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Noches de azul y acero en las calles

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Brau López*

La sociedad al igual que la memoria tiene el vicio de tornarse selectiva. En función de si un recuerdo es bueno o malo nuestra mente consciente o inconscientemente decide si lo mantiene vivo o lo envía directamente al olvido.

Nuestra sociedad actual hace exactamente lo mismo con los problemas, si éstos son ajenos a nosotros se critican, se incide en ellos o incluso se justifican, pero cuando se trata de “nuestros problemas… ahí la cosa cambia y si no te interesa mucho se tiende a mirar para otro lado o a quitarle importancia.

Así mirando hacia otro lado han ido pasando los años y las advertencias que nos hacían los profesionales de la seguridad respecto al crecimiento de una delincuencia cada vez más violenta, junto con el aumento notable del uso de armas blancas entre la juventud y más concretamente entre aquellos que trasgreden la ley hemos llegado al punto crítico en el que nos encontramos hoy en día. No hay semana en la que la noticia no sean jóvenes apuñalados, agresiones entre miembros de bandas delincuenciales rivales o peleas a las puertas de discotecas y locales de ocio. Las noticias de ayer se tapan con las de hoy y éstas tristemente se solaparán con las de mañana, y así semana tras semana. El problema se transforma en rutina y aunque deja de ser noticia sigue siendo un problema.

Hace cinco años ya avisamos que no íbamos por buen camino, que las intervenciones policiales en las que se veían implicados jóvenes portando armas blancas llamaba poderosamente nuestra atención. Al principio eran solamente los fines de semana y con el tiempo ya da igual si era un martes o un viernes, las agresiones o los robos con violencia no entendían de horario ni de calendario. Desde los (GOR) Grupos Operativos de Respuesta se organizaban dispositivos de prevención de la delincuencia en zonas conflictivas dando como resultado la identificación de sujetos potencialmente peligrosos, a propuestas para sanción por vía administrativa por tenencia de sustancias estupefacientes, armas u objetos contundentes o en su caso a la detención por tenencia ilícita de armas o la comisión de delitos violentos.

El policía, el vigilante de seguridad o los técnicos sanitarios en el SAMUR o en las urgencias de los hospitales saben perfectamente cuál es la magnitud de un problema que lejos de mitigarse crece como la espuma. La gente de a pie no se rige por estadísticas de criminalidad, se guían por sus propias experiencias o por las de su entorno más cercano y raro es encontrar a alguien que no haya sido víctima de un robo con violencia o una agresión. Hay víctimas de todo tipo, desde jóvenes que terminan apuñalados cuando van a coger el bus después de una noche de fiesta, señoras de mediana edad a las que asaltan en un aparcamiento cuando van a recoger su vehículo o incluso sujetos que dados al frenesí de una vendetta callejera pasan de ser agresores a convertirse en agredidos. Nadie está exento de toparse con estos indeseables.

El Madrid de los duelos al alba en la calle de la Esgrima en el Siglo de Oro o el de los “Quinquis navajeros” de los ochenta en Vallecas era un Madrid idílico comparado con la “Movida” que se vive actualmente en la capital. Cuchillos, navajas o machetes salen a relucir con frecuencia en el “Five Points de Lavapiés”.

Hay quien recurre siempre al “Hay que ponerse las pilas… pero ¿Quién? ¿Los policías que se la juegan cada día durante su servicio, los jueces y fiscales que interpretan las leyes y las aplican o los legisladores que con un enorme sentido del “buenismo” y la redención piensan que un sujeto que delinque y al que le constan numerosos antecedentes por delitos violentos va a cambiar su actitud por el miedo al reproche penal? Al delincuente habitual ni le asusta la policía, ni la ley, ni la pena, ni ver al juez cada semana.

Como hacemos desde hace tiempo, seguiremos advirtiendo a la ciudadanía y las autoridades de lo que se nos viene encima, a los primeros para concienciarles y protegerles y a los segundos para que quede constancia de que siempre se les hizo conocedores de esta problemática.

Brau López

 

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