Vergonzoso. Nos salva la literatura

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Manuel Avilés*

Es imposible no sonrojarse viendo el panorama español y el mundial. Yo me sonrojo sin necesidad de escándalos cutres porque soy piel roja permanente. Desde los cabrones etarras, hasta algún patán encontrado en el Real Casino Liceo, que va de hombre importante y creo que lee juntando letras y diciendo en silencio, la eme con la a ma, confunden el tener seis millones de glóbulos rojos con ser alcohólico, que es lo mismo que confundir un infarto con un tirón muscular. Bueno paso de excusarme porque la gentuza me ha importado siempre medio huevo y ahora ni siquiera eso. Que vayan a clase.

Estoy hasta los moños de ver a Ábalos, a Koldo, a Aldama y demás secuaces en la televisión excusándose. Una señora que se escoge en un catálogo de mujeres no es una novia. A una novia no se le paga. Un individuo puede tener siete novias a la vez, o una mujer siete novios, siempre que el costo vaya a su bolsillo y no a los presupuestos  del Estado  – aunque lleven años sin aprobarse- y a las empresas públicas colocando enchufadas. Repito la palabra mágica: presuntamente, aunque ya la fiscalía ha dicho aquello de …hay indicios importantes de delito. Hasta que haya sentencia, presuntamente novia, presuntamente pagada ella, su piso y sus dietas de viaje. Todo presunto.  Del fascismo rampante Trumputinista ni hablo porque ya le están saliendo novios en el mundo entero. El atractivo del poder.

Sánchez, insisto en que me gustaba cuando recorría España con su Peugeot, intentando vencer al socialismo oficial y presentándose como la gran renovación. Lo malo de eso, De Manuel no me llames facha que se te nota el sanchismo, es que luego hemos visto que los acompañantes, Ábalos, Koldo y Cerdán, presuntamente – joder con la palabrita omnipresente- luego se han visto pringados hasta las cejas y eso desmiente todas las predicaciones de generosidad, lucha por la libertad y pelea por  levantar al país cuando pretendían levantar otra cosa. No sean mal pensados que me refiero a la pasta que Koldo tenía en casa como costumbre familiar y del electricista no digo nada porque este aún se salva.

Sánchez en su persistencia, perdón resistencia como en su manual, en su resistida persistencia en la venta del Estado para seguir en su sillón presidencial, ha llegado a través de Cerdán que se revela no solo como experto en derecho tributario y financiero, sino también en derecho constitucional, ha llegado a un acuerdo con Puigdemont para transferir la extranjería a Cataluña. #mecagoentoloquesemenea

Vamos a ver si me aclaro: Hay un tío que no puede venir a España porque tiene causas pendientes y lo detienen. Vive en Waterloo, donde cayó Napoleón que es de lo que se regocija Putin y gobierna desde allí. No gobierna en Cataluña y pacta continuamente asumir competencias mientras está fugado con la complicidad – presuntamente del Estado- porque no me toquen los cojones con la última fuga que perpetró después de dar un mitin con luz y taquígrafos. Vergüenza internacional. Incompetencia ordenada de arriba.

Por una vez podemitas y algún sumando han hecho honor a su ideología y han cantado: el pacto Sánchez-Puigdemont, independientemente de que choque con la Constitución  – Marlaska ha dejado claro que se puede defender una cosa y su contraria- es una ley que suena a ultraderecha y racismo que tira para atrás. Dicen que van a votar que no. Veremos.

Por suerte, antes de este pacto vergonzoso que intentan tapar con palabras bonitas como “delegación de competencias, no cesión”, yo ya había publicado la novela coral del taller literario de la Universidad de Alicante, “Los confesores reales”  y había leído la gran obra del Doctor Carlos Ballesta, “El proscrito de Granada”. Este hombre es un número uno mundial de la cirugía abdominal y un gran humanista. Preside la fundación Aben Humeya  en el corazón del Albaicín, en mi Granada. No me estoy enrollando, que esto tiene un motivo. Vayamos a la historia que está perfectamente contada en “Los confesores reales”.

Los moros, expansionistas como todas las religiones – perdón por decir moros, pero era la palabra usada en la época que ahora los secuestradores del lenguaje nos quieren quitar- entran en el siglo VIII en la península y se la comen en un abrir y cerrar de ojos. Lean a mi amigo Eslava Galán en “La reconquista contada para escépticos”. Tras mil y una batallas y más cosas,  Isabel y Fernando  – el Papa que los llamó católicos era un golfo, putero y sinvergüenza al que la propia Iglesia ha querido borrar de su memoria, el Papa Borgia. Esos reyes toman Granada y pactan antes respetar costumbres, vestimenta y lenguaje moro. Entra en juego Cisneros, un converso fundamentalista, una mezcla de Puigdemont y Rufián. No era de sangre limpia  – antecedentes judíos – no era cristiano viejo como se exigía, pero era un tipo listo, trepa y político. Se le considera incluso antecedente de Richelieu y de Mazarino. Casi nada.

Cisneros dice que ya basta de moros con chilaba, con rezos mirando a la Meca y hablando “algarabía”  – un mezclote donde predominaba el árabe sobre la lengua romance-. Decreta la conversión de todos: o te conviertes o te piras con lo puesto. Claro, la pasta es la pasta y muchos hacen como que se bautizan, pero luego siguen rezando de cara a la Meca, con la chilaba y con la algarabía por lenguaje. Fijaos el Puigdemont del XVII: El lenguaje por cojones.

Otro obispo, Fray Hernando de Talavera, es más tolerante y quiere convertir a los moros por las buenas, incluso busca curas cultos  – cosa rarísima que casi todos eran de misa y olla- que les prediquen en algarabía.

Surge una nueva raza, una nueva nacionalidad, una nueva cultura: los moriscos. Tengo una duda: ¿Cómo van a llamar a los moriscos quienes reniegan de la palabra moro?

Los moriscos estaban en la cuerda floja permanentemente. La Inquisición los tenía en el punto de mira. Cisneros les había puesto la proa y muchos curas posteriores, con la influencia que tenían sobre los reyes a través de la confesión, andaban aconsejando echarlos a la puta calle para tener un país limpio, inmaculado, gobernado por reyes imbéciles – media dinastía Austria y luego más de media borbónica-, validos avariciosos – duque de Lerma, Conde Duque de Olivares, Godoy…- y Papas y Obispos que, aparte de los pecadillos de la carne que no contaban, eran unos golfos con dos cojones.

Tras mucho discutir – los curas siempre segando la hierba bajo los pies, salvo raras excepciones. Lean los confesores reales, leches, que el día 21 la presentamos en el Real Casino Liceo. Felipe III, al que su propio padre, el II, consideraba inútil para gobernar sus reinos, decide que hay que expulsar a los moriscos y se lía la de San Quintín. Ya estaba desatada la Guerra Civil de las Alpujarras y hasta tuvo que ir un bastardo, Juan de Austria, a dirigir la represión que estableciera la paz. Un lio de tres pares.

Los moriscos  – moros que se habían bautizado pero seguían con sus costumbres morunas y su habla, atiendan los pugdemoniacos- suponían un peligro para la seguridad interna. Decían que esa población tenía una altísima natalidad y amenazaba con facilitar futuras invasiones extranjeras. Habían contactado con franceses y otomanos para que les ayudaran en la sublevación interna, vamos que sospechaban que intentaban montar un uno de octubre en el Siglo de Oro.

Felipe III también quería dejar clara la indiscutible cristiandad de España ante Europa, que también andaba en líos con el protestantismo. No hay nada nuevo bajo el sol.

El Duque de Lerma, que no era partidario de echar a los moriscos, cambió de pronto de opinión, como Sánchez con la constitucionalidad de la amnistía o con la cesión de extranjería a Cataluña  – él dice delegación de competencias y los puigdemones  repiten cesión por todos  los lados-. Cuatro confesores reales pelearon en el tema. Eran una especie de Koldo, asesores que no figuraban, pero tomaban decisiones. Cuatro frailes: Fray  Gaspar de Córdoba, fray Diego Mardones,  fray Jerónimo Javierre y Fray Luis de Aliaga  que se llevó el gato al agua, fomentando la propensión racial del pobre rey Felipe favoreciendo una operación quirúrgica que acabara con los musulmanes.

Aquí entra la obra, con la tinta aun fresca del gran médico, granadino y humanista, Carlos Ballesta, “El proscrito de Granada”. Un cura jesuita, morisco, Ignacio de las Casas, con un amplio curriculum como intelectual, lingüista, exegeta y sabio. Es llamado a Granada, su tierra de niño morisco y albaicinero, a estudiar unos documentos y unos libros plúmbeos que todo el mundo se empeña en llamar reliquias pues han sido descubiertos enterrados y las interesadas autoridades eclesiásticas pretenden que sean del siglo I y den fe de que San Cecilio, patrón de Granada y discípulo del apóstol Santiago, defiende la unión en la fe de cristianos y moros.

Ya estamos con la manipulación religiosa, unos libros falsos como tantas apariciones, milagros, estigmas de Jesús y otras supercherías. Este Ignacio de las Casas, “El proscrito de Granada”, cura jesuita, no se casó con nadie, no se asustó ante la presión del obispo y de otros mandamases y dijo que las presuntas reliquias eran falsas  desde la A hasta la Z. Siempre el mismo problema: el poder, el dinero, el mando y si hay que cargarse a los moros, se les carga, o a los ucranianos, o a los protestantes, o a los de derechas o a los de izquierdas. Menos mal que la literatura nos salva

Manuel Avilés, escritor y director de prisiones jubilado, columnista de h50 Digital

 

 

 

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