Marlaska, en la cuerda floja. De juez estrella a juguete político roto

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Columna de Ricardo Magaz en h50 Digital Policial. “CRÓNICAS DEL NUEVE PARABELLUM”.

Fernando Grande-Marlaska (Bilbao, 1962), actual ministro del interior, en realidad se llama Fernando Grande Gómez. Un buen día decidió euskaldunizar sus apellidos y se registró como Grande-Marlaska.

Marlaska fue un juez respetado en la Audiencia Nacional, sustituto de Baltasar Garzón. Con el paso del tiempo le llegó la droga de la política y el proceso de la metamorfosis (cual Kafka). Ahora es un ministro incapaz y amortizado. Absolutamente amortizado. Sánchez no le cesa por no desautorizarse a sí mismo.

Detención de un juez

Las torpezas de Marlaska han sido continuas desde su nombramiento.

La más reciente, de momento, el arresto del magistrado, ex decano de los jueces de Talavera de la Reina, Fernando Presencia, detenido en plena calle cuando salía de su casa por la mañana. Al juez Presencia lo detuvo la policía, siguiendo instrucciones superiores, para ficharle en comisaría y comunicarle una sentencia por un litigio con el presidente del TSJCLM en el que, para colmo, el Tribunal Supremo le dio la razón a Presencia.

A resultas, un juzgado de Madrid ha abierto investigación contra el ministro del Interior por un supuesto delito de prevaricación, falsedad de documento público y tráfico de influencias al haber impulsado presuntamente desde el palacete de la Castellana la detención ilegal del magistrado de Talavera. Ya veremos cómo acaba este rosario. Mala pinta tiene el enfermo.

Ambición política

Llueve sobre mojado en la carrera política de Marlaska.

Los beneficios penitenciarios y los homenajes a los presos de la banda terrorista ETA en las calles, el proyecto chapucero de la reforma de lo que él llama sin pudor “Ley mordaza”, el abandono de los funcionarios de prisiones, la falta de recursos a los agentes en los asaltos a las vallas de Ceuta y Melilla o los compromisos incumplidos en la lucha contra el narcotráfico desatado en la zona del Campo de Gibraltar, entre otros descalabros, pesan como una losa en el expediente de un ministro desbordado por una ambición, la política, que le hizo perder el rumbo y el prestigio acumulado en la Audiencia Nacional. Y ya se sabe, el prestigio es como el honor; una vez que se malgasta…

 

(*) Ricardo Magaz es profesor de Fenomenología Criminal en la UNED, ensayista y miembro de la Policía Nacional (sgda/ac

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