No lo hicieron y perdieron ellos. Historia de dos héroes.

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Tal día como hoy, hace 37 años, un joven Tedax de la Policía Nacional moría tras intentar desactivar un artefacto explosivo colocado por ETA.

En nuestro afán por honrar la memoria de las víctimas de la banda terrorista ETA, hoy contamos la historia de Aniano SUTIL PELAYO, un joven policía del TEDAX.

Eran las dos de la madrugada del 27 de marzo de 1983, cuando dos Tedax de la Policía Nacional, Aniano SUTIL PELAYO y Juan Manuel MARTÍNEZ AGUIRIANO, intentaron desactivar una bomba que había sido colocaba por ETA en el barrio donostiarra de Gros.

Tras recibir la Policía Municipal el comunicado de la colocación de la bomba, avisaron a los Técnicos Especialistas en Desactivación de Artefactos Explosivos (TEDAX) de la Policía Nacional.

Pero la banda terrorista utilizó un mecanismo trampa. El objetivo era matar a los artificieros de la Policía Nacional. La onda expansiva de la explosión hirió a Juan Manuel y mató en el acto a Aniano. La bomba destrozó su cuerpo.

Juan Manuel de 31 años, ingresó con shok traumático, amputación traumática de la pierna izquierda y abrasión de partes blandas en el cuerpo.

Pudieron explotarla en la distancia, pero intentaron desactivarla.

El motivo de no explotarla desde la distancia y acercarse al artefacto para intentar desactivarlo, fue porque debido a la potencia del explosivo y que la calle era estrecha, habría provocado grandes daños en los establecimientos y viviendas.

No lo hicieron y perdieron ellos.

Arriesgaron sus vidas para evitar que los ciudadanos y sus bienes se vieran afectados.

Así lo dijo el delegado del Gobierno en el País Vasco, Ramón Jaúregui: “Los ciudadanos de San Sebastián, los de la calle Carquizano y adyacentes, deben saber que Aniano Sutil Pelayo ha muerto y que Juan Manuel Martínez está gravemente herido porque han arriesgado su vida a fin de que los ciudadanos y sus bienes no se viesen afectados por las bombas. Podían haberla hecho estallar a distancia, pero no lo hicieron y perdieron ellos”.

Aniano tenía 26 años, una mujer de 23 años y una hija, Tania, de 3 años.

Tania contó a El Mundo, que el peor día del año era cuando tenía que rellenar en la ficha escolar del principio del curso en el hueco para los datos del padre, “fallecido”. O cómo el día del padre hacía las manualidades para su madre, una heroína. “A mi padre lo recuerdo como a un héroe. Pero la heroína ha sido mi madre: una niña que se quedó viuda con otra niña a su cargo. No rehízo su vida. Sigue enamorada de él”.

 

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