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¿Y tú qué haces cuando escuchas una sirena?

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Un artículo escrito por Amara Martín Vázquez @laflordehielo

Por testigos que no se tapan los ojos.

Hoy, 5 de Agosto de 2025, ha vuelto a pasar. Una patrulla comisionada a una emergencia ha colisionado frontalmente con un vehículo que, inexplicablemente, no se apartó, no frenó, no reaccionó.

Eran las 15:10 de la tarde, plena luz del día, en una calle donde el sonido de las sirenas es rutina y las luces azules deberían ser sinónimo de urgencia, respeto y acción inmediata. Pero no. Una vez más, la falta de civismo, empatía y responsabilidad ha puesto vidas en juego.

Y tú, ¿Qué haces cuando escuchas una sirena?

Porque la realidad es cruda: vivimos en una sociedad que ha normalizado el espectáculo de la emergencia. Se graba, se observa con morbosa curiosidad, pero no se actúa. No se facilita el paso. No se cede el carril. No se piensa en que, al otro lado de esa sirena, hay alguien que pueda estar muriendo.. o salvando una vida..

La calle General Millán Astray, y especialmente la rotonda que conecta con Avenida de Aviación y la calle Joaquín Turina, se ha convertido en el epicentro de los accidentes del barrio. No por su trazado, no por su tráfico, sino por la apatía de quienes la transitan.

Día tras día, bomberos, patrullas de municipales y nacionales, ambulancias ( que ponen las sirenas para saltarse la rotonda y los semáforos, lo que también crea algún que otro conflicto a diario) cruzan esa arteria principal con las encendidas, luchando contra la sociedad que no se inmuta.

Gente que cruza un paso de peatones como si no pasara nada, vehículos que no se apartan aunque lleven un camión de bomberos pisándoles los talones, ciudadanos que viven con los oídos cerrados y la vista puesta en el móvil.

Qué pasa por tu cabeza cuando oyes una sirena?

Piensas que no va contigo? Que ya se apartará otro?

Qué siempre hay tiempo?

Ese segundo de duda es el que puede costar vidas.

Y cuando pasa -como hoy- que una patrulla colisiona y queda siniestrada, lo primero que se hace desde la calle o desde el bus en el que viajaba yo como pasajera, es mirar.. y grabar, solo que yo me he bajado del autobús para interesarme por el estado de los accidentados ya que el choque ha sido bastante aparatoso.

Algunos se han puesto a grabar.

Nadie ha ayudado.

La reacción emocional está perdida.

Hemos dejado de ver a los servidores públicos como PERSONAS.

Solo los vemos cuando fallan, solo los criticamos cuando no llegan a tiempo, sin saber que a veces tienen que invadir carriles contrarios, jugarse la vida, y aún así, ser juzgados por cada maniobra con la lupa de las redes sociales.

Dónde están las ambulancias cuando se las necesitan?

Veinte minutos para llegar al lugar del accidente. Veinte. En Madrid Capital. En una vía que pasan cientos de ambulancias con todos los nombres que os podáis imaginar y en mitad de un accidente no había ni una sola.

Mientras tanto, dos patrullas más llegaron para asistir a los compañeros( llamados por ellos mismos, los accidentados). Para cubrir una emergencia real, en una ciudad que ha dejado de escuchar, de respetar, de facilitar.

De qué sirve entrenar para intervenir a ciegas, si l ciudadano que deberías proteger es incapaz de moverse tres metros para facilitarte el paso?

De qué sirve la vocación cuando ya nadie la respeta?

Hoy, los compañeros salieron por su propio pie. Hoy, los airbags funcionaron. Hoy, el coche contrario no iba más rápido. Pero, ¿Y mañana? Qué pasa cuando el indicativo comisionado no tiene tanta suerte? Quién se responsabiliza?

Esta sociedad ha perdido el respeto por quienes siempre están. Por los que, pase lo que pase, corren hacia el problema. Por los que responden en minutos a llamadas anónimas, a gritos en la noche, a fuegos, a agresiones, a accidentes.

Y tú, ciudadano, ¿no podrías solo apartarte un segundo, mirar más allá de tu coche, levantar la vista del móvil, abrir paso, pensar en los demás?

Porque la próxima vez… puedes ser tú. O alguien a quien quieres.

Y rezarás para que no tarde en llegar esa sirena que hoy decidiste ignorar..

Y no podemos cerrar este artículo sin AGRADECER, con mayúsculas, a los Policías Municipales de Madrid que tras sufrir un accidente en acto de servicio, salieron al unísono del vehículo sin perder un segundo, no para lamentarse, sino para verificar el estado de salud de los ocupantes del otro coche implicado.

Su entereza, su serenidad, su profesionalidad en plena tensión, son el refleo de lo que significa ser un verdadero POLICÍA con vocación.

A pesar del susto, del dolor, del caos, respondieron con humanidad, temple y compromiso.

Gracias, de corazón. Porque hay quienes todavía honran el uniforme, incluso cuando el resto del mundo parece haber olvidado lo que significa servir y proteger.

 

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