Análisis policial sobre delitos sexuales: “Más del 95% de las víctimas son mujeres”

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En vista de la gran acogida que tuvo mi primer artículo, enfocado al tratamiento de mujeres denunciantes por violencia de género, he optado nuevamente por seguir la estela y, por qué no, el formato de la publicación inicial. Me arriesgo a ser tachado de poco original, cosa que
asumo encantado, pues con anterioridad he llevado a cabo un balance de costes y beneficios (siempre hay que ir sobre seguro, ¿verdad?). La balanza, por si alguien todavía lo dudaba, se decantó del lado de mantener el estilo, así que allá voy.

La estructura que seguiré en la redacción pivotará sobre tres preguntas, a las que pretendo dar respuesta a lo largo de estas líneas: en primer lugar, abordaremos el quiénes, o sea, las personas involucradas en las infracciones penales de esta índole. En segundo, el dónde:
lugares susceptibles de aparecer como escenas del crimen. Y en tercer y último lugar, el cómo actuar.  Aquí será cuando emplee el sistema de la enumeración para brindar algunas pautas de trabajo que, espero, puedan ser de gran utilidad.

Como aspectos iniciales, a tener muy en cuenta, aparecen las coincidencias entre el perfil de la denunciante en violencia de género y aquel de la persona víctima de delitos de índole sexual (¿Quiénes?). Recordemos que en la primera tipología – violencia sobre la mujer en el ámbito
de la pareja – el sujeto pasivo siempre es una mujer y el sujeto activo, un hombre.

En el presente análisis (libertad sexual), si dejamos de lado los ataques a la integridad de menores – en los que sí nos podemos encontrar a varones, normalmente abusados por parte de personas del mismo sexo, todo sea dicho -, la inmensa mayoría de denunciantes serán, también, mujeres. Echando la vista atrás, en algo más de cuatro años en esta especialidad delictiva, solamente me he encontrado con un par de casos (así, que recuerde) de hombres denunciantes. En ambos, por cierto, el presunto autor era de idéntico sexo.

Soy consciente de que la experiencia personal carece, por norma general, de validez científica. Sin embargo, el Balance de Criminalidad que publica el Ministerio del Interior cada año apunta que, en 2018, la Policía Nacional tuvo conocimiento de un total de 225 delitos contra la
libertad sexual en Málaga capital. De éstos, un servidor investigó aproximadamente tres cuartos (todos, a excepción de aquellos que presentan víctimas menores de edad, cuya competencia es del Grupo de Menores). Solo tenéis que sacar la calculadora y hacer un par de sencillas operaciones para concluir que el porcentaje de mujeres víctimas de estos delitos sexuales se sitúa en más del 95% del total.

Las mujeres conforman más del 95% de las víctimas de delitos sexuales

Por tanto, tenemos como elemento principal compartido en una proporción elevadísima, entre violencia de género y sexual, el sexo de víctima y victimario. Pero las equivalencias no acaban aquí, ni mucho menos. Otra de gran peso, sobre todo a la hora de desarrollar la investigación policial que sigue a la denuncia, es el escenario en que ocurren los hechos (¿Dónde?): se trata de conductas penales que acontecen, habitualmente, en un contexto íntimo o privado. Ya sea entre las cuatro paredes de la habitación de un domicilio particular, o en la vía pública, donde se suelen buscar zonas despobladas y poco iluminadas; nos encontraremos con una ausencia absoluta de testigos. Se trata de ilícitos que, por desgracia para quienes nos dedicamos a esto (por la dificultad de prueba en la ulterior fase judicial), ocurren lejos de la mirada de terceras personas.

Con esto ha de bastar para situarnos y entrar de lleno en materia. A continuación enumeraré los aspectos que siempre intento tener presentes cuando abordo una declaración de este tipo, sin ánimo de ser exhaustivo (¿Cómo actuar?). El formato, como adelantara en la introducción, será el de enumeración (en este caso, cinco apartados solamente). Comenzamos.

PRIMERO.- Los primeros momentos son claves, más aún si el delito acaba de ocurrir. Por supuesto me refiero a aquellas víctimas que reclaman el auxilio de las Administraciones de manera inmediata, o al ciudadano o ciudadana que se encuentra a la mujer, desamparada, e inmediatamente da cuenta del hecho. En realidad, hay múltiples formas de tener noticia – oficial – de lo ocurrido: tampoco es infrecuente que la mujer se presente, directamente, en un centro médico o en la comisaría.

El aspecto coincidente ha de ser, en todo caso, el factor tiempo o la inmediatez del suceso traumático. Dicho esto, el contacto inicial será – para bien o para mal – de una importancia capital. A ser posible, intentaremos que la primera entrevista la mantenga una funcionaria y, esto ya sería para nota, que fuera ella misma quien le tomara la posterior declaración.

Si por motivos operativos no puede ser, se intentará reducir al máximo el grado de exposición de la víctima, al objeto de salvaguardar su intimidad. Para ello buscaremos ubicarla en un lugar privado, seguro, propicio en cuanto a ambiente; evitando zonas de paso y sobre todo, que tenga que explicar lo sucedido a varias personas. Con una, a ser posible, basta.

Alguno o alguna dirá: “Con una te refieres  a la Policía, porque luego tiene que explicar lo sucedido a la ginecóloga y al médico forense, como mínimo”. La propuesta que os hago es la siguiente: que la exploración se lleve a puerto en unidad de acto, es decir, en una suerte de entrevista conjunta. Aquí, sin embargo, no debemos excedernos en el número de personas presentes.

Yo pondría en tres el límite, personalmente (forense, ginecóloga y policía). Para terminar con este epígrafe, os confesaré que esta última idea no es mía original. No es mi intención atribuirme logros ajenos.

SEGUNDO.- Al hilo con el punto anterior, intentaremos facilitar a la víctima todos los detalles de los pasos a seguir. En los momentos inmediatamente posteriores al hecho, el miedo y la incertidumbre estarán, por desgracia, muy presentes. Para contrarrestar sus efectos, una
buena dosis de información y trato exquisito.

Empezaremos por explicarle que nos encontramos ante conductas perseguibles sólo a instancia de la perjudicada, es decir, previa denuncia. Ella, y solo ella, tendrá la última palabra en lo que se refiere a las actuaciones policiales. Aquí, por razones obvias (concretamente para salvaguardar vestigios biológicos y evitar victimizaciones secundarias), será válida la denuncia verbal: con que ella nos manifieste su intención, activaremos el protocolo y será explorada por profesionales de la salud y las ciencias forenses.

PN/Archivo

En resumidas cuentas, le diremos, en un lenguaje claro y comprensible, todo lo que ocurrirá si se decide por la vía de la denuncia. Os pongo un ejemplo: “Ahora se avisará al médico forense para que venga y te explore. Tomará muestras para intentar identificar al autor o autores, valorará las lesiones y hablará contigo sobre lo ocurrido. Estarás en muy buenas manos, son grandes profesionales. Yo te acompañaré todo el tiempo. Cuando terminemos, si no estás muy cansada, te llevaremos a comisaría para prestar declaración con los especialistas. Ya verás qué bien te atienden”. Se trata de una conversación reducida, pero que a grandes rasgos representa la explicación detallada de la que hablo. La información es el mejor remedio para la incertidumbre.

TERCERO.- Empatía, mucha empatía. Se trata de intentar ponerse en su lugar, de escucharla atentamente, de no cuestionarla, de agarrarle la mano si ella lo pide… Un atentado contra la libertad sexual es de las conductas más graves que nos podemos encontrar. Por tanto, se hace
necesaria una sensibilidad extraordinaria en la intervención con estas mujeres.

CUARTO.- Sinceridad absoluta desde el minuto uno. Sobre todo, si la declaración la va a realizar un hombre, como podría ser mi caso. Una aproximación inicial, en un tono cercano y comprensivo, sería una buena estrategia: “María, cuando estés preparada necesito que me
cuentes lo ocurrido. Sé que soy hombre, pero a mi favor cuento con mi amor por este trabajo. Ayudaros es lo que más feliz me hace. Dicho esto, sí te adelanto que vamos a tener que entrar en los detalles: qué te hizo, cómo lo hizo, recorrido que seguiste hasta llegar allí, con quién estuviste esa noche, a quién le contaste lo ocurrido inmediatamente después, si has lavado o no la ropa que llevabas, etc. Con esto quiero transmitirte que cualquier dato, por insignificante que parezca, podría ser esclarecedor. Si necesitas parar, paramos; si quieres fumar, le pedimos un cigarro a Alvarito y salimos a fumar; sea lo que sea, solo tienes que pedirlo. Dime cuando estés lista y empezamos.”

En esta línea, por regla general y en todo caso en conductas ocurridas en vía pública, será necesario desplazarse con la mujer al lugar para hacer una reconstrucción de los hechos in situ. Se trata de buscar indicios que permitan la identificación del presunto autor o autores (en
el supuesto de que éste sea desconocido), como por ejemplo la presencia de cámaras de vídeo-vigilancia en el recorrido seguido por ella.

Fuente Rtve

QUINTO.- Cercanía, mucha cercanía. Mirarla a los ojos, acompañarla en los gestos, seguir de cerca su relato. Cuando empecé el diálogo inventado en el punto anterior, lo hice con un nombre de pila a propósito: María. Es fundamental que nos dirijamos a ella por su nombre, que pueda sentir que su caso nos preocupa, que vea en nosotros un apoyo real. Sé que es mucho pedir, pero ellas no se merecen menos.

Cada 5 horas se denuncia una agresión sexual con penetración en nuestro país

Hasta aquí mi aportación en esta materia que, a día de hoy, se erige en un problema de alcance social. Las cifras oficiales son contundentes en este sentido: en España se registra una denuncia por violación cada cinco horas. Lo que básicamente viene a ser que una mujer, cada 5 horas (media jornada laboral, para que os hagáis una idea clara), pone en conocimiento de las autoridades un ataque contra su libertad sexual en la modalidad más grave que se conoce (agresión sexual con penetración). Imaginaos si contabilizamos también los abusos y acosos
sexuales, por ejemplo. Mejor ni pensarlo.

En definitiva, se requiere de profesionales formados e implicados, que lleven la empatía por bandera y consigan que estas víctimas se sientan cómodas si deciden denunciar. Pongamos todo de nuestra parte para brindarles los recursos y la confianza que necesitan. Por ellas.

Álvaro Botias Benedit

Autor del libro “La lucha contra la violencia de género”

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