La “nueva normalidad” y el fascismo

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Soy calvo, aunque tengo pelo donde no me gustaría y es el que se pone de punta, cada vez que escucho a un político hablar de “nueva normalidad”.

Así ha bautizado el Gobierno la hoja de ruta que establece el plan para recobrar la normalidad en nuestro país: “Plan para la Transición hacia la Nueva Normalidad”

Si llamamos a las cosas por su nombre, anormal ya es el “estado de alarma” que estamos viviendo. La prohibición del ejercicio de derechos tan fundamentales como la reunión, manifestación… supone una situación excepcional, no de alarma.

Vivimos recluidos, confinados y amenazados con sanciones. Existe un control administrativo de la libertad de expresión amparado en lo que llaman “difusión de bulos” y que hace escasas fechas se controlaban judicialmente, mediando ofensa y llegado el caso.

Todo justificado por un bien común superior, la salud pública. Pero que a nadie se le olvide, y menos a un político, que mi normalidad se halla sobre todo en los primeros 30 artículos de la Constitución Española. Que mi normalidad es la que he disfrutado en 40 y tantos años de existencia.

No quiero nada “nuevo”, quiero lo que tuve y que en aras del bien común me fue arrebatado.

FASCISMO.

Al igual que puta o cabrón, es una palabra de común uso a modo de insulto. Recuerda el régimen anterior a la Constitución Española.

Fue una época en la que también se privaba de derechos, se controlaban los medios de comunicación y una casta política dominaba el sistema.

Es un insulto absurdo en una democracia, más cuando es usado por quien nunca lo vivió y dirigido hacia quien nunca lo ejerció.

Miedo al fascismo es, por ejemplo, hablar de una “nueva normalidad”, a un cuarentón que no ha conocido mas normalidad que la Constitución.

 

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