A propósito de la violencia, del género, del sexo, de la igualdad, de la hipocresía, de la polémica constante y del sentido de posesión

Un artículo de Toni Sanz, Secretario de POLITEIA

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Cierto es que la convivencia entre iguales se hace a menudo difícil, y donde muchas veces surgen conflictos. No entraré en detalle sobre la naturaleza de esos conflictos porque pueden ser muy variopintos.

Desde tiempos ancestrales el hombre, toda vez que adquiría una edad y unas condiciones físicas óptimas, estaba destinado para trabajar en busca de alimento y ofrecer seguridad a su familia y poblado. La mujer en cambio, se encargaba de la crianza y educación de la descendencia. Es decir, había una armonía más o menos sólida en los roles a desempeñar.

Los roles que machos y hembras desarrollan en la naturaleza los ha llevado a evolucionar o desaparecer, fruto del reparto de papeles entre ambos sexos.

Cierto es que no hay un rol para el macho y otro para la hembra predefinido, sino que cada especie ha evolucionado creando sus propias estrategias.

El ser humano ha llegado hasta hoy gracias a los roles que ha ido sosteniendo para ambos sexos, con sus virtudes y sus defectos.

Nuestra gran virtud, lo que nos diferencia del resto de los seres vivos, mamíferos o no, es nuestra capacidad de razonamiento y de adaptación al medio. Incluso nos diferenciamos en nuestra capacidad de adaptar el propio medio a nuestras necesidades.

La evolución, visto como los constantes cambios que realiza el ser humano para mejorar su situación sanitaria, social, etc. nos ha conducido, con mayores o menores aciertos, hasta nuestros tiempos. Por eso es posible que hayan sido más nuestros aciertos, porque hemos llegado a convertirnos en la punta de la pirámide evolutiva.

Fruto de esa capacidad humana, las distintas sociedades van eliminando esos estereotipos. Unas culturas más que otras, aunque algunas por desgracia parece que no han evolucionado nada.

Suertudamente para nosotros, los españoles, a los que va dirigido principalmente el presente artículo, hemos llegado a un nivel de igualdad entre hombres y mujeres muy elevado y equitativo. Aunque paradójicamente no parece que las instituciones remen en ese sentido.

Siempre habrá “desigualdades”, aunque no deberíamos llamarlas así, sino diferencias. Pero esas diferencias no tienen por qué ser negativas, sino todo lo contrario. Lo importante en cualquier relación, tanto en el ámbito privado como en lo social, es la complementación. Ninguna persona es exacta a otra, ni física, ni psíquicamente, por lo que resulta de cajón advertir desde ahora mismo que no todos los individuos responderán de la misma forma a un estímulo o serán capaces de realizar una tarea de igual manera; incluso muchas veces ni siquiera serán capaces de realizarla.

Pero esto es la sociedad, un cúmulo de individuos de lo más variado, con características distintas, que nos deben llevar a desarrollarnos con algunas diferencias. ¿Eso implica que unos sean mejores que otros? Pues no.

Estaremos de acuerdo que el sexo femenino y el masculino son diferentes, y lo son tanto físicamente como fisiológicamente. Los hombres por desgracia no podemos saber qué se siente al llevar a tu propio hijo en tu interior, ni dar a luz. Eso es un hecho irrefutable y que solo puede experimentar el sexo femenino. Pero ojo, estamos ante una diferencia, no una desigualdad.

Y como estas diferencias, otras: las hormonas, la musculatura, la fuerza, la velocidad, la resistencia; son características que nos diferencian los hombres de las mujeres. No voy a entrar en detalles biológicos porque resulta obvio.

Sin embargo, ¿esto quiere decir que solo los hombres pueden hacer tareas que requieran esfuerzo físico? La respuesta es no.

Como vengo defendiendo desde siempre, la igualdad debe basarse en la plena libertad de escoger o realizar cualquier actividad que tengas por conveniente, como escribir un libro, cocinar, jugar al fútbol, escalar una montaña, coser una prenda…

¿El sexo masculino está mejor dotado físicamente?. A priori uno puede pensar que sí, pero claro, como decíamos más arriba la mujer está mejor dotada físicamente para dar a luz y dar de amamantar a su descendencia, como ejemplo más evidente.

No vamos a ser tan tontos de negar la mayor, ya que existen mujeres que físicamente están mejor dotadas para el esfuerzo físico que muchos hombres. Por eso, pese a que en conjunto no sea así, debemos tratarnos como individuos iguales, y que sean las diferencias personales, tanto físicas como psíquicas, las que nos lleven a desarrollar una actividad u otra en plena libertad.

El cometido principal de cualquier ser vivo es la supervivencia, y eso lleva indefectiblemente a conseguirla mediante la perpetuación. Y de momento, eso se consigue de la unión de un gameto femenino y uno masculino.

¿Esto quiere decir que todas las mujeres deban ser madres?. La respuesta es no, en eso se basa la libertad. Afortunadamente en nuestra cultura eso es así, no por desgracia en otras. Y lo mismo podemos advertir de los hombres, no todos tienen la obligación de fecundar un óvulo. Sin entrar en que hay personas que por algún tipo de disfunción no pueden generar descendencia.

Reitero que para que una sociedad avance, sea justa y viva en armonía, debe aprender a vivir con las diferencias de cada uno de sus miembros.

Por eso creo firmemente en que no se pueden generar políticas destinadas a favorecer a un determinado sexo, porque eso implica a bote pronto incumplir los artículos 1 y 2 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos (DUDDHH) y el artículo 14 de nuestra Carta Magna, donde se dice que todas las personas somos iguales sin que, entre otras, pueda existir distinción por razón de sexo.

Esas políticas, junto a otras que veremos a continuación, nos llevaran a polarizar el asunto de una manera muy fuerte, manejándonos siempre en la polémica.

No se puede sostener la afirmación de que hombres y mujeres somos iguales, para a renglón seguido establecer y defender políticas de discriminación, mal llamada positiva. Porque toda discriminación es negativa por definición.

Para el acceso a un lugar de trabajo no pueden reservarse plazas a un sexo en concreto, en este caso al femenino, para absurdamente llegar a una paridad. Habrá paridad en un trabajo cuando en igualdad de condiciones apruebe el mismo número de hombres y de mujeres. Si somos iguales, ¿qué más da que hayan 10 o 100?

Obviamente en un determinado puesto de trabajo existirá un porcentaje de hombres y mujeres en proporción al porcentaje de hombres y mujeres, con la aptitud requerida, que se presenten.

Lo que hay que hacer son políticas destinadas a no estigmatizar un lugar de trabajo, como podría ser la enfermería, trabajadoras de una residencia, etc. donde la mayoría son mujeres, o en una obra en vía pública, donde la inmensa mayoría son hombres.

Esa política discriminatoria, entra en confrontación de que hombres y mujeres somos iguales. Si somos iguales, ¿por qué discriminan? ¿Por qué si somos iguales, se exigen unas pruebas físicas superiores a un varón que a una mujer?

La igualdad debería ser que cualquier persona, independientemente de su género u orientación sexual, pueda acceder a cualquier trabajo o lugar, en igualdad de condiciones. Siendo la capacidad y el mérito los únicos condicionantes.

Lo contrario hace un flaco favor a la mujer, indicando que si no se la ayuda, no será capaz de acceder a un lugar determinado. Es, paradójicamente a lo perseguido, una minusvaloración.

Creo que todo el mundo convendrá que cualquier puesto de trabajo debe ocuparlo la persona mejor preparada.

A veces bromeo cuando oigo decir muy a menudo a mujeres, que ellas son más listas que los hombres. Entonces les digo que, por esa regla de tres, si a una mujer para acceder a un puesto de trabajo como funcionaria de policía le exigen unas pruebas físicas de menor exigencia que a los hombres, ¿por qué a los hombres no se nos hacen exámenes teóricos más sencillos?

Esto que parece una broma, al final no lo es. En realidad, es un foco de polarización, de claro rechazo a la igualdad.

Imagínese usted señor o su hijo, que ha luchado lo indecible por cumplir su sueño de ser policía o bombero, y que finalmente obtiene un resultado superior al de una mujer (aun con las pruebas físicas de mayor exigencia), que debe cederle su puesto, quedándose fuera apelando a la igualdad.

¿Esto es justo? ¿Es igualdad? Entiendo que es denigrante para el hombre y denigrante para la mujer en general. Incluso perjudicial para la sociedad a la que va a servir. ¿Y por qué? Porque mis impuestos deben ir destinados a la eficiencia, a las personas mejor preparadas, que son quienes darán mejor respuesta. ¿A caso alguien cree que, si una mujer bombero saca sobre sus hombros a una persona de un edificio en llamas, ésta la va a criticar?

Las políticas deben ir encaminadas a que cualquier persona pueda acceder allí donde quiera para el que esté capacitado y cualificado, sin que ello suponga favorecer a nadie en particular.

Esas políticas de favorecimiento para determinados puestos, deben estar diseñadas para personas con algún tipo de discapacidad, porque por sus propios medios sería imposible. Y hacerlo por norma con la mujer, es admitir que tienen alguna discapacidad. Y eso no es así, las mujeres no tienen ninguna discapacidad.

¿Se imaginan que en una carrera de obstáculos a uno de los participantes le retiraran un par de vallas?

Pues en muchos colegios, ante una carrera las niñas salen con antelación, se les da ventaja. Así pues, los varones salen con la idea de que las mujeres son inferiores físicamente. La solución sería obviamente mezclarlos para que gane el mejor o la mejor.

¿Y qué decir de la violencia de género?

Pues aquí nos encontramos con un error de concepto y lo analizamos.

En primer lugar, debemos distinguir qué se entiende por violencia de género según las leyes penales. En resumen, la violencia de género es aquella ejercida por una persona (siempre varón) sobre otra persona (siempre mujer) con quien tenga o haya tenido relación afectiva. Además, se exige que haya habitualidad, y he aquí donde radican los más elementales errores, involuntarios o no, de las estadísticas. Sinceramente pienso que no es un error involuntario.

Así pues, cuando nos encontramos con que un hombre mata a una mujer, sea por asesinato u homicidio, automáticamente la prensa y el ministerio de igualdad ofrecen la noticia como un nuevo caso de violencia machista y de género.

Con esto quiero decir que para dar respuesta a una problemática no debemos hacernos trampas al solitario. No todas las muertes violentas de mujeres provocadas por hombres son violencia machista. Que “haberlas haylas”, pero no todas. Pero ¿Cómo saberlo? Pues solo quienes tienen acceso a los sumarios y los atestados pueden conocerlo, el resto de mortales debemos creer lo que nos dicen desde el ministerio de la verdad.

Pero aquellos y aquellas que nos dedicamos a la seguridad pública, somos conocedores de muchos casos reales y, por tanto, determinadas consignas no nos las creemos, porque nacen de una premisa errónea o falsa.

Desde el punto de vista de la igualdad, esto ya cae por su propio peso, ya que el trato que se da a la violencia intrafamiliar difiere en función de quién es el agresor y quién es la victima (por su sexo). Recordemos los artículos 1 y 2 de la DUDDHH i el 14 de la Constitución Española.

De acuerdo estamos en que existen más muertes de mujeres a manos de sus parejas hombres que a la inversa. Pero esto no puede llevarnos a despreciar los datos. Toda muerte y toda víctima inocente merecen el mismo respeto y consideración. Y esto lo entenderemos bien cuando hablemos, más adelante, de violencia sobre los hijos e hijas, aunque en su día, el CGPJ reconoció que no se contabilizan los filicidios por mujeres en los informes del Observatorio Estatal de la Violencia sobre la Mujer.

Partiendo de la base que los datos son, “curiosamente”, difíciles de obtener e interpretar, aportamos que según datos del Ministerio del Interior, entre el 1997 y 2006 murieron 97 hombres a manos de sus parejas. Entre 2010 y 2012, 17 hombres y 130 mujeres fueron asesinados/as por parte de sus parejas o ex parejas. Entre el 2010 y el 2015 murieron 57 hombres a manos de sus parejas. Entre 2016 y 2018 fueron 22 hombres (12,5%) y 151 mujeres (85,8%). El 1,7% que representan 3 muertes, fueron 2 hombres y una mujer por parejas del mismo sexo.

Como hemos dicho anteriormente, la violencia de género propiamente dicha y según las leyes penales requiere de habitualidad, es decir, que exista un sometimiento más o menos prolongado sobre la víctima.

Si en un momento determinado, surge por el motivo que sea una discusión aislada entre un hombre y su pareja, como por ejemplo el canal de TV a poner, al hombre lo tildaran de agresor y machista, cometiendo alguno de los delitos que recoge el Código Penal, de vejaciones, coacciones, etc. en el ámbito de la violencia de género, artículo 173.2 y por tanto con penas superiores a las de ella.

Si esa discusión sube de tono y se agreden ambos, ocurrirá lo mismo, con penas superiores.

Si la agresión es de tal calibre que al final la mujer acaba falleciendo, los titulares dirán que se ha producido un nuevo caso de violencia machista. Sin entrar en los detalles.

Y he aquí la perversión del asunto. Esta muerte pasará a engrosar las listas de muertes por violencia de género, cuando en realidad no es así.

Recordemos que para denominarse técnicamente violencia de género es necesario que exista sometimiento más o menos prolongado, y una pelea puntual no recoge el tipo penal.

Es como si en una pelea entre un hombre blanco y un hombre negro digamos que se pegan por racismo. Eso lo establecerá un juez, no una ministra o un ministro.

Continuamos diciendo que las muertes de hombres a manos de sus mujeres no son nada despreciables y debemos como sociedad sacarlo a la luz.

El número de casos, no denunciados, de maltrato psicológico de mujeres hacia hombres es mayor de lo que aparece en las estadísticas, sobre todo porque es un tema tabú por temor a que nos tachen de blandengues. Tampoco se denuncian todos los casos porque están convencidos de que se quedarán sin la custodia de sus hijos.

Y aquí viene otro de los ejes principales de lo que está ocurriendo y de las posibles soluciones a la problemática.

Como ocurre en cualquier delito, sea robo, contra la seguridad vial, etc. en el tema de la violencia intrafamiliar también deben abordarse las causas que provocan ciertos comportamientos de los agresores. Esto para nada implica, a priori, que se esté justificando una muerte, pues las eximentes están recogidas en el artículo 20 del Código Penal. Quiere decirse que es crucial conocer por qué se producen para entender el comportamiento, y poder así establecer medidas profilácticas, modificadoras o correctoras, para que no ocurra, o cuando menos minimizar el número de casos o sus efectos.

Como digo, ante una muerte de una mujer provocada por su pareja o expareja hombre, automáticamente se cataloga como violencia de género y ya está, no se profundiza en el móvil del crimen más allá del fallo judicial, para aplicar y establecer políticas en ese sentido.

Revisando las cifras del propio poder judicial, algo más del 42% de las denuncias en violencia intrafamiliar de los últimos años son interpuestas hombres, luego entendemos que se quiere ocultar ese dato para no chafar un relato.

Es evidente de que la violencia que se produce en el ámbito del hogar es mucho más compleja de lo que nos hacen creer. De puertas para dentro, las distintas dinámicas familiares pueden llegar a ser infinitas.

Y eso es porque una simplicidad en aplicación de una norma no soluciona el asunto.

Sin embargo, fijémonos en la perversión del lenguaje, que la violencia de género sensu stricto se trataría de aquella dirigida a otra persona de distinto sexo, por el mero hecho de ser de ese otro sexo. Tanto de hombre a mujer como de mujer a hombre. Lo que se llama misoginia y misandria respectivamente.

Creo que deben distinguirse diferentes casuísticas a abordar, que pueden interrelacionarse entre sí:

  • Sentido de posesión, de una de las partes. Como canta Shakira en Me enamoré “eres pa mi o pa más nadie”.
  • Celos, sobre todo de una de las partes
  • Infidelidad sentimental de una de las partes
  • Machismo / Feminismo
  • Alcoholismo y/o drogadicción en una o ambas partes
  • Economía familiar
  • Problemas con hijos u otros familiares
  • Humillación jurídica. Que creas que no existe justicia y que no veas futuro.
  • Otras

Entiendo que en muchas ocasiones en que una persona (hombre o mujer), asesina a su pareja lo hace no porque sea hombre o mujer, sino porque cree que esa otra persona le pertenece. Se trataría de violencia por sentido de posesión.

Si todos esos hombres que asesinan a sus mujeres, lo hicieran por género, lo hubieran hecho también con sus madres, hermanas, cuñadas, hijas, primas, compañeras de trabajo, etc. Luego es fácil entender que muchos lo hacen porque creen que les pertenecen. Lo mismo que ocurre con las mujeres que asesinan a sus maridos. Por ende, hemos de hacer un ejercicio de cirugía para poder tratar el asunto.

Cuando a alguien, sea hombre o mujer, lo dotas de una ventaja normativa, sabemos que cuando se le presente la oportunidad, la va a utilizar en su favor y en contra del otro.

Imaginemos por ejemplo que usted vive en los bajos de un edificio sin ascensor. Los vecinos de más arriba saben que usted no lo va a utilizar, pero a buen seguro que se lo harán pagar por que lo dice una ley. ¿Justo? Dejémoslo en que es legal.

Pues lo mismo ocurre con las leyes de violencia de género. Hay muchas mujeres que, amparándose en ellas, maltratan psicológicamente a sus parejas hombres. Pero no porque sean mujeres, sino porque les ampara una ley. Y eso, puede ser puntualmente el desencadenante de un comportamiento violento.

¿Y qué decir también sobre la violencia vicaria?

Si a la violencia ejercida sobre hijos e hijas se tipifica como Violencia Vicaria cuando es el hombre quien la ejerce, y sin embargo no hay tipificación específica cuando es una mujer, estamos tratando a los hijos e hijas en desigualdad, porque los niños/as son los mismos/as. Por tanto, bajo la definición de víctimas de violencia de género, los menores huérfanos de madre obtendrán mayores beneficios sociales.

Según el Gobierno actual, basado en sentencias judiciales firmes, entre 2007 y 2022, las muertes de hijos e hijas a manos de sus madres son del 52%, respecto al 48% del hombre. Las últimas muertes de hijos e hijas a manos de sus madres han abierto más la brecha en las últimas semanas del año 2022. Pero sin embargo Save The Children solo se hace eco de los huérfanos de madre.

Uno de los ejemplos más claros de que la violencia no tiene género es el caso de las residencias de ancianos.

Según la OMS en el 2018, en el 13º Día Mundial de Convención sobre el Abuso de Ancianos (WEAAD), el 33% de nuestros mayores sufre maltrato en residencias.

Si a estos datos le incorporamos que el 90% de las personas que trabajan en atención a los residentes son mujeres, pues a la conclusión se llega en seguida. La mayoría de las agresiones o maltratos a nuestros ancianos en residencias las cometen mujeres. No hay más que echar un vistazo a las noticias.

¿Esto quiere decir que las mujeres son más violentas? Pues no, en absoluto. Esto viene a poner de manifiesto que la violencia no tiene género. Y esto se interrelaciona perfectamente con la idea de que hombres y mujeres debemos ser tratados como iguales, con nuestras diferencias elementales.

Por lo que respecta a los abusos, agresiones sexuales y violaciones, debemos exponer o hacer unas reflexiones.

Como punto capital y de partida, diremos que nadie tiene derecho a someter a nadie a agresión o violación, por muy poca ropa que lleve esta.

Cuando yo era un chaval, recuerdo a mi madre (sobre todo ella), que me decía: Cuidado, ¿con quién vas?, no te montes en ninguna moto, vigila con la bebida, ¿vas a ir así?, etc.

Mi madre, como persona obligada a velar por mi seguridad, me martilleaba con consignas dirigidas a protegerme de lo que había ahí fuera.

Todo el mundo, sin excepción, somos vulnerables. Unos más que otros, dependiendo de nosotros mismos y del contexto en el que nos encontremos.

Y como ocurre en cualquier actividad nuestra, adoptamos constantemente actitudes encaminadas a auto protegernos de aquellos males a los que estamos expuestos.

Nos colocamos un casco para ir en moto, instalamos una puerta blindada, una verja en la ventana, un candado en la bicicleta, una alarma, por la noche caminamos por zonas transitadas y con iluminación, etc.

Esto nos lleva a recordar el lema del Gobierno de España que reza así: “Queremos volver solas y borrachas a casa”. Dejando de banda el estupor que produce que un ministerio promueva el alcoholismo entre las jóvenes, se les está alentando a la privación de lo más elemental de cualquier ser vivo, velar por su propia integridad. La pueden atropellar, caerse por un terraplén, estafar, etc.

Para que un hecho delictivo tenga lugar, los dos principales elementos que no pueden faltar son:

  • Sujeto activo, con sus motivaciones y con su capacidad para llevarlo a cabo
  • Oportunidad

¿Por qué un atracador de bancos no atraca ninguno cuando está encarcelado? Efectivamente, porque en la cárcel no hay bancos.

¿Por qué un violador no viola aun estando en una playa nudista? No puede porque, aunque la posible víctima ya está despojada de toda ropa, al estar a plena luz y rodeada de más gente, eso le genera un mayor grado de seguridad a la víctima, y le resulta “imposible” de llevarla a cabo.

Distinto es si en esa misma playa una de las chicas desnudas se queda sola y de madrugada. Y si encima va bajo los efectos del alcohol, su vulnerabilidad se multiplica, y las posibilidades de ser víctima de agresión sexual también. En este caso ya solo es necesario que actúe el violador que se mantuvo allí, cual depredador, observando durante todo el día.

A un chico también lo podrían violar, aunque, siendo realistas, lo más probable que le pudiera pasar es que le robaran o agredieran.

¿Esto quiere decir que esa muchacha no tenga derecho a bañarse sola y desnuda? Para nada, tiene todo el derecho del mundo en hacerlo y no la podemos culpabilizar de ello. El único responsable es el agresor, y en cierta medida la inacción o mala acción de la administración.

Dicho esto, tampoco podemos caer en la ingenuidad de pensar que vivimos en un mundo ideal. Por desgracia y como decía, todos estamos expuestos, todos somos vulnerables.

En este sentido y hasta que la situación sea otra, a nuestras hijas, por lo menos a las mías, les inculcaré una serie de recomendaciones o actitudes que deben incorporar en su día a día, para minimizar su vulnerabilidad, y eso a menudo implicará que aquello que se le diga pueda ser tipificado como machismo. Pero todo hay que valorarlo según el contexto.

Una medida muy extendida son los cursos de defensa personal para mujeres. ¿La violencia es un valor que hay que inculcar? Pues sí, si la usamos como defensa. Pero siguiendo ciertos argumentarios partidistas, ¿por qué tiene una mujer que hacer defensa personal? ¿es que no tiene derecho a vivir sin ser agredida? Claro que sí, ojalá, pero la realidad obliga a comportarse de forma distinta a si viviéramos en el paraíso.

Si yo sé que estadísticamente en una plaza se producen mayor número de robos de móviles que en otro lugar, a cualquier hijo, hija, padre, madre, hermano, hermana, amigo, amiga, le recomendaré que no pase por ese parque, que dé un rodeo.

¿Es que no tiene derecho a cruzar el parque? Por supuesto que lo tiene, pero eso no es motivo para que no trate de advertirle. Porque por desgracia muchas veces poco se puede hacer con los delincuentes.

Y si no tiene más remedio que cruzarlo le diré que vaya acompañado, que esconda el móvil y que lo cruce lo antes posible. Por desgracia vivimos en un mundo donde el riesgo cero no existe.

Además, las personas que van bajo los efectos del alcohol y/o drogas, son mucho más vulnerables a los peligros que las personas sobrias, y eso les convierte en victimas en una probabilidad muy superior, sean hombres o mujeres.

Sobre nuestros menores, debemos informar que el consumo de alcohol y no pocas veces de drogas es muy elevado. A las puertas de los locales de ocio nocturno para menores, se concentran chavales en grupos para hacer botellones. Su estado de embriaguez a menudo es extremo, por lo que si a unas hormonas con patas, que salen su primer día de fiesta con sus colegas, por la noche, y van hasta arriba de alcohol y/o drogas, se convierte en un coctel explosivo. Ambos individuos, llevados por la desinhibición del momento, pueden tener relaciones sexuales, que una vez pasada la resaca pueden arrepentirse. Y muchas veces se produce el arrepentimiento porque esas relaciones trascienden más allá de la esfera íntima, por el uso de móviles con imágenes o videos del momento.

El último caso más mediático, es el de la felación en una discoteca. Partiendo de la premisa que toda denuncia hay que tratarla como veraz, no es menos cierto que todo hemos de ponerlo en su justa medida. Automáticamente los medios saltaron con titulares de presunta agresión sexual machista. Si bien, un hecho que ya se había producido y que fue denunciado a raíz de que saliera un vídeo a la luz pública, hay que investigarlo y ofrecer todos los medios sociales a la víctima; pero también debemos aplicar para con el “agresor”, la presunción de inocencia como nos recuerdan los artículos 11 de la DUDDHH y el 24.2 de la Constitución Española, y no ponerlo en el ojo del huracán y someterlo a escarnio público. Porque lo más probable, a la vista de lo que se conoce, es que haya sido consentido, fruto de la intoxicación, de la euforia, de la desinhibición, de la escasa o deficiente formación en valores, del contexto, y de una inmadurez evidente. Todos nuestros actos tienen consecuencias, y eso hay que inculcárselo a nuestros menores.

Claro, desde el Ministerio de Igualdad les han dicho a las menores que pueden emborracharse y perder el conocimiento o la voluntad, como les ocurre también a los varones, que muchas veces realizan multitud de estupideces y hasta delitos por tener alteradas sus facultades psíquicas.

Según el artículo 20 del Código Penal una persona resulta inimputable si es incapaz de comprender la ilicitud del hecho que realiza (vertiente cognoscitiva) o de actuar conforme a esa comprensión (vertiente volitiva).

Los depredadores, igual que ocurre con la leona o el león, atacarán antes a la gacela que les ofrezca mayores garantías de éxito.

¿Y qué podemos decir también de las muertes por suicidio?

Según el INE, en 2021 se superaron los 4000 fallecimientos por suicidio, de los cuales es tres veces mayor el caso de hombres que de mujeres. Más de una veintena de ellos eran jóvenes, siendo el doble de chicos que de chicas. A esto además le debemos sumar la gran cantidad de personas que quedan con lesiones graves. También reseñar que cada semana se dan 200 casos de intento de suicidio.

De estas 4000 muertes debemos advertir que la inmensa mayoría guardan relación con el ámbito familiar, bien sea la causa por acción o por omisión.

¿Por qué no se destinan campañas y políticas destinadas a esta lacra? ¿A caso esas muertes violentas no merecen protección? Bueno, pues la respuesta parece bien sencilla, porque tristemente no se genera dinero.

Lo mismo ocurre con el abuso infantil. La fundación Vicky Bernadet nos dice: “uno de cada tres niños y niñas padece abuso sexual infantil antes de los 17 años. De estos, un 60% nunca recibirá ninguna ayuda y el 90% no dirá nada hasta la edad adulta”.

Vivimos en un mundo en que parece que no importan las personas, importa el dinero que nos puedan generar.

Cada año el presupuesto en igualdad se incrementa, y paradójicamente igual que el número de víctimas. Visto en perspectiva, cualquiera podría pensar que eso es en realidad lo buscado, porque si el problema persiste el dinero sigue fluyendo.

Llevamos ya bastantes años de trabajo sobre la igualdad y sin embargo cada vez hay más muertes. Es natural pensar que ese incremento de presupuesto no sirve para lo que está destinado.

Las cifras, o la interpretación que se quiere dar de ellas son el problema. Se dedican más esfuerzos en manipularlas que en solventar los problemas. Cuando leemos los titulares o los Twits famosos desde el propio ministerio, políticos y sus partidos, automáticamente y sin que haya un juicio con garantías como indica el artículo 10 de la DUDDHH y del artículo 24.2 de nuestra Carta magna, se afirma que se trata de un nuevo caso de violencia de género. Esto genera de inmediato manifestaciones, minutos de silencio, etc. Cosa que se hace sin conocer la motivación real y sin atender del mismo modo cualquier otro tipo de muerte violenta. Es decir, se manipula a la opinión pública para que se compre un relato. Años más tarde, cuando se dicta sentencia y se establece que no hubo violencia de género, ya no trasciende, con lo que queda lo que se dijo en un principio. Hay un dicho popular que dice Difama que algo queda.

En una reciente entrevista a una de las máximas responsables del Gobierno en la materia ha dicho que las cifras de muertes por violencia de genero han descendido, desmintiendo ahora sí y para generar un relato, que algunas de las muertes que “tuiteramente” se habían hecho eco de violencia de género, en realidad no lo eran. Es decir, que cambiamos el criterio según nuestra conveniencia.

La hipocresía que engloba todo esto de la igualdad se ha visto claramente en el mundial de fútbol de Qatar’2022. Todos saben que los derechos humanos y especialmente los de las mujeres brilla por su ausencia, pero como ya nos dijo en el siglo XVII Don Francisco Gómez de Quevedo en su letrilla: “Poderoso Caballero es Don Dinero”. Por no hablar del “apoyo” a las mujeres iraníes.

Los que nos dedicamos a la función pública sabemos que hay muchas víctimas que se quedan desprotegidas porque hay no pocas mujeres que denuncian falsamente, provocando que aquellas que realmente lo necesitan se queden sin su merecida protección. Según el INE, un 40% de denuncias por violencia de género no prosperan. Lo cual no quiere decir que todas sean falsas, pero la mayoría si lo son.

Recordemos que puede llegar a ser un calvario para un hombre inocente que sea denunciado falsamente por su pareja, y que el fallo judicial llegue a los tres o cuatro años, o incluso más.

Imaginemos un hombre que conoce a una mujer y que se casa con ella, y se van a vivir juntos al piso propiedad del hombre. Todo les va bien y deciden tener un hijo. Ella decide no trabajar fuera de casa. Con el tiempo, fruto de malas caras, discusiones, etc. deciden romper la relación porque ya no se aman, y empiezan a distanciarse. Un mal día la mujer decide, asesorada muchas veces, denunciar a su marido por malos tratos o abuso a su hijo. Una pareja de policías acude a su centro de trabajo y a la vista de sus compañeros se lo llevan detenido. Es un viernes, con lo que se pasará muy probablemente todo el fin de semana en los calabozos. Se inicia un proceso cruel e injusto para una persona inocente. Ella por de pronto se queda con el piso y a él le caen de vez en cuando alguna que otra denuncia más para que no levante cabeza y tener la excusa para quedarse con la custodia del hijo. El hombre ya no puede volver a su trabajo porque o bien le han rescindido el contrato, o bien sus compañeros le dan la espalda. Deberá abonar una pensión para el piso y la manutención, con lo que se ve obligado a volver con sus padres o buscar una habitación. Durante años tendrá que luchar para que se haga justicia, pero esa nunca llegará, aunque finalmente lo absuelvan. Pues estas dinámicas que se dan, pueden llevar a una persona a cometer cualquier barbaridad. Y ahí, es donde las administraciones deben poner el foco.

Mucha gente no sabe qué se siente al llevarse detenido a una persona, que bien podría ser tu padre, que su mujer lo acaba de denunciar porque dice que le ha dicho que la va a matar, y que estamos convencidos que es mentira. Los ojos y la mirada de esas personas son difícilmente borrables de mi pensamiento. Con esto quiero decir que siempre hay que atender a las circunstancias del momento.

Pensemos que el 40% de las mujeres asesinadas por sus parejas estaban dentro de los protocolos VIOGEN. Resulta obvio que es imposible tener a un policía las 24 horas del día al lado de una mujer, porque no hay tantos efectivos y presupuestariamente es seguramente inviable, a menos que se atajen las denuncias falsas y se dejen de gastar ingentes e indecentes cantidades en otros menesteres.

Nunca desde las administraciones puede alentarse a la construcción de un negocio o imperio comercial sobre un problema de seguridad pública, y mucho menos con dramas humanos. Lamentablemente, detrás de todo este drama humanitario hay cantidades astronómicas de dinero del que viven muy bien muchísimas personas. Dinero que debe invertirse en mejorar el sistema, no en lucrarse.

La solución no es fácil, claro está. Pero creo firmemente que, garantizando los derechos de todas las partes, se podrían evitar muchas muertes. No todas, porque la maldad existe y existirá, y eso hay que tenerlo presente.

Ser machista no te convierte en asesino, te convierte en un necio. Machista es aquel que sostiene que solo por el simple hecho de ser hombre o mujer tienes la obligación o la prohibición de hacer algo, o eres más o menos capaz.

En resumen, ser viril no es sinónimo de machista, lo mismo que ser femenina no lo es de ser sumisa, que nadie es propiedad ni propietario de nadie, que todas las víctimas merecen el mismo respeto, que todas las personas en el plano individual merecen las mismas oportunidades, y que todos nuestros actos tienen consecuencias.

Pido, humildemente, a la administración, a trabajar en pro de las personas, de todas sin excepción, en igualdad de condiciones, y que no se fomente la crispación entre iguales.

Toni Sanz. Secretario de POLITEIA.

3 COMENTARIOS

  1. ¡Bravo!. Extenso, conciso, revelador, indignante en cuanto a la veraz información de su contenido. Con perspectivas profesionales como esta, ¿cómo es que aún no evolucionamos en este tema? Ya sé que los políticos meten los palos en las ruedas para continuar financiándose pero esto no puede continuar así mucho tiempo. Un amigo abogado me dijo en una ocasión: la ley de violencia de género es el peor favor que le pueden hacer a una mujer.
    Desde luego que le felicito por la exquisita redacción y el enfoque del artículo.

  2. Creo que hay que revisar el dato del porcentaje de denuncias falsas, porque según vi yo de una fuente fiable, estaba muy lejos de ese “algo menos del 40%” que menciona usted en el artículo.

    Totalmente de acuerdo en recordar ese hecho que se da puntualmente en algunas ocasiones, pero no caigamos en el retorcimiento de dar por sentado que las mujeres, por despechadas, cornudas, hartas, etc. que estén de sus parejas, van a poner una denuncia falsa de manera masiva y habitual, como si fuese plato de buen gusto llegar a esos extremos…

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