Joseba Pagazaurtundúa: enviado al matadero por la libertad

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Joseba Pagazaurtundúa, “Pagaza”, era el jefe de la Policía Local de Andoian (Guipúzcoa) cuando fue asesinado de tres disparos por un integrante de la banda terrorista ETA, en un bar cercano a su casa,  el 8 de febrero de 2003. Fue perseguido, amenazado y asesinado por un única causa: la libertad.

Joseba Pagaza, sargento Policía Local

Los últimos años de la vida de Joseba estuvieron marcados por su encomiable lucha contra el terrorismo, pero también por el hostigamiento y la amenaza constante por sus ideas. “Un activista radical pero pacífico en favor de la libertad” como lo definía su hermana Maite Pagazaurtundúa, actualmente eurodiputada de UPyD.

A finales de los años setenta fue nombrado jefe de la Policía Local de de Andoian. Entre sus actuaciones más destacadas se encuentra el desmantelamiento de una célula del Batallón Vasco Español a quienes se les atribuía un total de cinco asesinatos.

En 1990 desarticuló una importante red de traficantes de drogas, tras detener a su cabecilla en Hernani, después de un peligroso enfrentamiento armado.

Maite Pagazaurtundúa, hermana de Joseba y eurodiputada de UPyD

Este hecho serviría de acicate al alcalde de Andoain, perteneciente a HB, para señalar públicamente a Joseba y solicitar que el mandatario policial sea investigado por un supuesto uso innecesario de su arma.

La banda terrorista quiso asesinarle en 1995, pero el comando encargado fue detenido por la Guardia Civil.

Ante el acoso de Jarrai ( organización juvenil abertzale ligada a ETA) y convertirse en un objetivo prioritario de la banda terrorista ETA, fue enviado por motivos de seguridad en comisión de servicio a la comisaría de la Ertzaintza, en Laguardia.

Allí, las informaciones recabadas fruto de una investigación que llevó a cabo, sirvieron  a la Guardia Civil para desarticular un comando activo de ETA. Dichas informaciones fueron desoídas previamente por la dirección de la Ertzaintza.

Ertzaintza/Archivo

Durante esos cuatro años, Joseba vivió en absoluta tranquilidad en la localidad alavesa de Navaridas, en unión a su mujer y sus dos hijos de corta edad,  y a salvo del acoso y el dedo acusador de sus propios vecinos de Andoian.

Pacto de Lizarra

Sin embargo, su vida cambió cuando en 1998, tras el Pacto de Lizarra en el que presuntamente se firmaba la tregua de ETA, fue obligado a volver a su anterior puesto como jefe de la Policía Local de Andoian.

Para él la tregua era una burda trampa ideada por los asesinos y sabía que su vuelta significaría su sentencia de muerte. “Me mandáis al matadero”, llegó a clamar.

Joseba Pagaza:”Me mandáis al matadero”

De nada sirvieron sus súplicas al consejero de Interior del Gobierno vasco;  de nada sirvió ser un objetivo prioritario de ETA; y de nada sirvieron los manuscritos dirigidos a su madre que nunca llegó a enviar: “Fuera esperan ellos, los que desean sangre, ay madre me quieren matar y no puedo evitarlo”.

Joseba no encontró un atisbo de compasión ni humanidad en los dirigentes políticos. La decisión sería irrevocable. Debía volver.

Regreso a Andoian

De vuelta a la localidad guipuzcoana, recibió el asedio y acoso de sus vecinos. Las calles estaban empapeladas de carteles en su contra. Su coche fue quemado en dos ocasiones. El 9 de marzo de 2001 un grupo de encapuchados lanzó cuatro cócteles molotov sobre la casa del sargento. El asedio era inhumano.

Era conocedor que su vuelta a Andoian significaría su sentencia de muerte

Allí, en su pueblo natal, también tuvo que vivir el asesinato de su amigo y vecino, el periodista José Luis López de Lacalle, a manos de ETA, cinco meses antes de su propio final.

En esa época su casa volvió a sufrir un nuevo asalto, esta vez por treinta radicales. “Ya te pillaremos”, le amenazaban.  Se trataba de Koldo O.G. que pagaría una ridícula multa de 390€. Ese era el precio por inducir el miedo. 

Pese a todo, Joseba Pagaza estaba obsesionado por la libertad así que, desoyendo los consejos de sus familiares, rehusó a abandonar el País Vasco por la amenaza terrorista. “O nos salvamos todos o ninguno”, solía decir.

El fatídico día

Cuando el reloj marcaba las 9.53 horas de la mañana de un 8 de febrero de 2003, llegó el fatídico día. Joseba se encontraba en el bar Daytona, a escasos 300 pasos de su casa, esa casa tantas veces testigo del asedio impune sobre su figura.

Joseba Pagaza

El sargento, de baja laboral en esa época, se encontraba tomando un café. Con la vista hacia la puerta, guardando siempre las correspondientes medidas de seguridad.  Aunque no fue suficiente, a su espalda, en la barra, se encontraba un hombre con el rostro parcialmente oculto tras una gorra y unas gafas. Era su verdugo. Venía a silenciarlo, a darle muerte por querer ser libre.

El encapuchado sacó su pistola y le disparó hasta en cuatro ocasiones, con alevosía, sin permitir la mínima posibilidad de defensa, huyendo rápidamente de la escena del crimen.

Joseba no quería morir. Se aferró a la vida hasta 9 horas más, pese a haber recibido tres impactos de bala. Desgraciadamente los servicios médicos del Hospital Nuestra Señora de Aranzazu no pudieron salvar su vida. Caía así un abanderado de la libertad, un entusiasta activista que soñaba en, algún día, vivir sin miedo.

Entierro Joseba Pagaza

Por la tarde, el Pleno del ayuntamiento de Andoian, gobernado por Euskal Herritarrok , se negó a condenar el asesinato.

El atentado fue reivindicado por ETA mediante un comunicado recogido en los diarios ‘Gara’, ‘Deia’ y ‘el Diario Vasco’ el 19 de marzo de 2003.

Siete años tendrían que pasar para que su asesino, Gurutz Aguirresarobe Pagola, acabe siendo detenido en Hernani, por la Ertzaintza. Las muestras de ADN extraídas en la taza de café que tomaba en la barra del bar aquella mañana serían determinantes.

La Sección Tercera de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional acabó condenando al etarra a  32 años de prisión al considerarle autor material del asesinato terrorista y por la tenencia ilícita de armas. Curiosamente fue absuelto del delito de pertenencia en organización terrorista.

La resolución fija además una indemnización de 400.000 euros para Estíbaliz Garmendia, viuda del agente asesinado, y de 200.000 euros para cada uno de los dos hijos de Pagazaurtundua. Además, prohíbe al inculpado aproximarse a ellos a menos de 50 kilómetros y residir en San Sebastián, donde viven los perjudicados, durante diez años.

17 años de su asesinato

Joseba Pagaza estaba en todo y no se callaba. Su rebeldía y su lucha por la libertad le valieron la muerte. Aún a sabiendas que era  objetivo prioritario de ETA, no se dejó amedrentar. Se guardó sus miedos en el silencio y en las cartas premonitorias que escribió en secreto y que su familia encontró tras su muerte. Era consciente de que las cosas que merecen la pena cambiar cuestan mucho, hasta la vida.

Valientes vilmente asesinados como Joseba han abierto el camino para que hoy disfrutemos de una España sin ETA y un País Vasco más libre, 17 años después. No se debiera permitir que estos héroes caigan en el olvido ni que se pisotee su memoria.

Simplemente gracias, Joseba.

2 COMENTARIOS

  1. D.E.P. ESTE ABANDERADO DE LA LIBERTAD
    Y el asesino que su conciencia incluso la de los terroristas y los que por inacción sabiéndolo no hicieron nada por evitar su muerte no les dejé ni a ellos y sus compañeros vivir en paz ni de día ni de noche
    Vivan las fuerzas policiales locales Policía Nacional y la Guardia Civil 🇪🇸🇪🇸🇪🇸🥰🇪🇸🇪🇸

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