Se va a llevar un chasco el papa Francisco

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Una semana de informativos con la muerte del Papa Francisco. Eso no es bueno ni es malo, es así. Ha muerto un hombre que ha estado al frente de una institución milenaria, la Iglesia Católica, un Jefe de Estado y tenemos por delante una semana de honores, lutos  y alabanzas sin fin. No hay nada como morirse para que todos digan lo bueno que era el muerto.

Hace años, escribí un artículo titulado “Quiero morirme esta noche”, porque se había muerto un psicópata de libro, autor de atracos, secuestros, motines, agresiones de todo tipo y había leído un panegírico en el que se exaltaba su bondad. Un héroe.

Algo bueno tiene la muerte de este hombre jesuita y peronista, parece que de izquierdas y al que muchos de la jerarquía eclesiástica se la tenían jurada. La muerte tampoco es buena ni mala, está ahí, como la otra cara de la vida y no hay nada más normal que el que un señor, aun arzobispo o papa, muera con ochenta y ocho años. Si duráramos muchos más seríamos un estorbo insoportable, casi eterno, de achaques, próstatas, cánceres, neumonías, diálisis y un sinfín de historias para no dormir imposibles de costear por la seguridad social. Recuerden cómo Cristine Lagarde, la jefaza del banco europeo, creo, salvo que le hayan dado otro cargo más gordo, ha dicho varias veces que no se puede vivir tanto y que los viejos no pueden ser costeados. Y lo dice con toda su jeta como si ella fuese la candidata a Bellea del Foc de este año, un pibón adolescente, cuando es tan abuela como yo. Recuerden al del Banco de España diciendo que los vejestorios tenemos casa propia y debemos usarla para costearnos la decrepitud.

La muerte de Bergoglio tiene de bueno que vamos a estar una semana sin oír hablar  – y sin hablar nosotros mismos- de Sánchez y de Puigdemont, de Ábalos  – aquel paladín y futuro brillante del socialismo valenciano-  y de Koldo  – el aizkolari gigante de la izquierda. No oiremos hablar de Putin ni de los aranceles, ni del cabrón de Netanyahu ni de los ayatollás iraníes ni de los Hutíes de Yemen. Un placer de cojones.

Ahora todo serán misas de réquiem y hasta coros desafinantes que asesinan la música sacra, se ofrecerán al padre Palomino Parguela para cantar esa falsedad de tu nos dijiste que la muerte no es el final del camino. Ya  verán.

Yo, desde el más profundo respeto al señor Bergoglio y, a sabiendas de que la iglesia actual no tiene nada que ver con el proyecto de Jesús de Nazaret, no tengo ni el menor motivo para criticarlo, como he visto ya en algún libelo ultraderechista que lo ponen de comunista para arriba como si fuese la encarnación de Pedro Botero.

Les voy a contar una cosa  – que tenía guardada para las memorias, pero doy un avance para endulzar el paladar de mi amigo Juan Eslava y del Doctor Ballesta, cirujano y gran escritor que tiene bastante apuntado en “El proscrito de Granada”  cuando habla de a Papa muerto, Papa puesto.  Ahí va la cosa: no todos los curas creen en Dios, no vayan a pensar ustedes que el clero está plagado de devotos en éxtasis leyendo a Santa Teresa.

En el año 1973 estaba en segundo de Filosofía en Granada. Había  dinosaurios por las calles y los cromañones aun peleaban con los neandertales a ver quién sobrevivía a quién. O sea, están ante un vejestorio al que es lógico que el amor de mi vida haya dado pasaporte y ponga los cuernos con su marido. Un vejestorio sin porvenir,  a punto de seguir los pasos de Bergoglio.

En aquella época,   De Manuel, era yo rojo, rojazo y más antifranquista que Lenin, o sea que deja ya de llamarme facha porque un día voy al Gabinete de Crisis y la lío parda. El concordato con la Iglesia que firmó Franco destinó la cárcel de Zamora como prisión concordataria, sustituyendo al privilegio de cumplir en un monasterio, para curas díscolos, comunistoides, etarras  y algún  parguelilla al que le iban los niños, que  los había, pero se ocultaban como ese al que le acaban de quitar una calle en Alicante.

En noviembre del 73  – gravemente enfrentados a la jerarquía sumisa a Franco- seis curas se amotinaron: Jon Etxabe  -nada que ver con un jefe de ETA, Juanjo Etxabe, el que aclaró que ellos no eran antifranquistas sino antiespañoles-, ni con Isidro Etxabe el jefe del Comando Madrid y que hablaba en las famosas cintas de Nanclares- y Javier Calzada, ambos curas condenados en el Proceso de Burgos, junto con Mario Onaindía y mi amigo Teo Uriarte, entre otros. Le pegaron fuego a la capilla con todos los ornamentos, incluido el altar. Tiraron la televisión al patio y organizaron un destrozo importante, pero menos porque allí el noventa por ciento de lo que había era miseria. Una avanzadilla episcopal fue a negociar con los amotinados. El jefe de los señores del gorro faraónico, era un principiante llamado Monseñor Setién, vasco de pedigrí, de Hernani. Los curas presos se negaron a recibirlo y en el despacho del director  – no diré su nombre. Lo conozco y vive aún en Alicante- el capellán de la cárcel, con el que aquellos curas ni se hablaban por considerarlo un sicario, un poco pelota le dijo a Setién: “pienso que estos curas no creen en Dios, Monseñor”.  Hasta Vitorio Oliver, luego obispo de Alicante del que diré algo poco edificante en las memorias, fue propuesto como mediador. Ni lo escucharon. Al poco tiempo estalló el caso Añoveros, un obispo que estuvo a punto de excomulgar a Franco. Era una época candente.

Dios es un comodín importante a la hora de morirse. Recuerden que he hablado de aquel comunista de Maracena que no fue a misa en su vida y cuando se estaba muriendo le dijo a su hija: “Niña vete a llamar al cura, no vayamos a pollas”.

El invento de las religiones, procesiones de semana santa incluidas, es que tienen la solución para lo que pasa después de la muerte. Para todas, uno va al cielo o al infierno   – vayan a ver el retablo de la catedral de Albi, una iglesia cátara-. Afirman que vas a un sitio bueno o  malo dependiendo de que hayas hecho caso a los magnates eclesiales.

Es un montaje perfecto pero imposiblemente tragable, tras un mínimo análisis racional. No hay que ser Kant ni Descartes, basta con un raciocinio de seguidor del Madrid o del Barcelona.

Unos primeros padres que cometen un pecado. Dios se cabrea muchísimo y la humanidad entera paga por el pecado de dos personas. Eso no cuela porque está archidemostrado que la evolución fue múltiple, o sea muchas parejas a la vez y durante muchos siglos – lean las obras de Arsuaga, el de Atapuerca-. Ese enfado divino dura siglos y siglos y los hombres en esa época ya no saben donde van porque el pecado primero sigue pendiente y nadie lo ha borrado.

Los israelíes son un pueblo particular. En principio son  elegidos de Dios, lo cual  ya da pie a pensar en un enchufismo que ni Koldo con Ábalos en un principio, ni Jesica con Ábalos  – presuntamente-, ni Ábalos con Aldama, también presuntamente… al principio.

Dios les promete que, como pueblo oprimido y perseguido y echado de todos los sitios  ( Ur en Caldea, Canaam, Egipto, Babilonia…) les va a mandar un rey y van a ser poderosos a tope. Se lo creen  – no les dio nada de masacrar a Gaza-  pero lo entienden mal y cuando nace Jesús de Nazaret – un hombre bueno, decente, sabio, solidario y que no tragaba con los farsantes del templo ni con los políticos cagones. A ver si lee esto el amor de mi vida y me recupera-, cuando nace Jesús, les incomoda y lo asesinan. Pablo de Tarso rabino listo como el hambre, es el secretario general del cristianismo y organizó una religión nueva en la que hay dos claves esenciales: la redención  – se carga aquel pecado tan nefando y que tantas molestias causó al genero humano- y la resurrección. El mismo lo dice, ahora que lo estamos celebrando: si Jesús no resucitó, vana es nuestra fe.

La redención es un mito, o sea un cuento moruno o de cualquier otra nacionalidad,  y la resurrección otro mito consolador contra el drama de la muerte porque ya lo decía Spinoza: todo lo que es pretende seguir siendo y la muerte nos resulta repugnante, de ahí todos los inventos.

Ya verán el chasco que se va a llevar Bergoglio cuando ahora vea que de resurrección no hay nada. Ya me gustaría a mi que hubiera y que Jesús me esperara y me acogiera en sus brazos. También me gustaría que el amor de mi vida viviera conmigo y no con otro y ponerle yo los cuernos a él y no a la inversa. Ilusiones y jorobas no hay médico que las cure.

Manuel Avilés, escritor y director de prisiones jubilado, columnista de h50

 

 

 

 

 

 

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