Zetarelato: Crónica de un caso real

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Fuente: Pixabay
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Esta es la crónica de una historia real firmada por El-Zeta . h50 ha recopilado este hilo en Twitter destacando la intensidad de la intervención y particular y emocionante desenlace.

“Lo que voy a contar, es totalmente real, y pretendo con ello que os metáis durante unos tweets dentro de un uniforme policial”, comienza diciendo el autor.

Si sentís un 1% de lo que se siente en esos momentos, me doy por satisfecho, ¡Vamos allá!

15:30 de la tarde de un 2 de marzo, en un distrito del sur de Madrid. Se acababa de cumplir una hora desde que habíamos entrado de servicio y tocaba briefing tomando café en nuestro bar preferido. Ninguno se imaginaba lo que iba a ocurrir a menos de 500m de allí.

“Indicativo urgente”, chillaron los equipos de comunicaciones, y los cuatro policías saltamos como un resorte. “Mujer precipitada en vía pública…”, antes de terminar, ya estábamos subiendo a los coches a toda prisa. Tardamos en llegar segundos, que parecen horas.

Mi compañero y yo nos tiramos del coche casi en marcha, conscientes de que en estos casos, cuanto más tiempo pasa sin recibir asistencia, menores son las probabilidades de contarlo.

No tardamos en verla, completamente empapada de ese líquido rojo tan primitivo. Tan familiar. Allí, tirada en el suelo con un hilo de vida, hicimos una primera evaluación y examinamos su cuerpo…

No era solo una precipitada, tenía varias puñaladas y parte de la hoja de un cuchillo rota, en una de ellas. Esto no pintaba nada bien…

Un hombre se acerca por mi espalda.

El hombre está dentro del piso, no le he visto salir ¡mierda! en este momento es cuando te das cuenta de que las llamadas, no suelen ser lo q parecen.

Pedimos un escudo a los compis q acaban de llegar al lugar y con el miedo del torero, formamos un “churro” y subimos las escaleras.

Poco a poco llegamos a la puerta de la vivienda. Somos 6 policías pero ninguno habla. Casi ni se escuchan las respiraciones.

A mi izquierda el compañero con el escudo y justo detrás, ligeramente a su derecha, voy yo empuñando el “hierro”, preparado.

Mientras, otros compañeros acompañan a la víctima en el exterior. Por fin escuchamos la llegada de la ambulancia.

Hemos revisado todas las habitaciones menos una, que tiene la puerta cerrada desde dentro. Hay manchas d sangre por todas partes de la casa y un mango roto en el suelo.

El compañero más grande se coloca junto a la puerta, mazo en mano. Los jefes consultan, dan el visto bueno. Comienza a golpear la madera.

El resto, allí en el pasillo, sin saber qué pasará unos segundos después. Sujetando los corazones que se escapan por la boca.

Cae la puerta. Esperamos. No se escucha nada. Nos acercamos extremando al máximo las precauciones. No hay nadie.

Fue la chica quien cerró la puerta huyendo, antes de saltar al exterior. El autor había conseguido escapar.

Fue detenido poco después.

Bastantes meses después se celebró el juicio.Declaramos y el responsable fue condenado a prisión.

Cuando me marchaba, me cruzo con una chica atractiva, morena, alta y delgada.Viste taconazos y pantalón ajustado, ¡Era ella!

Le digo q me alegro de verla tan bien. Me da las gracias.

Se emociona. Casi no le quedan secuelas, pero estuvo cerca de apagarse, muy cerca.

Siento la satisfacción del trabajo bien hecho. De los compañeros que estuvieron sujetando su mano, taponando heridas, dándole ánimos.

Me despido sabiendo que nunca la volveré a ver. Pero estoy seguro de que cada vez que vea un patrulla, sabrá que ese día estuvimos ahí, con ella. Que entramos como miuras sin saber lo que nos íbamos a encontrar. Que detuvimos al responsable y está donde tiene que estar.

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