Más sabe el diablo por viejo…

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“Más sabe el diablo por viejo…” es un relato basado en hechos reales que nos emplaza a algún lugar del País Vasco, donde un veterano guardia civil y su compañero novato, consiguen desmantelar un comando activo de ETA, gracias a una brocha y grandes dosis de experiencia.
Es un día oscuro, desgraciadamente como muchos de ellos aquí. Para quien no sea de aquí y, no se acostumbre, acaba aborreciéndolo, menos mal que el País Vasco es precioso, algo bueno debía tener…
En este día tan oscuro, nos encontramos en la Comandancia de Intxaurrondo, en una pequeña sala en el sótano. Desde aquí partiremos en breves instantes a un pueblo. Todavía no sabemos el nombre hasta que entra el teniente a informarnos de lo que se llevará a cabo esta semana.Después de una charla informativa que dura unos 15 minutos, salimos de ese sótano. Antes de salir, mi compañero coge el cubo de pintura y yo una carpeta, con nuestro mono blanco manchado ligeramente de distintos colores de pintura salimos por la comandancia, no sin antes recordar al teniente que se acuerde de pagarnos la obra del mes pasado.Como habéis logrado imaginar, ni los propios guardias tienen que saber que somos compañeros, por eso salimos con un cubo de pintura medio lleno, un rodillo extensible y un saco de temple que nos ha sobrado. Una vez salimos al parking nos espera una furgoneta vieja, rotulada con “Pinturas” y termina en un nombre típico vasco.Resultado de imagen para furgonetaNos adentramos a unos 50 km al oeste de Intxaurrondo, un pueblo pequeño, cuyo nombre al menos no se mencionará por el momento. Como es un pueblo, al entrar con una furgoneta vieja y al ser “extranjeros” nos radiografían con la mirada, nuestro viaje concluye a unos 50 metros de una serie de edificios donde probablemente se escondan unos terroristas, y para eso estamos aquí, para sacar información.

Al llegar, vamos a un bar donde nos pedimos uno “katxarros” y comentamos el fútbol de la jornada anterior, el dueño del bar nos observa de reojo, sabe que no somos de aquí y está nervioso. Finalmente, se acerca como era de esperar…

– Y qué, ¿os váis a quedar muchos días por la zona?

– Vamos por horas jefe, así que esperamos estar unos días y más cobraremos.

– (Ríe) Tened cuidado por esta zona, aunque seáis vascos como nosotros, os mirarán de forma extraña, no estamos acostumbrados a tratar con “extranjeros”.

– Descuide, no se nos notará nada, acabamos de estar en otro pueblo cercano y les hemos caído bien, espero que aquí seamos bien recibidos.

– ¡Claro que sí, ostia! Aquí podéis desayunar cuando queráis, se sirven buenos platos a primera hora.

Por supuesto, podemos pasar a desayunar y de paso nos va controlando lo que hacemos…

– Bueno jefe, tenemos que ponernos a trabajar ya, que como se enteren de que nos pagan por estar en el bar les va a salir caro.

Pagamos y nos vamos a dar una vuelta por la zona.

Le comento a mi compañero que hay que cambiar la furgoneta de sitio. Encontramos una especie de descampado al otro lado de la calle, está un poco más alejado pero servirá para hacer hoy la vigilancia. De momento, vamos a dar una vuelta para estudiar el terreno y ver posibles vías de escape y de contravigilancia.

Una vez aparcada la furgoneta y echando un vistazo alrededor nos metemos dentro…

– ¿Donde está el kit de combate? – Pregunto al novato –

– ¿Qué kit? No me han hablado de ningún kit.

– Ostias, ¿cuántas vigilancias has hecho ya? ¿No sabes lo que es un kit de combate?

– No señor. No me lo han expl….

– ¡Eh! Lo primero no me llames señor, lo segundo estás en tierra hostil, como vayas con esos ánimos y tan educado van a pensar que eres un banquero en vez de un pintor.

– Lo siento, creía que aquí estábamos seguros.

– Aquí no hay nada seguro, ni dentro de una furgoneta ni en las alcantarillas, métetelo en la cabeza. A ver, te enseñaré qué es un kit de combate.

De un hueco entre el techo y la parte delantera saco cuatro botellas de agua de 2 litros, dos de ellas vacías y dos llenas. Varias cajas de cartón plegadas y papel higiénico.

– Bien chaval, esto es un kit de combate. Como te habrás imaginado, la botella vacía es para mear, la otra para ir bebiendo, solo tienes una para todo el día así que tú sabrás. Cuando quieras cagar o hacer de vientre para que no te asustes, montas la caja, te acuclillas y haces lo que nadie puede hacer por ti.

Me mira con cara extraña como si nunca hubiese hecho algo así…

– ¿En serio? No me habían enseñado nada de esto…

– En fin, yo no sé que ostias os enseñan ahora en el curso, pero bueno nunca es tarde para estrenarte, eso si, cuando quieras hacerlo procura estar solo y echar spray después. Por mi bien y sobre todo por el tuyo.

Salgo de la furgoneta con el cubo y el rodillo, tras calarme una gorra. Le digo que se quede aquí vigilando los movimientos de la gente. Mientras, me dirijo al portal donde tenemos que averiguar quién se esconde allí.

File:Cruce Canton de Santa Maria con Calle de Santo Domingo, edificio antiguo.jpg

Tras un breve vistazo a los telefonillos ningún nombre cuadra con nuestra información, no van a ser tan tontos de poner sus nombres -pienso para mí- tocará investigar a mi manera. Fijándome en los nombres de los pisos, me fijo en los más antiguos, decido llamar al bajo y aparece una señora mayor.

– ¿Qué desea joven?

– Perdone señora, creo que me he confundido de piso. Estaba buscando un piso que nos han mandado pintar, me habían escrito este portal y número pero he debido de confundirme. Al menos por teléfono la voz parecía más joven que la suya, aunque si es por aspecto puede ser usted señora.

– (Ríe) Con cumplidos así puedes ganar a cualquier chica, pero lo siento no soy yo.

– Pues pone este edificio, me tocará seguir buscando…

– Ahora que lo dices joven, hay un piso que han entrado unos chavales, pues deben ser de tu edad más o menos, quizás ellos sean los que buscas porque son las únicas personas nuevas por el edificio, pero si te digo la verdad, no sé mucho sobre ellos, apenas salen de casa y no hablan con nadie, son muy raros.

– Muchas gracias señora, me recuerda usted a mi amona (abuela en euskera) y mire que es difícil porque ella es guapísima – la mujer ríe encantada- ¡Que tenga buen día señora!

Vuelvo a la furgoneta y le comento si ha habido algún movimiento. Me ha dicho que no, solo vehículos pasando. Muy bien, hemos averiguado algo, hay unos chavales jóvenes que deben ser ellos, no sabemos piso ni sus nombres, habrá que esperar.

Tras unas horas en la furgoneta el calor se va notando, el novato lleva la mitad de la botella, y la de agua también. Estando yo con los prismáticos observo una pareja joven que llega al portal, tras unos momentos de duda mirando a izquierda y derecha se meten en el portal y cierran la puerta.

Bien, ya tenemos algo, pienso.

Se hace de noche y toca irse, nos bajamos del vehículo y damos una vuelta a la manzana, miramos que no haya nada sospechoso y volvemos a la furgoneta, cargamos los trastos de pintura y nos dirigimos a otro pueblo a descansar.

Operación

Son las 5:00  de la mañana, el despertador suena y hay que darse prisa. Tenemos que llegar en media hora al lugar para seguir con la vigilancia. Mismo mono de trabajo, sin afeitarnos volvemos al lugar. Esta vez aparcamos en una posición más estratégica, fuera de la visión del bar, al otro lado de la calle.

A las 7:30 de la mañana sale la misma pareja, cogen un vehículo y se van del lugar. Estando fuera de la furgoneta comiéndome un bocata para desayunar y bebiendo café pasan a mi lado, no sospechan de nada, me fijo en el modelo de vehículo, color y matrícula. Cojo el lápiz que tengo en la oreja y hago unos apuntes en un papel que saco del bolsillo.

Le digo a mi compañero que esté atento a todo, voy a echar un vistazo a ver dónde viven. Lo primero que hago es mirar el buzón, hay seis pisos y cuatro casas por planta. La mayoría están vacíos de propaganda, es decir, vive gente que abre el buzón regularmente.

En todos nombres vascos, busco alguna marca en el buzón y encuentro una pequeña raja encima del nombre de una chica, apunto el piso y subo hasta arriba del todo.

En el sexto piso se escucha poco ruido, aun así cojo un metro y empiezo a hacer mediciones en las paredes, a la vez que lo hago estoy atento a posibles ruidos, parece que en esta planta hay gente en todas las casas, en la quinta planta lo mismo.

En la cuarta planta hay dos puertas que no se escucha nada, en la tercera planta otras dos y en la segunda planta solo una. En la planta baja se escucha ruido en ambas casas.

Queda apuntado donde no hay gente, vuelvo a la furgoneta y esperamos un par de horas. Por fin llega la señora de la limpieza, hace un repaso rápido por todos los rellanos y se va del portal al cabo de 45 minutos.

Es el turno de mi compañero, debe subir distintos utensilios al sexto piso, donde hay más gente para que no sospechen, y tiene que bajar a pie las seis plantas.

– ¿Y bien, qué tenemos? -le digo-.

– En todos los pisos han colocado de nuevo las alfombrillas menos en una casa del cuarto piso.

– ¿Ves? Nunca falla, cuando pasan a limpiar y hay gente mayor en las casas siempre salen a colocar de nuevo la alfombrilla en su sitio.

Esta vez vamos los dos al cuarto piso. Colocando un poco de cinta de carrocero en las mirillas ya tenemos vía libre, mientras mi compañero revisa el material cojo un poco de precinto transparente y coloco una fina tira en la parte superior de la puerta, una mitad en el marco y la otra pegada a la puerta. Nos vamos disimuladamente a hacer la vigilancia en la furgoneta.

Pasan varias horas, entre esas horas sale mucha gente del edificio, algunos a pasear al perro, otros a comprar el pan, hacer recados… Pero nuestra pareja no llega. Al final a las 20:00 llegan los dos juntos con una mochila que antes no llevaban, algo sospechoso para nosotros.

Hay que esperar más tiempo, por suerte su ventana da a la calle donde estamos, y por suerte para nosotros nos hemos colocado bajo unos árboles donde no nos podrían ver todo lo bien que quisieran. Esperamos hasta las 23:00 cuando se apagan las luces del salón.

Ahora es el momento más crítico de toda la operación para ambos. Uno debe de ir a la casa y otro al vehículo. Elijo la casa por ser más peligroso. Como hemos de pasar a pintar durante todo el día se ha puesto un cartel en la puerta que pone ” NO CERRAR LA PUERTA, ATENTAMENTE LOS PINTORES” por si acaso, hemos colocado cinta de carrocero y precinto en la puerta, así por si les da por cerrar no quedará cerrada del todo y estará entornada.

Como la gente no se suele fiar me encuentro con la puerta cerrada, pero nuestro truco ha funcionado y puedo abrir sin problemas la puerta. Ahora poco a poco y a oscuras subo escalón a escalón hasta el cuarto piso. En el tercer piso se escuchan pasos y ladridos en una casa, parece que van a sacar al perro a pasear. Acelero el paso hasta el cuarto piso, llego al rellano y con una linterna observo la puerta, donde había colocado el precinto ha desaparecido una parte, es decir, han abierto y cerrado la puerta, ¡buena señal! Bajo con el mismo silencio que he subido y me meto en la furgoneta.

Por otro lado, mi compañero se encuentra a pocos metros del vehículo, mirando a un lado y a otro no ve a nadie. Saca una varilla de medir el aceite y tras medio minuto peleando con la cerradura consigue abrir el vehículo. Una vez dentro, saca del bolsillo un pequeño micrófono que oculta detrás del cabecero del conductor, con cuidado cierra la puerta y se agacha al lado de la rueda. Es el momento de “enchicharrar” el coche, así que coloca la chicharra por encima de la rueda y se va andando tan tranquilo a la furgoneta.

– ¿Ya? 15 minutos para poner una chicharra, ¿es la primera que pones o qué?

– No ha sido fácil, he tardado en abrir el coche y estaba vigilando la zona.

– Me da igual lo complicado que veas abrir un coche, la gente es cotilla y ver a una persona a las 00:00 de la noche en un vehículo 15 minutos hace sospechar, la próxima vez en 5 debe estar listo o lo tendré que hacer yo.

Imagen

Pasan varios días hasta que vuelvo a la zona, en esta ocasión no voy de pintor, llevo unos vaqueros, sudadera , un pasamontañas y un chaleco amarillo que en la espalda pone “GUARDIA CIVIL” y debajo “S.I.G.C.” Esta vez es más temprano aun, son las 5 de la mañana pero estoy en otra furgoneta. Hoy no me acompaña mi compañero, voy junto al teniente y un grueso operativo de unos hombres vestidos de verde, se hacen llamar GAR o, lo que es lo mismo, Grupo Antiterrorista Rural, todos ellos con el rostro descubierto, ellos todavía no han visto el mío, ni lo verán por orden de mi superior.

Todos callados esperando a que pase el tiempo para que den luz verde, se hace un silencio sepulcral, solo se rompe cuando se escuchan dos golpes secos en la parte delantera, es el conductor dando luz verde para salir de la furgoneta. Salgo tras ellos y me junto con más compañeros del SIGC, suben la escalera con paso lento hasta llegar al cuarto piso. Otra vez ese silencio sepulcral, solo dura unos segundos hasta que el ariete revienta la cerradura y abre la puerta, entonces solo se escuchan las palabras “ALTO, GUARDIA CIVIL, ¡AL SUELO!” una vez asegurada la zona entramos nosotros y comprobamos su identidad.

La que era una amable pareja para sus vecinos, eran en realidad dos etarras que formaban parte de un comando muy peligroso, han llegado miembros desde Madrid para ver la operación. Gracias al micrófono en el vehículo se pudo saber que iban a cometer un atentado inminente y pudimos darles caza antes.

Una vez va llegando a su fin el registro bajo al portal, son las 7:00 de la mañana, ha pasado una hora desde que hemos entrado y estoy hablando con un compañero del GAR.

Se abre la puerta de una casa, es la señora con la que hace días hablé, se ha levantado tras escuchar alboroto por la escalera, al abrir la puerta se asombra al ver al operativo del GAR armado, pregunta qué ha pasado y el agente se dirige hacia ella para indicarle que se meta en el domicilio. En ese momento me mira y se cruzan nuestras miradas, sus ojos de un azul como el mar se clavan en los míos y no deja de mirarme, le indico al agente con la mano que no pasa nada.

La señora se sorprende por el gesto y dice “tranquilo, solo quería saber qué ocurría” me mira a los ojos de nuevo y vuelve a decir “solo soy una amona un poco cotilla, ¿verdad joven? ”

Autor: RO-1 (@undercover_Camo)

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