h50 entrevista a Víctor Valentín Cotobal, Vicepresidente de Dignidad y Justicia

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Víctor Valentín Cotobal (Salamanca, 17/02/1982) es Doctorando en Cc Sociales y Cc Jurídicas por la Universidad Pública de Navarra, Máster Universitario en Geoestratégica Internacional y Terrorismo Yihadista, graduado en Criminología y Especialista Universitario en Seguridad por la Universidad de Salamanca y director de Seguridad por la Universidad Camilo José Cela. Autor de varias obras y ponencias. Como Analista en Terrorismo forma parte de la Red de Expertos en materia de Terrorismo de Europa. Ejerce como Vicepresidente y Secretario General de la Asociación Dignidad y Justicia desde el año 2011, desde la que lucha con el objeto de defender la memoria y los intereses de las víctimas del terrorismo, así como velar por su “dignidad y justicia”, promoviendo el respeto a los derechos civiles y libertades fundamentales de las personas, especialmente de todos aquellos que sufren cualquier tipo de agresión derivada del terrorismo o de los que permiten estos ataques.

– Como experto en terrorismo, ¿consideras que los CDR y Tsunami Democratic son organizaciones terroristas y sus acciones pueden ser consideradas como tal?

Sin ninguna duda. Aunque todavía estas organizaciones están siendo investigadas por la Audiencia Nacional todo indica que son organizaciones terroristas con acciones de terrorismo urbano. Desde DyJ somos la acusación popular en ambas causas y estamos convencidos que lo vivido en el 1 de octubre de 2017 (CDR) y lo ocurrido en el año 2019 (Tsunami Democratic) es terrorismo.

– ¿Por qué es importante que acciones violentas callejeras vinculadas a una jerarquía terrorista sean consideradas terrorismo de baja intensidad?

Porque el terrorismo de los CDR o Tsunami Democratic es mucho más que unos jóvenes lanzando de piedras a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad. Es un instrumento de amenaza, coacción y propagación de miedo en la sociedad.

– Algunas acciones, como las de los CDR, aún no han sido confirmadas jurídicamente como terrorismo de baja intensidad porque no hay una organización terrorista tradicional detrás. ¿Esta circunstancia dificulta la denominación?

No debería. Está demostrado en otros tipos de terrorismo que las organizaciones ya no se estructuran como antes. La digitalización y el cambio de estrategias hace que no tengan contactos directos o reciban ordenes concretas. El yihadismo por ejemplo hace acciones genéricas (contra los occidentales, grandes concentraciones, …) mientras que ETA procuraba seleccionar sus objetivos con nombres y apellidos. Hay que resaltar que ETA cometió muchos atentados indiscriminados, como el de Hipercor en Barcelona en 1987 donde asesinó a 21 personas y dejó decenas de heridos.

El terrorismo es terrorismo, e independientemente las formas que adopte no debería ser un obstáculo para que jueces y fiscales lo reconozcan como tal.

– ¿Qué diferencia hay entre terrorismo de baja intensidad y desórdenes públicos? ¿Cómo se pueden identificar uno y otro?

Las diferencias son muy notorias, aunque aparentemente ambas puedan parecer meras expresiones de la violencia. Los desórdenes públicos, como todo el mundo sabe, por definirlos de una manera simple son actos vandálicos sin coherencia ni cohesión. Mientras que el terrorismo urbano persigue unos fines ideológicos con objetivos concretos, que aparecen en momentos de crispación nacional queriendo, desde un posicionamiento callejero, desestabilizar el estado derecho y quebrantar la paz social.

– ¿Qué fines persigue el terrorismo de baja intensidad?

Los mismos que el terrorismo “tradicional”, pero desde un “campo de batalla distinto”. Provocar terror para que se hagan cosas que de otra forma no se harían, y cuyo fin último es desestabilizar la democracia.

– ¿Podría el terrorismo de baja intensidad ser el único modo de sembrar el terror que tiene una organización terrorista o requiere de mayores acciones intimidatorias?

Es una acción más que complementa a la estructura de la organización. Pero sobre todo se utiliza para evitar que la causa se congele entre sus seguidores y mantener viva la tensión entre los terroristas y las instituciones. Es un impacto terrorista menos intenso, pero más constante, el escalón intermedio entre el discurso del odio y el atendado terrorista.

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