad?

(*) Ricardo Magaz es profesor de Fenomenología Criminal en la UNED, ensayista y miembro de la Policía Nacional (sgda/ac)

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