
El próximo 1 de noviembre, Día de Todos los Santos, mientras muchos trabajadores en España disfrutan de un día festivo encendiendo velas y recordando a sus difuntos, miles de Policías Nacionales y Guardias Civiles estarán patrullando calles, vigilando cementerios, regulando tráfico y atendiendo emergencias. Lo harán como siempre: con profesionalidad, vocación y… sin cobrar ni un céntimo extra. Porque en este país, los ángeles de la seguridad no tienen quien les ampare. Ni el Ministerio del Interior, ni los presupuestos generales, ni el más mínimo gesto institucional.
La tragicomedia del servicio público
La escena se repite cada festivo, cada puente, cada Navidad, cada Semana Santa. Mientras otros funcionarios ven incrementadas sus nóminas por trabajar en días señalados, los agentes de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado lo hacen por amor al arte (o por obligación, que es peor).
¿Ejemplos? Los médicos del sistema público pueden llegar a cobran por guardia festiva. Los funcionarios de Justicia, según sus cuadros retributivos, reciben complementos específicos y de peligrosidad. Incluso el Tribunal Supremo ha dictaminado que los turnos festivos deben ser retribuidos, aunque el funcionario esté de vacaciones. Pero claro, eso no aplica a los santos de uniforme.
Un calendario de sacrificios sin recompensa
Los policías y guardias civiles trabajan cuando otros descansan. Fines de semana, puentes, festivos nacionales y locales, turnos de noche, operativos especiales… Todo sin que el Ministerio del Interior les reconozca económicamente ese esfuerzo. No hay plus de festivo ni compensación alguna, no hay gratificación por riesgo. Ni siquiera hay un mísero bocadillo institucional.
¿Profesión de riesgo? Solo para el bolsillo
Mientras se debate si la de policía debe ser considerada oficialmente como “profesión de riesgo”, lo que sí está claro es que es una profesión de sacrificio. Y de miseria retributiva. Porque ni los ángeles de la seguridad tienen milagros en sus nóminas. Y si hay santos en este país, son esos agentes que, sin queja ni huelga, siguen protegiendo a todos… incluso a quienes les niegan el pan y el plus.
¿Hasta cuándo esta penitencia?
La pregunta no es retórica. Es política. ¿Hasta cuándo el Ministerio del Interior va a mirar hacia otro lado? ¿Cuándo se dignará a reconocer que trabajar en festivos merece algo más que palmaditas en la espalda y medallas en actos oficiales? Porque los santos también comen. Y los ángeles, aunque no tengan alas, sí tienen familia, hipoteca y dignidad.










