El delegado del Gobierno en Madrid elogia a los proetarras de Bildu

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Las recientes declaraciones en un desayuno informativo del delegado del Gobierno en Madrid, Francisco Martín, ensalzando a Bildu, formación política usufructuaria de la banda terrorista ETA son, cuanto menos, repugnantes. Martín, presentado por el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, aseguró que los herederos de ETA “han hecho más por España que todos los patrioteros de pulsera”. Las 853 víctimas mortales de los etarras aún están revolviéndose en sus tumbas.

Como representante de una institución gubernamental se espera que el delegado o el subdelegado del Gobierno de un territorio actúe de manera imparcial y respete los principios éticos. Sin embargo, las miserables declaraciones de Francisco Martín han confirmado que carece de objetividad y por supuesto de autoridad para desempeñar el cargo con decencia.

Vomitivo

Si la actitud de Martín provoca el vómito, la del ministro y su secretario de Estado de Seguridad le van a la zaga. Ni desautorizaron ni mucho menos cesaron al delegado del Gobierno blanqueador de los proetarras de Bildu. Al contrario. Fernando Grande-Marlaska (nacido en Bilbao en 1962 con el nombre de Fernando Grande Gómez), le confirmó en el cargo y guardó silencio cómplice…, acaso porque es de la misma opinión. Un ministro que ya no puede asistir a los actos públicos de la Policía y la Guardia Civil sin recibir una granizada de abucheos y silbidos que pretende acallar amordazando en vano a los agentes, con la ayuda desesperada de sus cúpulas corporativas vicarias.

Así, el delegado del Gobierno no ha sido cesado porque, en definitiva, dijo por su boca lo que piensan en el ministerio y en Moncloa. Les importa verdaderamente poco la seguridad. Madrid es una capital donde la criminalidad se dispara, pese a los manejos estadísticos en la planta noble del Ministerio del Interior, consentidos por una buena parte de los principales equipos directivos de las FFCCSE que se tapan la nariz para no contrariar al jefe que les da las canonjías del nivel 30 de la Administración. Hay, no obstante, revuelo y codazos entre los uniformados con bastones cruzados en las hombreras ante los previsibles cambios que se pueden avecinar. Más de uno se acostará pisando moqueta y se levantará con deshonor por mucho metal que lleve colgado en el pecho.

Vileza

La delincuencia anega las calles de las ciudades. Los balances oficiales ya no pueden ocultarlo, pese al maquillaje artero. Las violaciones han subido un 53%, las tentativas de homicidio un 44 %, el tráfico de drogas un 14%, los delitos de lesiones y riñas tumultuarias un 31,8%, la cibercriminalidad un 72%… En este escenario, el delegado del Gobierno de la capital del país toma el micrófono y, sin rodeos, dice urbi et orbi que los herederos de la banda criminal ETA han hecho más por España que cualquier ciudadano que lleve la bandera en la pulsera o en cualquier otro lado. ¿Cabe mayor vileza?

La politización de las instituciones es un problema que afecta gravemente a la credibilidad de la política en general. Los ciudadanos desean ver que sus representantes trabajan por el bien común y no para intereses personales ni partidistas. Un delegado o un subdelegado del Gobierno debe ser una figura neutral y equilibrada que promueva la convivencia pacífica y garantice el cumplimiento de la ley. Sin embargo, las intolerables declaraciones de Francisco Martín vienen a recordarnos que este tipo de personajes no ejercen de reguladores cabales sino de siniestros comisarios políticos que luego tienen la desfachatez de ofenderse cuando les gritan “que os vote Txapote”.

(*) Ricardo Magaz es profesor de Fenomenología Criminal en la UNED, ensayista y miembro de la Policía Nacional (sgda/ac)

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