Somos jubilados, no imbéciles

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Manuel Avilés*

Sánchez es un genio. Lo siento, pero lo está demostrando un día sí y otro también. Un maestro de los tiempos, de los mítines, del palo y la zanahoria, de la política y del enredo, que como decía aquel loco del psiquiátrico que hablaba como Ozores, sin que se le entendiera nada, la política y el enredo son términos “sinagogos”.  Lleva al huerto a todo el que quiere, y no tiene ni idea, un periodista al que he oído decir: “Sánchez se desmorona”. Entiendo que es más un deseo del plumilla que una realidad.

Sánchez va a aguantar toda la legislatura. Hasta el final. Sin presupuestos y renovando los de hace tres años. Perdiendo una tras otra las votaciones del congreso hasta la victoria final. La corriente Puigdemoniaca esta encantada. Todos los días en el telediario dando fe de que son los que defienden la identidad, la libertad, la independencia catalana y el dinero, y dejando a los Junqueras y Rufianes como meros comparsas de la orquesta sanchista.

El último episodio para contarlo en las clases de política universitaria  – si Maquiavelo existiera ahora, Sánchez sería su maestro- ha ocurrido ayer o antes de ayer, que a los jubilados que sea martes o sábado solo nos afecta porque el sábado hay un buen mercadillo donde haraganear la mañana entera y donde pegar la hebra con ese gitano genial que vende sábanas “ dargodon como las del cortinglés. No como las de los chinos que son de uno diecisiete y  te se salen los pies por debajo”.

El maquiavelismo  – no es un insulto, lo digo ppr si ve esto algún analfabeto, no el De Manuel, y me llama insultón y facha-. El maquiavelismo y la genialidad de Sánchez ha quedado una vez más de  manifiesto hace tres días. Prepara el tío un batiburrillo de medidas. No las pongo todas  para no aburrir pero metéis en  el “gogle” decreto ómnibus tumbado por el congreso y te sale una retahíla como las letanías del cura de mi pueblo o como los mantras de los hare krishna. Mete ese conglomerado, ese totum revolutum en un único decreto. Junts, siempre dispuesto a tocar los cojones y a pedir unos cientos de millones a cambio de los siete votos y los populares sabiendo que se la van a liar porque Feijoo está deseando volverse a Galicia y dejar la manija a Ayuso  – me cambio por su novio cuando ella quiera, que lo he dicho mil veces y no me ha hecho ni caso-. Junts y Populares dicen que no. Vox también, pero lo hace siguiendo el rebufo porque el trabajador Abascal, que tiene las mismas horas de tajo que el líder del sindicato sanchista, estaba en Nueva York con Milei y con Trump festejando el auge del fascismo.

Vamos que me disperso: que saca Sánchez el batiburrillo de medidas y como no ha ganado por mucho que lo diga en los mítines, pues le tumban el decreto ómnibus que se va a la mierda en el mismo instante. Sánchez no cabe en sí de gozo. Omnibus es ablativo plural de omnis omne y significa para todos y todos éramos los destinatarios del batiburrillo: subida de las pensiones, ayuda transporte público, revalorizar el ingreso mínimo vital, protección de los ocupas, traspaso del palacete al PNV, prohibir los cortes de suministros básicos … y más cosas. Populares y Junts dicen que votarán a favor si solo se trata de subir las pensiones, pero que no entran en los negocios  trileros de Sánchez. Trileros sí es un insulto pero como se dice en el Parlamento, como cuando llamas enfermo mental a alguien sin soporte médico en determinada sede judicial, no pasa nada, sobre todo si la que lo dice es una y no uno, que entonces se cae con todo el equipo. Sánchez estalla de gozo y ya tiene publicidad para un par de meses: la derecha no quiere subir las pensiones y saltan las redes con la propaganda.  Cuando se desinfle el soufflé votarán de nuevo a subida y la pagarán con carácter retroactivo y los jubilados con la baba caída de lo bien se portan.

Esto va de jubilados y de pensiones, que es lo que a diez millones de españoles, término que ya no se estila, nos interesa. Esto no es ser facha, De Manuel, cuando yo era etarrólogo y estaba destinado en Euskadi, en los años jodidos, el término España estaba proscrito. No podías decirlo porque te miraban de reojo y raramente. Había que decir el estado español, algo a lo que yo me negaba porque esa es una expresión franquista. Franco inventó lo de estado español porque no quería decir república española, ni el reino de España. Yo en lo del reino y la monarquía estoy de acuerdo. Tampoco me gusta.

Bueno, las pensiones. Dicen que lo que circula por ahí al respecto son noticias falsas: El Parlamento europeo  acuerda que las pensiones en España deben estar exentas del IRPF, arhumentan para ello que fueron generadas durante la vida laboral y ya tributaron  ese gravamen por lo cual, sería una doble imposición.

La pensión no es una limosna por más que la inmensa mayoría de los pensionistas seamos medio inútiles en muchos terrenos. La pensión es un derecho adquirido después de mil años pagando aunque hay un porcentaje que sea “no contributivo” y el estado tenga que hacer frente a la necesidad de estas gentes. Millones de pensionistas hemos cotizado un mes detrás de otro y no podemos andar permanentemente en situación de casi mendicidad.

Pónganse como quieran. Me lo han dicho en redes centenares de personas, hombres y mujeres que viven en España y fuera de ella: hay que fundar un partido político sin etiqueta de izquierdas o de derechas, sin entrar en asuntos de autonomías, nuevas identidades, fluidos, homos o heteros, elegetebeis, ni otros asuntos menos importantes. Un partido político que no sea un grupo “blandiblú” arrodillado y con el si señor en la boca. Un partido exclusivamente interesado en los jubilados su sanidad y sus pensiones. O sea, en el dinero. ¿Hablo claro? Hasta Sánchez, el gran Maquiavelo del siglo XXI, el líder al que vamos atener que soportar bastante tiempo lo dijo el otro día refiriéndose a Trump, Musk y demás compañeros: estos son la nueva “tecnocasta”. Yo cambiaría el nombre: son la nueva “pastacasta”.

Ha pasado ya en otros países y tiene que pasar en España. En Israel  – los judíos para mi no son un modelo viendo lo que han hecho en Gaza y Cisjordania- han entrado jubilados en su parlamento  y determinan muchas votaciones. Los jubilados españoles somos imbéciles – siento decirlo, pero es así, yo el primero-. ¿Han visto la influencia que tiene Puigdemont, Bildu, el PNV y Junqueras en la organización del Estado?  Sostienen a Sánchez en su sillón y obtienen todo lo que piden. No tienen, ni por asomo, la cuarta parte de personas tras ellos que podríamos tener los jubilados. Somos diez millones. Junts no llega a cuatrocientos mil votos y decide la política nacional. A las pruebas me remito. Bildu tiene menos de trescientos cuarenta mil y también decide. El PNV doscientos setenta y siete mil.

¿Diez millones de jubilados no vamos a ser capaces de sacar quince diputados? Quice diputados serían una bisagra imprescindible para que estuveisen obligados a oírnos, a respetarnos y a no tratar de darnos limosnas.

Solo dos cosas: Pensiones y Sanidad , que miren cómo estamos ahora con la desaparición de Muface. Ayer comí con un jefe médico de un departamento hospitalario y se hacía cruces del desastre que podría suponer el desembarco de casi dos millones de “mufaceros” en la sanidad pública que ya está atascada.

Solo Pensiones y Sanidad. Y cuidar la economía evidentemente porque sin la economía  funcionando a pleno rendimiento  no hay nada. Hace falta un partido político de jubilados que imponga su fuerza y los diez millones de personas que hay detrás. No genuflexos, no condescendientes. Guerreros. Este partido tendría una condición  maravillosa: por la edad, nadie se eternizaría en el cargo.

No soy yo quien lo va a fundar porque ya funde dos cosas, unas cenas literarias y una asociación de escritores y, cuando menos te lo esperas, notas que te molesta la espalda y es que te han apuñalado mientras te sonreían y te ponían buena cara. La condición humana

Manuel Avilés

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