El espíritu de la contradicción

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Escribo este artículo el día 24 de enero por la tarde. Hoy se cumplen 47 años de la Matanza de Atocha: unos terroristas de ultraderecha entraron en un despacho de abogados  de la calle Atocha en Madrid, que es la que dio nombre a la tragedia y dispararon a quemarropa contra todo lo que se movía. Todos conocemos de sobra el episodio dantesco. Yo me encontraba en Madrid examinándome de las oposiciones para Instituciones Penitenciarias que me valieron cuarenta años de cárcel a pulso, sin redención ni cualquier otro beneficio. Hasta casi ayer, que la vida corre muy deprisa. Madrid entero estaba en silencio. Todo el mundo acojonado pensando que la Guerra Civil que aún no se había olvidado, volvía a empezar.

Después de aquel asesinato en masa vinieron más actos terroristas: Inestrillas, los Hermanos Crespo Cuspinera, Antonio Tejero, los Grapos, los Terra Lliure, el Exercito Guerrillero don Povo Gallego Ceibe, el Mpaiac de Antonio Cubillo en Canarias y la esytrella de todos los terrorismos en España,, los etarras que aún colean  – esta misma noche he visto en el telediario al cabrón de Txapote, negándose a declarar en el juicio por el asesinato de Zamarreño.

Me he dedicado profesionalmente al terrorismo muchos más años de los que habría deseado con el coste personal que conlleva. Empecé en esas historia sin tener ni puta idea – le dije a Antonio Asunción cuando me dijo que yo era el perfil que buscaba: nunca he estado en el País Vasco, no sé que se cuece allí y no tengo ni idea de por donde empezar. Las cosas claritas desde el primer momento.

En dos mil tres publiqué un libro que querría regalar al electricista – todos mis respetos para la electricidad que es más difícil que la Filosofía, la Criminilogía y el Derecho juntos- al electricista, repito, que organiza y manda en el PSOE y que afirma rampante en la tele que “todo el mundo sabe lo que es el terrorismo”. No es tan facil y le pongo un ejemplo cercano y actual: los judíos llaman terroristas a Hamás y Hamás llama terrorista a Netanyahu. Todos afirman luchar por su libertad y su seguridad. Margaret Thatcher, vámonos unos años atrás, que en paz descanse, hacia una encendida apología de la guerrilla afgana que peleaba contra los invasores soviéticos. Fueron armados y entrenados por los poderes occidentales y de ahí surgió nada más que Bin Laden y su Al Qaeda tan famosa. Señor jefazo socialista, electricista, sea prudente, no se precipite en sus afirmaciones mitineras.

Creo que se precipita en su afirmación. En ese libro – con más de trescientas citas bibliográficas, “Criminalidad organizada. Los movimientos terroristas”- intento, ayudado de mil y un autores prestigiosos, encontrar una definición unánime del terrorismo. Tarea imposible.

Para empezar  – me he entrevistado con unos setecientos terroristas, criminal arriba o abajo- y ni uno solo reconoce serlo: los que para nosotros son terroristas, si hablas con ellos, se definen como luchadores por la libertad y por los derechos de sus respectivos pueblos en todos los casos.  Tampoco los estudiosos del problema se ponen fácilmente de acuerdo. Bruce Hoffman – A mano armada-. Walter Laqueur  – Una historia del terrorismo-. González Calleja, Raymond Aron, Alex P. Schmid – Politicas del miedo-. Jan Naverson – Terrorismo y moralidad- Brian Jenkins  – Estudio sobre el terrorismo- y muchos más, que no me quiero tirar ni un solo pegote de ser sabihondo, han intentado definir de manera completa el terrorismo sin lograrlo.

Desde mi inutilidad de funcionario estatal que se dedicaba a eso, también yo intenté una definición, usando a todos estos maestros y a alguno más: “El terrorismo es un método de combate, un modo de pelea, una froma de comportamiento político ilícito, consistente en el uso sistemático de la violencia o en la amenaza cierta de ella. Lo practica un actor fundamental racional uando pequeños grupos conspirativos con el propçosito de manipular actitudes política, mediante la creación de un estado generalizado de zozobra y terror. Su fin es desestabilizar al que considera enemigo y su fin último es el acceso al ejercicio del poder”. Ahí está y no soy yo el inventor que me he pasado días y días buceando en las afirmaciones de los que saben.

Günter Jacobs, famoso penalista, cuño en los ochenta una frase afortunada “El Derecho Penal del enemigo”. Ese derecho, preventivamente, mantiene y potencia normas y permite que, cualquier medio disponible, sea usado para castigar a quienes considera enemigos sociales. La Criminología Crítica insiste en ese concepto nefasto cuando habla de que el poderoso establece e impone sus normas con el fin primordial de mantenerse en el poder.

Si Jacobs viviese ahora tipificaría, sin ninguna duda, el  Derecho Penal del amiguete” o del cómplice o del coautor. Se moodifica, se redacta, se crea un Código Penal  a la medida de las necesidades y los gustos que tiene nuestro amiguete, nuestro cómplice, el que nos ayda a mantenernos en el poder. ¿No le gusta a usted la sedición? La quitamos. No le gusta la malversación. La quitamos también. ¿No le gustan a usted las imputaciones judiciales al tsunami democratic?  Pues metemos en la amnistía con calzador – ya lo hemos usado muchas veces antes-  y nos inventamos algo que no he oído en mi vida  – insisto: muchos años dedicado al terrorismo, lean las memorias de Juan Alberto Belloch, “Una vida a larga distancia”- : el terrorismo amnistiable incluso a priori, salvo para personas que, de forma manifiesta y con intención directa hayan causado violaciones graves de derechos humanos”.  Aqui tenemos una norma vaga, difusa, interpretable de mil maneras para que los abogados hagan salir por la gatera a todo el que defiendan bien. Ya tenemos términos a los que agarrarnos para pleitear: de forma manifiesta, con intención directa, violaciones graves…… El terrorismo descafeinado se acaba de inventar. mecagoentoloquesemenea.

Esto me devuelve al paleolítico. Recuerdo que recién tomada posesión como director de Nanclares de la Oca, me pasaron un expediente disciplinario a una interna – me acuerdo perfectamente de su nombre y de la profesión que ejercía en la calle- en la que se le imputaba una Falta Muy Grave por actos gravemente contrarios a la moral y a las buenas costumbres. Tiré el expediente a la papelera y no sé si cometí infidelidad en la custodia de documento público. Ha prescrito, hace 33 años de aquello. La mucha, se había hecho un sujetador de macramé y tomaba el sol  – un milagro en aquel sitio gélido- en el patio de la cárcel. Claro, al ser de macramé, dejaba a la vista alguna pequeña porción de su abundante  pecho. Ahí tiene a la norma difusa, vaga e indeterminada. ¿Cuál es la moral a aplicar? ¿Cuáles las buenas costumbres? ¿Cuál es el acto grave? Pues lo mismo es la norma pactada con los Junqueras y los Puigdemones, esa que le ha valido a Page que lo corran a gorrazos y lo sitúen, en el extraradio del socialismo patrio.  A ver – tengo auténtica curiosidad- por presenciar en primera fila, antes de que me visite la Parca y me lleve por delante, hasta donde somos capaces de llegar para permancer en el poder durante cuatro años. Eso si. Todo adobado con el interés general y el patriotismo más bananero posible.

Cambiando de tercio, en mi artículo de hace solo un par de días, hablé de los estafadores del amor. Esos que se hacen pasar por rendidamente enamorad@s, para sacarle la pasta al pringao. Me escribe mi buena amiga Rosalía Rodríguez, mujer espectacular y con una cabeza excepcionalmente amueblada, Catedrática de Derecho Romano de la Universidad de Almería.

No ohay nada nuevo bajo el sol, Manuel  – dice Rosalía-. En el siglo V, Salviano de Marsella, en carta al obispo Salonio, refiere que muchas personas entregan vastas riquezas a extraños que actúan como depredadores, cuando esas riquezas se podrían haber destinado  a su esperanza y salvación divina. Tengo una obra  – no quiero agobiar con citas- en la que determinada orden frailuna especializaba a frailes en captar fortunas de viudas ansiosas de asegurarse el cielo.  La Iglesia ha sido una auténtica especialista en acumular riquezas que no eran suyas con el cuento de la salvación del alma. Los cazadores de herencias,los estafadores de moribundos – la situación de soledad e infensión de que hablaba en ese artículo-  los timadores especializados en la captación de patrimonios mediante la manipulación psicológica, han existido desde que el  mundo es mundo.

Manuel Avilés

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