Moros, judíos y cristianos en tiempos de paz

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Perdonen por lo de tiempos de paz. No tengo ganas de cachondeo ni de reírme, pero claro…se viene encima la Navidad y hay que desearse felicidad, darse abrazos eléctricos de los de crujir las bisagras y mandar postales  – eso está más pasado de moda que las cortinas de saco- diciendo que el año próximo se cumplan todos tus deseos y pasa unos felices días en compañía de tus seres queridos – incluidos los cuñados, las consuegras y una prima antipática a la que no puedes ver, lo mismo que otra, que está buenísima y no te da ni medio rubiales cuando te saluda sino solo un gesto a medias entre el asco y la repugnancia, con una leve inclinación de cabeza como si fuera una Borbón saludando al pater familiae de la casta.

Tiempos de paz. Mentira cochina que de mis tres ex solo me ha felicitado una e incluso me ha invitado a desayunar. Las otras dos ni saludar.  Tiempos de paz y aún estoy esperando – como a Putin que se las tiene bien merecidas pero le importan un huevo- una sola sanción por mínima que sea contra Netanyahu. Mi amigo facha, con el que como tortilla todos los días en el bar Granada  – nos hemos declarado abiertamente tortilleros- es fan de Netanyahu al que todos los hombres sensatos, razonables y que no vamos por la calle mirando tacones de más de diez centímetros, consideramos criminal de guerra. Mi amigo, digo, afirma que de criminal de guerra nada de nada y no sé cómo hacerle entrar en razón.

Esa es la maquinaria infernal del terrorismo, el binomio acción-reacción. Tú me pegas, yo contesto  – en el caso de Netanyahu mucho más brutalmente de lo que cualquiera pueda imaginar que los muertos van dieciocho a uno- y ya tenemos en marcha la máquina de sembrar cadáveres y catástrofes entre la población sin distinguir entre inocentes y culpables. Nadie lleva en la frente un letrero identificándose como terrorista, ni de Hamás ni de Hezbolá ni de Netanyahu, con lo cual, cualquiera puede ser sujeto pasivo, o sea víctima, de un tiro en la nuca o un obús, o un dron explosivo, que es lo moderno, con la máxima de dispara primero y pregunta después, que es una máxima propia de la seguridad a rajatabla.

Conozco perfectamente la zona. He estado allí unos cuantos días seguidos, pero no en peregrinación a tierra santa con el cura párroco, sino viendo el percal en primera línea. Conozco Gaza, Hebrón, Jerusalén y Belén, por supuesto,  Nablús, Jenín y toda la Cisjordania. El problema antiquísimo se vuelve cada día más irresoluble. Los palestinos estaban allí, los judíos – hablamos del último siglo, no nos remontamos a la excursión de Abraham de Ur en Caldea ni a Moisés desde Egipto, mitos que no están demostrados ni mucho menos- los judíos fueron colocados ahí por el poderoso occidente como cuña de control para los moros, que desde antiguo tienen fama de levantiscos, raciales, ultrafachas e indisciplinados. Los moros  desde las Cruzadas  – lo mismo los judíos por ser quienes “mataron al Señor”- siempre han sido un enemigo a batir, lo que pasa es que los judíos  – pueblo encriptado en sí mismo, inteligente, trabajador y dueño de la pasta- han sabido granjearse el amor de los americanos que son los amos del cotarro desde hace cien años y los que deciden y parten el bacalao.

A lo que voy que no quiero darles la mañana ni la tarde con digresiones: he estado allí y he visto cómo el pueblo palestino es arrinconado, metido en una prisión al aire libre y rodeado de muros y “chek point”, que le impiden la menor normalidad en su vida. ¿Recuerdan el inicio del terrorismo yihadista a lo bestia?  – Lean, dicho sin ánimo de propaganda porque no me interesa vender libros y que se lo lleve hacienda para el ministerio de la Montero o de su sucesora- lean repito mi próximo libro  “357 Magnum. Por ti me juego la salvación. Amor, yihad y muerte”.

El terrorismo yihadista a lo bestia  – remontémonos al atentado de las Torres Gemelas y los que vinieron después, para no retroceder hasta el Paleolítico y que el amor de mi vida me llame al orden y me acuse de rollero y de plasta-, a lo bestia del todo, siempre ha tenido como primera motivación la opresión que sufren los palestinos. ¡Ojo que está detrás el Irán de los Jomeinis y la Saudí que juega con varias barajas!

No les tengo manía a los moros. En los quince días que estuve allí, yendo y viniendo para conocer el percal sin viaje organizado ni pollas, tuve ocasión de ver el hospital de Jenín bombardeado y con los mismos equipamientos miserables que la vieja enfermería de la antigua cárcel de Benalúa – hoy Juzgados-. Comí, tras treinta y dos horas sin probar bocado porque no había, arroz pegote con yogur con un moro en una cueva y con la misma cuchara para los dos. El moro abuelo se portó como un hermano y pasamos la nochebuena y la navidad sin nada que llevarnos al estómago. Es más, cuando fui al ayuntamiento de Jenín para ver si me indicaban un sitio en el que pudiera encontrar algo de comida, me tropecé con un disco en la puerta en el que prohibía entrar con metralletas. Pistolas sí se podían llevar porque eso era armamento insignificante.

Tuve oportunidad, en Hebrón, de que los soldados israelíes me intentaran impedir la entrada en la tumba de los patriarcas, ametralladora en mano, y después de mucho discutir con un capitán uruguayo, me dejó pasar. El argumento fue muy claro: usted es judío y yo cristiano, Abraham, Isaac y Jacob son padres de su religión y también de la mía, de  modo que tengo el mismo derecho que usted a entrar en esa tumba a rezar. Ni recé ni ostias.  Ni están allí enterrados ni leches porque los mitos son incorpóreos y ni vivieron ni, por eso mismo, están enterrados en ningún sitio. Hay que tener mucho cuidado con soltar improperios porque hay judíos sudamericanos por un tubo y se enteran de todo lo que dices. Mecagoentoloquesemenea.

Pese a lo bien que me trataron  – cené en Nablús, otra ciudad machacada, con gente de Hamás y había allí una periodista valenciana cuyo nombre no diré no sea que el chismorreo me adjudique otro romance, a mí, que ligo menos que los gases nobles y follo menos que la gata del Vaticano.

No tengo manía a los moros y sigo considerando una desgracia su expulsión de la España conquistada  – los Reyes Católicos y el Cardenal Cisneros serán los primeros personajes en nuestro Taller literario de la Sede Universitaria que empezamos en enero- su expulsión decía, una desgracia para la cultura, la ciencia y el trabajo de la época. Lean a Américo Castro  – del que han descubierto una casa en mi pueblo porque vivió allí e iba a la Universidad de Granada a caballo a principios del siglo – lean España en su historia. Judíos, moros y cristianos, y verán lo que es bueno.

Hoy, los moros son otra cosa. Como decía un antiguo conocido mío, les falta la Edad Media, y donde había libros y cultura a raudales hay dogmatismo, integrismo y fascismo a mogollón. Nunca entenderé, en el siglo veintiuno, qué cojones es eso de la sharía ni la ley islámica dictada por unos abuelos con turbante que dicen hablar en nombre de la voluntad de un dios nunca visto ni demostrado. Nunca entenderé que en manifestaciones feministas  – que en teoría defienden la dignidad, la libertad y la igualdad de la mujer- vayan mujeres con las túnicas y los pañuelos que llevan en nombre de su cultura y no son sino un signo de opresión. Ni cultura ni pollas. Porque si fuera cultura no encarcelarían a quien no quiere ponérselo por ir en contra de la ley de dios. Yo estoy hasta los cojones de ver, en la playa del Postiguet, sin ir más lejos, a señoras tapadas desde la coronilla hasta los tobillos, en nombre de no sé qué mandato divino, mientras el moro está fresquito y con la barriga al aire. No he visto a una sola feminazi que proteste por eso porque a los moros se les tiene miedo y hasta alguna editorial he visto, con estos ojos que tienen que acabar en el crematorio, proponer la autocensura cuando se tocan temas morunos y de yihades.

¡Ayyyyy señor! ¡Llévame pronto!  Cada día creo menos lo de a Belén pastores, a Belén chiquitos que ha nacido el rey de los angelitos y he comido pavo y todas las vecinas me…no sigo que es un insulto. No me da la vida para la cantidad de comidas de Navidad que se programan. Estoy por volverme a la Sierra de Gredos pese al frío que corre por allí estos días. No pienso leer el libro de Sánchez y me dedicaré a otros muchos con menos propaganda. Disfruten y cuidado con los controles de alcoholemia.

Manuel Avilés  

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