Guerra intercultural: queman un Corán con tocino en Suecia y asaltan su embajada en Irak

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Autor: Jose M Puig

Como bien predice la tercera Ley de Newton: “Por cada acción hay una reacción igual y opuesta”. Este efecto científico ha sido nuevamente contrastado en los últimos días en un “experimento social” con base en dos puntos geográficos que distan entre sí 5.500 kilómetros. Estamos hablando de Suecia e Irak.

La puesta en marcha de esta “reacción” da inicio el pasado miércoles 28 de junio junto a la principal mezquita de Estocolmo. La policía sueca autorizaba un acto en el que un hombre de origen iraquí residente en Suecia untó con tocino un ejemplar del Corán. También se limpió los zapatos arrancando sus páginas y acto seguido le prendió fuego ante una fuerte presencia policial coincidiendo con la celebración del Eid al Adha,  también conocida como la fiesta del cordero, que conmemora la voluntad de Abraham de sacrificar a su hijo por obediencia a Dios hasta que este interviene y le ofrece un cordero en su lugar.

Este particular espectáculo fue amparado bajo la libertad de expresión en el país europeo pero condenado en numerosos países musulmanes como Marruecos, Arabia Saudí, Irán o Egipto.

“Es legal, pero no idónea”, afirmó el primer ministro sueco, Ulf Kristersson, en alusión al acto

La resaca del show incendiario se replicó al día siguiente de forma extremadamente violenta en Bagdad. Decenas de personas asaltaban el edificio de la embajada de Suecia, siguiendo el llamamiento del poderoso clérigo chií iraquí Moqtada Al Sadr. Incluso, en esa furia de llamaradas, algunos manifestantes prendían fuego a la bandera con los colores del arco iris que representa a la comunidad LGBT a la vez que muchos sostenían el Corán vociferando: “Sí, sí al Corán”.

Guerra intercultural y clima prebélico

A día de hoy, no podemos predecir si el episodio de la quema del Corán podrá ser históricamente tratado como un “caso aislado” o como un condimento de un caldo de cultivo con cierto tufo belicista.

Lo cierto es que por un lado, la opinión pública está claramente influenciada por fuerzas políticas extremistas muy polarizadas que tratan de inyectar su ideología entre los fieles a cualquier coste. Por otro, la ciudadanía europea cada vez es más irascible frente a la extensión de culturas extranjeras en su territorio y la relación entre individuos de estas comunidades con los incrementos de las tasas de criminalidad.

En la “cocina europea” de siglo XXI volvemos a detectar indicadores de tendencia a un escenario belicista más que pacifista. La guerra de Ucrania continúa marcando el pulso de “guerra templada” (no fría) entre oriente y occidente. Mientras se desarrolla este tira y afloja, la sociedad está cada vez más radicalizada y pasa de comentarios en redes sociales a actos públicos donde expresan sus sentimientos.

A todo ello hay que añadirle conatos de protestas muy violentas en el suelo europeo como las que se desarrollan en Francia después del fallecimiento del joven Nahuel de 17 años en el transcurso de una intervención policial en Francia. Actos sobre los que podemos especular que podría existir mucho interés debido a las consecuencias de desestabilización que conllevan tanto por el desgaste político como por el despilfarro de recursos del Estado en controlar estas guerras urbanas.

Es pronto para pronosticar las consecuencias que desencadenarán todos estos actos violentos. El caso es que si alguno ha leído el libro de Historia del Siglo XX de Eric Hobsbawm o, sin ir más allá, visto algún documental de Netflix u otra plataforma sobre hechos acontecidos en los últimos 100 años se dará cuenta que ni el mismísmo Mcfly al volante de su flamante Dlorean podría estar más confuso sobre si ha viajado al futuro o a un pasado tuneado.

Jose M Puig

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