El timo del pariente

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El estudio de los timos es un objeto de estudio más interesante dentro de la delincuencia. El timador, para alcanzar el éxito, depende únicamente de tres cosas: del acierto en la elección del “primo”; de su capacidad de ser actor y de la eficacia de “su cuento”. Todas estas  habilidades están relacionadas con la inteligencia, que se mantiene invariable en el tiempo. Por ello, no es una sorpresa constatar que los timos evolucionan menos que otras formas de delinquir que necesitan “herramientas”, porque les basta a los timadores con ponerse al día en las nuevas tecnologías, como sucede con las estafas.

El primer timo del pariente que conocemos – esta puntualización es muy importante, porque puede aparecer cualquier documento anterior que pruebe un retroceso temporal- es un poco anterior a la época de la Revolución Francesa (1789). Aparece en el libro “Historia de Zorrastrones”, publicado en España en 1822, que, a su vez, es traducción de otro francés, que recoge timos, estafas y robos además de otros sucesos curiosos, que no llegan a ser delictivos. Su contenido responde a los últimos 30 años del siglo XVIII en Francia.

El  “cuento” reúne unos caracteres novelescos y toca de tal manera la sensibilidad de la víctima, que ésta, en pocas ocasiones, se resiste a lo principal, o sea, a entregar dinero, en confianza eso sí, al nuevo pariente. La historia ha sufrido, como es natural muchas modificaciones y adaptaciones hasta llegar a nuestro días. Lo que no es obstáculo para que, en lo esencial, sigua siendo el mismo. Me permití hacer una prueba en una de mis clases: he leído el cuento a mis alumnos, simplemente adaptando su lenguaje al actual. La mayoría de ellos  reconocieron el tipo de timo. Todos lo situaron, sin dudar lo más mínimo, en el siglo XX.

El desarrollo del timo se estructura, como todo buen relato que se precie, en cuatro partes: introducción con la presentación de personajes, el nudo o cuerpo, el desenlace y la conclusión.

a) Introducción

En un pueblo de Francia, un cura se disponía a comer al aire libre, cuando se le presenta un criado y le notifica que ha llamado a la puerta una mujer, diciendo ser prima suya y que quería hablar con él. El cura manda que entre. A partir de este momento, se desarrolla la parte inicial del timo: la timadora intenta que el “el primo” crea que, efectivamente, son parientes. Para ello, recurre a una técnica, que suele dar muy buenos resultados: por una parte se le dice que es difícil que la reconozca por el paso del tiempo y por otro, se le abruma con detalles, anécdotas y cosas de la familia. El cura se esfuerza por hallar algún parecido físico con la prima que dice ser, e intenta llegar a la conclusión de que efectivamente es su pariente, convencido por ese aluvión de datos y detalles, a veces, muy íntimos de su familia.

b) El nudo

Reconocida, al fin, como verdadera “pariente”, se entra en la segunda parte del timo. La pregunta normal sería “¿Qué te trae por aquí?”. A ello responde la timadora con el cuento. La timadora lo primero que tenía que hacer es justificar por qué estaba allí. Tenía que hacer creíble el motivo de su viaje. Por ello, explica había venido a cobrar una herencia como a dos leguas de aquel pueblo. ¿Por qué se ha desviado hasta donde vivía el cura?, Había una explicación muy fácil. Había salido del pueblo en que ella vive -¡qué vaya casualidad!- cercano al del padre del cura. Ella vivía enfrente de otro tío de él. Por ello antes de ponerse de viaje, se desvió por el pueblo del padre para preguntarle si quería algo para su hijo. Y aquí se llega a lo principal del cuento:

“A esta noticia se puso a llorar el buen viejo, y me respondió: Diréis a mi hijo que nuestro pleito está para sentenciarse; pero que el procurador pide aun cincuenta duros para evacuar varias diligencias, que hay que practicar antes de la sentencia definitiva”.

Ni qué decirse tiene que la timadora ha vuelto a dar en el blanco: un larguísimo pleito familiar que tiene amargado al cura, porque lleva años pagando a los abogados de su padre y, nunca mejor dicho, está ya hasta la coronilla de este asunto.

Lo importante es que “el primo” se ha tragado el cuento y el resto ya resulta más fácil. Se entra en una discusión intranscendente ya para el efecto principal. Discusión que versa sobre las posibles “molestias” de llevar una cantidad tan abultada de dinero encima y sobre “la seguridad” del envío.

c) Desenlace

El final de esta historia ya se la están imaginando todos: “En fin, queda convencido el cura con todas estas razones, y al día siguiente hace ensillar su caballo, da los cincuenta duros a su parienta, le confía también unos papeles de mucha importancia para su padre; le encarga hacer mil cumplimientos a su familia y manda a su criado que la acompañe, sin recelar el chasco que le estaba preparando, pues esta solemne bribona se había señalado ya con otras muchas proezas de esta especie”.

d) Conclusión.

Termina el autor con unas consideraciones sobre el “modus operandi”, que no pueden ser más actuales: “Se informaba circunstanciadamente de los nombres y calidades de todos aquellos a quienes quería imponer, indagaba y penetraba hasta las cosas más secretas de las familias. Y razonaba como si hubiera sido la depositaria o confidente en cualquier negocio…Tenía el acierto y travesura….de urdir una narración con todo el colorido del franqueza y de la verdad”.

¿Cuántos primos habrán escuchado – y lo que es peor-  picado con “narraciones” muy parecidas a ésta y que se vienen repitiendo con pocas variantes desde el siglo XVIII?

Martín Turrado Vidal

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