No todo está perdido

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En estos días de nochebuena, nochevieja, y fiestas en general, unos celebran el nacimiento de Jesús de Nazaret – los menos- y otros muchos, solo días de descanso, de atascos kilométricos en las carreteras – yo mismo yendo al frío polar de Ávila y León- de juergas , cogorzas y atracones. En estos días, digo, es costumbre expresar deseos de felicidad para el año nuevo y hacer propósitos que jamás se cumplen: la palma se la llevan adelgazar, hacer gimnasia y aprender inglés. También es costumbre – no hay ni un solo medio informativo que no lo haga- repasar los acontecimientos del año pasado en un intento de racionalizar desastres. Ya saben, como afirmaba Jesús Torbado “En el día de hoy”, en el que se imaginaba qué habría pasado si la guerra civil la hubieran ganado los republicanos y no los fascistas, ya saben que no hay dolor que no pueda superarse si uno es capaz de ponerlo por escrito.

Por eso, a fin de año, todo el mundo hace examen de conciencia y repasa gatillazos, patinazos, meteduras de pata, hostias inesperadas y traiciones sin cuento que tienen lugar cuando más confiado andas.

Esta mañana – en mi vida de anacoreta de la que ya no pienso salir porque estoy de puta madre- andaba dedicado a la última corrección del que va a ser mi último libro, salvo si llevo a cabo el crimen que tengo pensado y escribo el best sellers consiguiente para dejar ricos a mis herederos.

Mientras corregía por enésima vez – tengo el síndrome del eterno corrector y cada vez que releo algo cambio, corto, suprimo… y la madre que me parió- el que va a ser mi último libro “357 Magnum. Por ti me juego la salvación”, oía en la televisión la famosa Marcha Radetzky de Strauss. Cuenta el locutor los problemas de un descendiente de este Strauss con el nazismo y cómo, hasta los que creía más fieles lo traicionaron-. ¡Qué manera de amargar el año nuevo, hablando de traiciones, engaños y puñaladas.

Me desconcentro, dejo la corrección y con la música vienesa y los privilegiados que han accedido al teatro llevando el ritmo con las palmas, me vienen los recuerdos: Viena…¡qué pasada! Las Torres Votivas, el Danubio, el Palacio de Schömbrunn…y el concierto cada día 1 de enero. Allí perdí yo a una amiga – a la que consideraba mi hermana- para no recuperarla jamás y sin saber por qué. Revisas este año pasado y el anterior y el otro y ves que has ido dejando gente por el camino porque solo el amor de un hijo – o el de un nieto que es lo mismo- y también el de tu perro, son imperecederos. Los otros son efímeros, contingentes, decía “El mosca” un cura que explicaba filosofía y a la vez te duchaba con cada ese que pronunciaba. Había que ir a clase con paraguas e impermeable.

Un día te dice una persona: “te amo con locura” y al día siguiente se cambia de acera como si no te conociera. Amores contingentes. Ese amor – que se pregonaba con locura- resulta falso como la transubstanción que dice producir cualquier cura o el obispo de Trajanóplis o el mismísimo Papa.

Repaso el mundo durante el año pasado y no hay nada más que tragedias. Un ejemplo suave. La guerra que inició Putin en Ucrania, con su afán imperialista desatado, sigue su curso. Los frentes están estabilizados y han pasado a segundo plano los muertos en el Donbas y los desastres bélicos en Crimea. De Ucrania, me mosquea que estando en guerra abierta contra los rusos, tenga tantos desplazados jóvenes y con cochazos de lujo en Alicante. Veo Mercedes, Volvos, BMW, Tesla…. Y todos conducidos por gentes que pueden ser mis hijos perfectamente. Una vez más – ojo que no conozco el problema y no me puedo pronunciar- me remito a Machado y a tantos huidos de la guerra nuestra que se fueron con lo puesto. Me gustaría que alguien me explicara esa sobrepoblación de cochazos en Alicante con matrícula ucraniana. Es algo que me extraña y mi curiosidad me empuja a preguntarlo.

Pasamos de Ucrania que es un conflicto inventado y subvencionado y vámonos a otro aún más antiguo, recientemente recrudecido: Israel contra Gaza.

Cuatro mil años nos contemplan. Desde que el mito de Abraham salió de Ur – en el actual Irak- y desde que el otro mito, Moisés, desde el Monte Nebo, divisó la tierra de los filisteos – filistin es palestino- llevan enredados en una lucha, que es imposible desarrollar ahora porque nos haría falta mucho más que una enciclopedia. Con el nacimiento del movimiento sionista a finales del XIX, con los pogromos contra los judíos a lo largo de la historia y con el genocidio nazi. Con la necesidad de las potencias occidentales de tener una cuña en el mundo árabe tras la caída del imperio otomano, se retomó el asunto y se vio la necesidad de un “estado amigo” ahí incrustado. No olviden que todo el terrorismo islámico, desde antes de la masacre en las Torres Gemelas en Nueva York, esgrime como motivo la opresión de los palestinos.

Pues bien los de Hamás inician un ataque – yo creo que la sorpresa era nula porque es imposible que surtan a Hamás de misiles, parece que los iraníes, y los servicios secretos israelíes, el famoso Mosad, no se enteren de la película hasta que les caen encima. No cae la hoja de un árbol ahí sin que el Mosad lo sepa. Suena más a permisividad y a excusa. Algo parecido al asesinato de Carrero Blanco. ¡Joder! Viene Kissinger, se va precipitadamente, y lo matan a cien metros de la embajada americana con un túnel que llevaban meses construyendo.

En fin, a lo que vamos, atacan los de Hamás y matan a civiles indiscriminadamente – terrorismo en estado puro- responde Netanyahu y mata, hasta hoy, a diez palestinos por cada judío. Más terrorismo. Los países occidentales se quejan con la boca pequeña porque son quienes les venden las armas que usan para masacrar. ¿Quien lo entiende?

Dejemos a Ucrania y a Gaza. Vayámonos al Sahel, ese lugar del que proceden los mil y un cayucos de subsaharianos. Ahí reinan los islamistas, los golpistas, las partidas de asesinos con kalasnikov y los militarotes que ponen y quitan gobiernos al estilo Obiang, a tiros. En Teherán siguen mandando los ayatollahs con turbante y con ideas más antiguas que las medievales. En centroamérica repasemos los países para ver un auténtico desmadre, desde el dictador Ortega en Nicaragua o el salvadoreño Nayib Bukele, hasta el ultraderechista argentino recientemente elegido y sin ánimo de compararlos. Un desastre que hace buena hasta la amnistía que Sánchez se ha sacado de la manga para continuar disfrutando su sillón.

Hoy mismo – salvando las distancias- veo que tratan de fascista a Javier Cercas ¡casi nada! Por decir que “ese engaño colosal suprimía a millones de personas que políticamente ya no existimos o solo existimos como papel higiénico. Ya no queda nadie que nos pueda engañar”, refiriéndose a la identificación de Cataluña con los puigdemones. Me consuelo leyendo a Cercas: Ya no queda nadie que me pueda engañar. ¡Señor, llévame pronto!

Ayer, salí de mi retiro y dando vueltas aterricé en la única pasión que me queda, un escaparate de motos. Llevo a Casilda cogida con su arnés y su correa. Miro modelos de motos y precios. Si me sale bien el crimen que tengo pensado voy a cambiar la que tengo por una Harley para irme al Hades y pasar ante el Can Cerbero con ese ruido único de sus pistonazos.

Estoy tranquilo disfrutando del escaparate oscuro – qué puta manía de apagar los escaparates en Nochevieja- y veo de pronto que Casilda se ha soltado del arnés. No sé cómo lo ha hecho. Doy vueltas a la manzana, corro desesperado hacia arriba y hacia abajo. La llamo pero ella es una desentendida, anarquista, como su padre que soy yo. Pasa un coche de policía y les pregunto si han vito un perrito pequeño. Me invitan a subir al coche para dar una vuelta por los alrededores. Chapeau por la Policía, siempre en su sitio y siempre atendiendo, a ver si aprenden los políticos que siguen con el “vuelva usted mañana” de Larra. Casilda ha desaparecido. Me bajo y empiezo otra carrera para arriba y para abajo, mirando incluso debajo de los coches. Casilda no está. De pronto cuando había perdido la esperanza tras la peor hora de mi vida – ni en los motines carcelarios, ni en los secuestros, ni cuando me daban por muerto con los etarras, ni cuando el amor de mi vida se fue con el monitor de su gimnasio… me creí morir de esa forma- un chico joven, alto, se acerca a mi con Casilda en brazos: lo he visto llamándola, estaba arrinconada en aquella rotonda, asustada y se ha dejado coger. Hasta le pedí el teléfono para mandarle un bizum de trescientos pavos. Por favor, no hace falta, dijo el chaval sonriente y satisfecho. De ninguna manera. Lo he hecho muy a gusto.

A pesar de las guerras, de las traiciones, de las puñaladas traperas por la espalda, mientras haya chavales así, no esta todo perdido, aun queda esperanza.

Manuel Avilés

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