Nada tiene sentido

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La Xunta de Galicia abre una vez más la lata del autoritarismo más rancio, del ordeno y mando. Debemos recordar que el verano pasado ya lo hizo con la obligatoriedad de la mascarilla en todo tiempo y lugar, seguida después por el coro celestial de los demás taifas. Ahora lo vuelve hacer con la exigencia del certificado de vacunación, PCR, test de antígenos o certificado de haber pasado la enfermedad para acceder al interior de la hostelería. Siempre criminalizada por los sanedrines médicos o comités científicos de salón. Incluso, les exigen que sean los encargados de verificar el documento exhibido por el cliente, aunque sólo la policía pueda comprobar su identidad. Las consecuencias, más gastos para el hostelero y menos reservas. Trucos malabares por sus constantes errores. Entonces, debemos preguntarnos si tienen sentido estas nuevas medidas represoras o suspensivas de nuestras libertades, aunque el TC ya se haya pronunciado sobre la nulidad de pleno derecho del anterior estado de alarma, que enterró nuestras vidas pasándose por el arco del triunfo la legalidad constitucional aprobada abrumadoramente por todos los españoles. Actualmente, parece que los taifas ya no necesitan a Juanjos y Cándidos para tratar de someternos a las reglas de su juego.

Pero, volvamos al cordón sanitario para los no vacunados o incluso vacunados con la primera dosis. Y, a tal respeto, debemos hacernos algunas preguntas: ¿Tienen alguna responsabilidad de no tener la pauta completa los mayores vacunados hace ya meses con la primera? ¿Tienen alguna culpa los jóvenes de que no se les inyecten las vacunas para estar “inmunizados” ante el virus? ¿No decían los “comités de expertos” que una vez que estuviera vacunada la mitad de la población los contagios serán muy inferiores o residuales? ¿Entonces, por qué si hacemos una comparativa de los datos de contagiados del verano pasado por esta misma época con los que ahora tenemos exceden en más de un cien por cien los casos? ¿Las vacunas están teniendo el resultado buscado? ¿Por qué siempre se traslada al ciudadano las consecuencias de las irresponsables decisiones de sus dirigentes? ¿Por qué, después de más de un año, hay escasez de vacunas? ¿Por qué no se inocula la segunda pauta a los mayores de 60 años si hay dosis suficientes? ¿De quién es la responsabilidad de los políticos o de los ciudadanos desasistidos por responsabilidades de sus dirigentes?

Ya me recojo no sin antes advertir que están nuevas represiones de la libertad serán debidamente recurridas ante los tribunales por ser discriminatorias, conculcar nuestros derechos y libertades constitucionales, incluido el principio de igualdad. Unas medidas aberrantes y atentatorias de los más elementales derechos humanos, que también pueden conllevar en su día la comisión de distintos delitos. Los jóvenes y mayores no vacunados están juntos en la calle sufriendo las inclemencias del tiempo. Lo que supone un confinamiento sutil para enjaularnos. Y, para rematar la faena, el PP vota en contra del decreto que libera a los ciudadanos de la obligación de llevar mascarilla en el exterior, siempre que no haya aglomeraciones y se respete la distancia de seguridad. Más aún, que justifique su querencia diciendo que los contagios han aumentado por la caída de las mascarillas en las calles es una depravación científica y moral, como bien señala Arcadi Espada. Estamos atrapados en un laberinto. Los sátrapas de uno y otro lado parece que se han puesto de acuerdo, pero al final, siempre saldrá la luz, sin importar cuánto intenten ocultarla o detenerla. Las mentiras y el autoritarismo que conlleva son sólo un retraso temporal de lo inevitable. Tiempo al tiempo.

Autor: Manuel Novás Caamaño | Abogado

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