“La Guardia Civil, los últimos de Guinea”: Miguel Gilaranz nos presenta su quinta novela repasando un evento único de la historia de España

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La Guardia Civil, los últimos de Guinea

Autor: Miguel Gilaranz

Prólogo: Jesús Narciso Núñez Calvo, Coronel de la Guardia Civil (R) y Doctor en Historia

Cuando se cumplen cincuenta y cinco años de la independencia de Guinea Ecuatorial, declarada el 12 de octubre de 1968, el escritor Miguel Gilaranz nos presenta su quinta novela, con el título “LA GUARDIA CIVIL, LOS ÚLTIMOS DE GUINEA”, en la que, en poco más de quinientas páginas, narra los acontecimientos acaecidos en la hasta entonces colonia española desde un mes antes de la Declaración de Independencia hasta la retirada total de la Guardia Civil, el 5 de abril de 1969, durante los cuales observadores de la ONU certificaron que el proceso se desarrolló sin incidentes y la Guardia Civil consiguió repatriar a 6.800 españoles y 414 vehículos. Se trata, sin lugar a dudas, de la mayor repatriación de civiles llevada a cabo en el mundo después de finalizada la Segunda Guerra Mundial y, sin lugar a dudas, la mayor evacuación de civiles españoles en un país extranjero en la Historia de España.

Antecedentes

Para comprender mejor la labor desarrollada por la Guardia Civil durante esos trepidantes seis meses narrados en la novela, debemos remontarnos unos años atrás. Más concretamente a 1959, cuando los territorios españoles del golfo de Guinea, formados por la Isla de Fernando Poo (con capital en Santa Isabel y separada doscientos treinta  y siete  kilómetros del continente) y Rio Muni (parte continental,   con capital en Bata), adquirieron el estatus de provincias españolas ultramarinas, similar en derechos y deberes a las provincias peninsulares, como Cáceres o Badajoz, por ejemplo.

Dos provincias, separadas por aguas del golfo de Guinea, con etnias diferentes y casi enemigas: Fernando Poo, isla de mayoría étnica bubi y donde se cultivaba principalmente cacao y café, y Río Muni, en el continente africano, más extensa, más poblada y de mayoría étnica fang, donde la extracción de madera era la actividad principal.

No fue hasta finales de 1963 que el Gobierno de Franco sometió a referéndum entre la población un proyecto para concederles la Autonomía, como paso previo a la Independencia, cumpliendo los acuerdos de descolonización firmados con Naciones Unidas. En este acto se adoptó oficialmente el nombre de Guinea Ecuatorial y se crearon varios partidos políticos. Pero no fue hasta cinco años después, el 11 de agosto de 1968, cuando el pueblo guineano aprobó su primera Constitución. Un mes después, el 22 de septiembre, se convocaron elecciones a Presidente de la República, cuyo ganador fue Francisco Macías, y ya con la mirada puesta en el 12 de octubre de 1968, la fecha en que se firmaría la Declaración de Independencia.

Retrocediendo aún más en el tiempo, la presencia de la Guardia Civil en Guinea Ecuatorial se remontaba a 1904. Pero, en las fechas que nos ocupan (1968-1969), quizás el hecho más significativo para el futuro de los colonos españoles en ese país, y para el devenir de los acontecimientos, fue la llegada a Guinea Ecuatorial, en 1966, de un joven oficial de la Guardia Civil que había ascendido a Comandante con solo 29 años y que se puso al mando de las dos Compañías Móviles destinadas en Guinea: una en Santa Isabel, capital de Fernando Poo, y otra en Bata, capital de Río Muni.

Nunca la frase “La persona indicada, en el puesto indicado” tuvo tanto sentido y fue tan determinante para ese devenir de los acontecimientos. Esta persona es Luis Báguena Salvador. Nacido en Valencia, llegó por primera vez al corazón de la selva de Guinea siendo un bebé, acompañando a su padre, destinado en Sevilla de Niefang como médico por oposición. Se crió como “un niño blanco” en territorio fang; aprendió su idioma, sus costumbres y, quizás lo más importante, conoció y trató desde niño a varios de los personajes que, años después, ocuparían los más altos cargos de la incipiente República de Guinea Ecuatorial.

Como ya se ha dicho, Luis Báguena fue destinado a Guinea en 1966, dos años antes de la independencia; y lo fue después de cumplir destino como Comandante de la Guardia Civil en la ciudad fronteriza de Figueras. Cuando tomó posesión de su nuevo destino en su “país natal”, Guinea, lo hizo tras haber sido también profesor de Defensa Personal de la Academia de Oficiales de la Guardia Civil y obtener el cinturón negro 7º dan de Judo;  tras conseguir la Licencia Internacional de Piloto y, además, finalizar sus estudios de la carrera de Económicas. Habría que añadir que, siendo adolescente, durante los períodos vacacionales, su padre le enviaba a Londres y París para que aprendiera los idiomas que se hablaban en los países del golfo de Guinea: inglés en Nigeria y francés en Camerún y Gabón. Todo un personaje.

Al mencionar Camerún y Gabón, países fronterizos con la Guinea continental (es decir, Río Muni), no se puede pasar por alto cómo se desarrolló la independencia de estos dos países francófonos para poder valorar mejor la verdadera dimensión de la actuación de la Guardia Civil en Guinea Ecuatorial. Camerún consiguió la independencia de Francia el 1 de enero de 1960 y, antes y después de esa fecha, fueron miles las personas que fueron asesinadas, incluidos colonos, con machetes, porras, arcos y flechas. Ese mismo año, Gabón proclamó su independencia también de Francia y con similares circunstancias. Los acontecimientos y ejecuciones en Nigeria a cargo de los ingleses, mejor ni comentarlos.

Y así nos situamos de nuevo en ese 12 de octubre de 1968, Día de la Independencia de Guinea Ecuatorial. La prensa internacional no envió corresponsales políticos para cubrir la extraordinaria noticia. Previendo los mismos acontecimientos de los países vecinos, decidieron enviar a corresponsales de guerra. La catástrofe que se cernía sobre el nuevo país era una crónica anunciada. Y así habría ocurrido si no hubiera sido por la intervención de la Guardia Civil y su Comandante al mando.

Como se ha comentado anteriormente, Guinea Ecuatorial estaba dividida en dos: una isla (Fernando Poo) y un territorio continental (Río Muni). Si la declaración de independencia no se hubiera llevado a efecto ese 12 de octubre de 1968 en ambos territorios, iniciándose un proceso conjunto, Camerún y Gabón (con el estado francés detrás), habrían tenido muy fácil repartirse el territorio continental de Río Muni. Por su parte, Fernando Poo, la isla principal, era codiciada por Nigeria (controlada por Inglaterra), país vecino del que provenían decenas de miles de trabajadores que atendían las labores de recolección de café y cacao en la isla. Todo un “ejército en la sombra”.

El acoso de los países fronterizos era evidente, pero el verdadero peligro para la nueva Guinea Ecuatorial no llegaba de París o Londres. La auténtica amenaza venía de España, con tres frentes muy claros: el primero, el mismísimo Ministerio de Asuntos Exteriores español, encabezado por el Ministro Fernando María Castiella, antifranquista, con el objetivo de desprestigiar al Régimen ante los organismos internacionales; el segundo, de la mano de un abogado madrileño con la vista puesta en futuros suculentos negocios y, por último, un grupo de empresarios catalanes que querían afianzar su control sobre la madera de Río Muni.

La catástrofe sobre Guinea se cernió aquel día desde el minuto uno, según se desarrollaron los acontecimientos que narramos a continuación

Manuel Fraga Iribarne fue el enviado por Franco para firmar el Acta de Independencia. Primero lo haría en Santa Isabel, capital de Fernando Poo, y horas después debería realizar el mismo acto protocolario en Bata, capital de Río Muni. A las doce de la mañana del 12 de octubre de 1968, con la presencia de TVE, la prensa extranjera y autoridades civiles y militares de los dos países, se firmaron las actas en Santa Isabel. Durante esa mañana reinaba un ambiente festivo, pero en el momento en que Francisco Macías salió al balcón del Palacio Presidencial, sus seguidores comenzaron a realizar actos vandálicos en la propia plaza y en el resto de la ciudad.

En ese acto público, con repercusión mediática mundial, estaba ausente una persona, el Comandante y Jefe de las dos Compañías Móviles de la Guardia Civil, Luis Báguena Salvador, que días antes decidió viajar a Bata “porque los tambores de la selva no sonaban a fiesta, estaban llamando a la guerra”, como así ocurrió.

Finalizados los actos en Santa Isabel, Manuel Fraga y todo el séquito tomaron un avión con destino a Bata. Cuando sobrevolaban la ciudad continental, decenas de incendios, incluidas iglesias y viviendas de colonos españoles, presagiaban lo más temido: que no se completara la firma del Acta de Independencia. Bata estaba en llamas.

Por suerte, la Guardia Civil siempre iba dos pasos por delante de los acontecimientos y, con los pocos recursos de personal disponible, Luis Báguena pidió ayuda a la Marina para crear un cordón de seguridad que cubriera los kilómetros que separaban el aeropuerto del Palacio Presidencial de Bata. El avión de Fraga comenzó a volar en círculos sobre la ciudad en llamas y comunicó a la torre de control que no aterrizarían, ante la situación caótica que se contemplaba desde del aire. En ese momento, Luis Báguena, que también se adelantó en la previsión de este contratiempo, se encontraba en la torre de control, y habló personalmente con el piloto asegurándole que la Guardia Civil garantizaba la seguridad de toda la comitiva. Manuel Fraga, a quien acompañaba uno de sus hijos, insistió en abortar el proceso y regresar a Santa Isabel. Solo la insistencia y determinación del Comandante de la Guardia Civil permitieron convencer al Ministro para que aterrizase.

Pocas horas después, el proceso de Independencia de Guinea Ecuatorial, cumpliendo los acuerdos con Naciones Unidas, se dio por finalizado sin incidentes, naciendo en África una nueva nación de la que serían los propios guineanos quienes, desde entonces, tomaran las riendas de su futuro.

Con esta información, no se pretende “destripar” la novela. Simplemente es su punto de partida y un ejemplo de la intensidad y veracidad de los acontecimientos que se narran en la misma. Situaciones muy difíciles que debió afrontar la Guardia Civil hasta su salida definitiva, el 5 de abril de 1969. Escenarios tan complejos y peligrosos como superar un Estado de Guerra, un intento de Golpe de Estado y el secuestro y encarcelamiento de oficiales españoles. Lo contado hasta ahora es una simple muestra de unos hechos y unas circunstancias históricas que se relatan en esta novela y en los que intervinieron otros muchos actores: desde el ilustre Magistrado Rafael de Mendizábal Allende hasta personajes indeseables como García-Trevijano y Francisco Paesa, pasando por políticos y diplomáticos como el Ministro Fernando María Castiella, Miguel Herrero de Miñón, Marcelino Oreja o Fernando Morán.

Esta novela, “LA GUARDIA CIVIL, LOS ÚLTIMOS DE GUINEA” es el fruto de varios años de investigación documental y, sobre todo, de decenas de horas de conversación con los Guardias Civiles que sufrieron, en primera persona, situaciones hasta ahora conservadas en el recuerdo personal.

Esta novela, “LA GUARDIA CIVIL, LOS ÚLTIMOS DE GUINEA” es el fruto de varios años de investigación documental y, sobre todo, de decenas de horas de  conversación con los Guardias Civiles que sufrieron, en primera persona, situaciones hasta ahora conservadas en el recuerdo personal.

Sobre el Autor: Miguel Gilaranz no es Guardia Civil, no tiene ningún vínculo con la Guardia Civil y tampoco es militar.   gilaranz@gmail.com

Parche         de      tela cosido en el brazo derecho   de      la uniformidad de los Guardias Civiles destinados   en Guinea en los años 1966-1969 diseñado por el Comandante Luis Báguena y confeccionados en un    convento de monjas    de      la población de San Carlos, en la isla de Fernando Poo.

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