La prevaricación es posiblemente el delito más peligroso para la democracia

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Hoy en h50.es nos hacemos eco de las palabras de Alba, una Juez a la que muchos consideran un referente en redes sociales. Publicaciones personales neutras, sin sesgo político, ni giros radicales, han convertido su perfil de Twitter en uno de los más visitados por los miembros de Las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado.

Vivimos tiempos convulsos en España, donde las estrecheces económicas y noticias sociales tienen en jaque a la sociedad, de ahí que llamara nuestra atención uno de los post publicados por Alba este jueves, y con su permiso nos hacemos eco.

La prevaricación no es un delito sin importancia. Al contrario: la prevaricación es posiblemente el delito más peligroso para la democracia. Supone que quien ejerce el poder convierte la ley en papel mojado, porque hace y deshace a su antojo, sin importarle las reglas.
Para que una democracia funcione, es imprescindible el respeto a la ley. Un respeto que nace de la convicción colectiva de que la ley es legítima porque es la acordada entre todos, entre los representantes elegidos por los ciudadanos en unas elecciones libres.
No hay nadie que esté por encima de la ley. Es la mayor garantía que tenemos, que absolutamente ninguna persona que ejerce el poder está por encima de la ley. Cuando quien lo ejerce decide que la ley no importa, que él puede decidir al margen de la ley, que puede imponer su opinión en aras de lo que considera el bien común, cuando en definitiva prevarica, está poniendo en peligro la democracia misma: la ley no es nada, ataca su propia legitimidad porque abre una puerta peligrosísima (el siguiente dirá lo mismo sobre el bien común) al tiempo que acapara poder personal. ¿Dónde llevaría una prevaricación generalizada? Al fin de la democracia. No me parece en absoluto algo a minimizar.

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