Crimen y castigo: el secreto

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Columna de Ricardo Magaz en h50 Digital Policial. “CRÓNICAS DEL NUEVE PARABELLUM”.

… si nos dices quién mandó matar a Isabel Carrasco te curamos del virus, me susurró al oído la enfermera a media noche en el hospital, después de suspirarme su nombre. Quedé sacudido por la proposición inesperada. Desde la cama apenas pude ver a la mujer, cuyo rostro permanecía indescifrable detrás de la mascarilla y la pantalla facial. Pese al desconcierto, reaccioné desesperado: ¡Sí, cúrame y compartiré contigo el secreto. Te lo juro. No puedo morir…!, balbucee mientras ladeaba tembloroso el tubo del oxígeno.

Tiempo después me dieron el alta, desmejorado, pero con ganas de pelear las nuevas batallas de la vida. Antes de abandonar el pasillo de la sexta planta, me acerqué nervioso al control: … aquí no hay ninguna enfermera que se llame Adela, me contestó seguro de sí mismo el neumólogo que acababa de firmar el informe médico.

Y en esas historias estaba cuando desperté bañado en sudor. Seguía en la tremenda soledad de la habitación 625 del hospital central. Eran las cinco de la madrugada. Las burbujas del oxígeno repiqueteaban como tiros de palomitas y el gotero salpicaba poco a poco mi vena acribillada por los pinchazos. En la oscuridad, la puerta de la 625 se entreabrió ligeramente. Una punta de luz proyectó medrosa su matiz sobre las baldosas… Donde una puerta se cierra, otra se abre. ¿¡Adela!?

(*) Ricardo Magaz es profesor de Fenomenología Criminal en la UNED, ensayista y miembro de la Policía Nacional (s/a)

 

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