Una ruina evidente

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Manuel Avilés*

Hoy es un día feliz. Les cuento. En medio del egoísmo, de la mentira y la manipulación política. Con dos tipos fascistas que se reparten el mundo como los dueños que son, uno, de pronto, se encuentra con gente generosa, trabajadora, honesta y que de verdad se entrega a su pueblo, que ama la cultura, que no busca el postureo, que hace las cosas por convicción y no para apuntarse tantos en las políticas de pasillo. Alcaldesas, secretarias, concejales que no viven de la política sino de un trabajo serio y bien hecho. Eso existe aun, yo lo he visto.

He visto también,  contrariamente y casi en primer plano  – inaudito, cosas veredes Sancho, que decía Don Quijote- un bodrio que  intentaba disimular su condición, en el que había más tocino y más fajas intentando sujetar las lorzas, que inteligencia. Punto final.

La literatura fluye, surge cuando hay materia gris detrás, cuando alguien con ideas se sienta ante el folio en blanco y no tiene miedo a poner por escrito lo que piensa, ni tiene la obligación de ser servil y arrodillado para gustar a nadie. Se escribe sin pensar que esa cuartilla tiene que gustar al jefe, a la que ayer parecía que se iba a soltar los corchetes, al alcalde, al del grupo de manipuladores que se presentan como generosos y solo buscan la pasta, al creador de opinión, al ministro, al dueño del periódico o la cadena, al obispo que pierde aceite, al sacristán que va detrás con la fregona moviendo el culo,  ufano porque cree que sirve a Dios, que la Iglesia es una máquina de poder bien engrasada, experta en arrodillamientos. A Putin, a Trump, a Úrsula Von der Leyen, a Sánchez o a Feijoo y a Cristine Lagarde o a Montero.

Si escribes para someterte, para gustar a alguien, para que un gordo con olor a puro barato o una tía con papada de vaca lechera asturiana, o un cura con aspecto de domine cabra e instintos rampantes por la represión, te revuelque en el despacho, argumentando que te está dirigiendo espiritualmente… Si escribes así, lo que plasmas en el papel es una mierda pinchada en un palo y eso no lo arregla nadie. Nadie, aunque intentes reunir a veinte ignorantes aplaudientes, que no saben qué aplauden y, entre todos, suman menos letras que la factura de las aguas municipalizadas. Escribir es un ejercicio de creatividad y de libertad, de desvergüenza y de descaro, porque el miedo lastra, ahoga, amaricona y hace que el escrito no valga ni para colgarlo en la alcayata del váter.

Tú no eres escritor  – vale también para las mujeres aunque no use esa gilipollez inventada por los secuestradores del lenguaje: hombres y mujeres, escritores y escritoras, poetas y poetos, intelectualas e intelectuales y así hasta reventar de tonterías-, tú no eres escritor si nunca te han echado de una radio, de un periódico, de un colegio, de un coro, de una logia masónica o de una iglesia dogmática, tal y como me contaba mi amigo Miguel Ángel Aguilar. No lo eres porque, cuando escribes y te manifiestas en libertad, siempre corres el riesgo de que los fascistoides apesebrados la emprendan en tu contra. Vean cómo han echado a Fernando Savater, Antonio Elorza o Juan Luis Cebrián, por poner pocos ejemplos. Puro sanchismo.

Yo, ahora, he perdido el miedo si es que alguna vez lo tuve. Por ejemplo, cuando aquellos libertadores de la patria vasca, De Juana Chaos, Zulueta, Txemi, Kubati – este manipulado desde el poder fascista etarra, esperad a las memorias, si me da tiempo a escribirlas- se confabulaban para limpiarme el forro, entonces tuve miedo aunque me lo aguanté, porque había unos niños – mis hijos- que iban a veces a mi lado y podía salpicarles aquel patriotismo de mierda en forma de plomo. Ahora, que me ha dejado la rubia del Jaguar, que se ha quitado el tinte y dice que el beso de no recuerdo cuando, fue un robo al estilo rubiales, ahora casi me apetece ir a la cárcel. Va a ser una liberación, aunque no quiero crearle ni un problema a mi amigo Ángel Luis Ortiz.

En la cárcel, me tendrán que poner en el mismo módulo que a Urdangarín. No me van a poner en el módulo 4 de Fontcalent con mil cacos bonifacios que querrían saltar a la fama rebanándome el pescuezo.  Me apuntaré en el socio cultural a las clases de inglés para españoles y, como la pensión es inembargable, tendré para pagar cafés a las rubias de bote más explosivas del talego que andarán suspirando por un vis a vis, que yo conozco bien el poder de los cafés en el trullo.  Los vis a vis serán un fracaso tras otro, un gatillazo eterno, pero … los cafés y cincuenta pavos en peculio de vez en cuando son, en la trena, un poder omnímodo.

No me da miedo la cárcel. Me la sé de memoria. Hasta Koldo tendrá más miedo que yo he tenido nunca, o Ábalos por su imputación porque los dos desconocen esa realidad taleguera y por eso  – cada día me aseguro más- saben que hay que pactar para salir de esa calle de la amargura y que les aseguren un indulto o lo que sea. Todo presuntamente, que hay que presumir la inocencia por encima de todo. Fíjense si no, la tal Laura Borrás, otro ejemplo de que aquí el estado de derecho es aplicable solo a los pobres y a los desgraciados, porque si es una Laura Borrás, por ejemplo, ya encontraremos la manera de arreglarlo. Dice Turull que no hay ninguna negociación y eso es tan verdad como cuando confirman a un entrenador de fútbol. Está a un par de días de que lo fundan.

Por si algo me faltaba hoy me he dado cuenta de quien es el que realmente manda en España. Mohamed Houli  Chemlal es un moro  – no lo digo para ofender, soy de Granada y desde que nací he oído hablar de obras de moros refiriéndose a la Alhambra y de guerras contra los moros hablando de Aben Humeya  en la Alpujarra y de Abdel Krim  en el desastre de Annual-, un moro condenado por los atentados de la Rambla de Barcelona y de Cambrils, aquellos organizados por el imán de Ripoll. Pues bien, de nuevo arrodillados ante Puigdemont, Houli Chemlal comparece en una comisión del Congreso, a defender no sé qué tesis sobre aquel imán fanático como compinchado con el centro nacional de inteligencia. Demencial. ¿Cuántos años más tendremos que depender de los puigdemones? Estos no tienen ni idea de las cosas que puede llegar a decir un terrorista, un gran narco o un atracador, un violador o un pederasta, para obtener beneficios. Ni puta idea.

Hay un trozo de España que resiste como aquella aldea gala, Erquy,  que aguantaba la presión romana, el pueblo de Asterix y Obelix. En ese pueblo, El Pedernoso, estoy yo ahora a punto de entrar en el festival literario número uno de España. Aquí solo vale escribir bien, ser ortador de una buena novela y no hay otro enchufe. El QUIJOTE NEGRO E HISTÓRICO,  abre hoy sus puertas con una novela de lujo: “Los confesores reales. Pecado, política y perdón”. Una monja del siglo XIX, sacada del convento para servir al confesor de Isabel II, es curiosa, con la mente abierta, investigadora y estudia, lee, hurga en las bibliotecas para saber quiénes eran y qué hacían los confesores reales, una maquina de poder manejada por la Iglesia para dirigir y manipular la política del Estado. Han venido representantes de toda la comarca al Pedernoso: de Belmonte, Villaescusa de Haro, El Toboso, Tomelloso, Miguel Esteban, Mota del Cuervo… pueblos de la España casi despoblada que hierven ante la buena literatura y que quieren y pelean por seguir vivos.

La edición del QUIJOTE NEGRO E HISTORICO  se abre con un cartel de lujo: hemanándose con la Semana de Novela Histórica de Cartagena, representada por su presidente Obdulio López y con la Biblioteca de los libros felices de Alicante, representada por el Catedrático de Derecho Internacional Privado, Manuel Desantes. Estamos disfrutando porque la literatura es un disfrute espectacular e indescriptible. Tomad nota de Los confesores reales que edita Samarcanda y del Quijote que está más vivo que nunca, lo mismo que El Pedernoso.

Manuel Avilés, director de prisiones jubilado y escritor, columnista de h50

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