Ser policía nacional a los 40 años conlleva una serie de desafíos y signos distintivos que afectan tanto a la salud física como mental de los agentes. En este artículo abordaremos el perfil de agentes que han cumplido esta edad y algunos de los aspectos más relevantes que influyen en el desempeño de esta profesión.
Impacto en la salud de trabajar a turnos
Diversos estudios médicos a nivel nacional e internacional han concluido que trabajar a turnos puede tener un impacto negativo en la salud de los policías nacionales. La alteración constante de los horarios de trabajo puede provocar trastornos del sueño, fatiga crónica y problemas digestivos. Además, la falta de un horario regular dificulta la conciliación de la vida laboral y personal, lo que puede generar estrés y ansiedad.
Actualmente, miles de policías nacionales, guardias civiles, locales o autonómicos desempeñan su labor trabajando en ciclos combinados de tarde-mañana-noche-libre. Se trata de sistemas de turnos rotatorios cuya eficiencia, efectividad y consecuencias directas sobre la salud de los agentes no se ha puesto en debate en años por las autoridades competentes.
Consecuencias de trabajar de noche
El trabajo nocturno es especialmente perjudicial para la salud. Los policías que trabajan de noche experimentan una alteración de los ritmos circadianos, lo que puede llevar a problemas cardiovasculares, diabetes tipo 2 y deterioro cognitivo. Además, la exposición prolongada a turnos nocturnos aumenta el riesgo de desarrollar enfermedades crónicas y trastornos del sueño.
Los efectos de trabajar a turnos van desgastando a los trabajadores con el paso del tiempo pero se pueden acentuar de forma significativa uniéndose a los cambios que experimenta el cuerpo humano al llegar a los 40 años de edad.
Síndrome del burnout o “poli quemado”
El síndrome del burnout, también conocido como “poli quemado”, es una condición común entre los policías nacionales después de años de servicio sin ver su profesionalidad compensada adecuadamente. Este síndrome se caracteriza por agotamiento físico y emocional, despersonalización y una disminución en la realización personal. Llegados a los 40 años, los agentes son más propensos a sufrir de burnout y pueden experimentar síntomas como irritabilidad, depresión o una sensación de desconexión con su trabajo.
Agravio salarial entre policías nacionales y agentes autonómicos
Un agente con 40 años probablemente es un perfil con bastantes responsabilidades que afrontar en su vida privada: hijos, hipoteca, coche, cuidados a personas dependientes… Poder hacer frente a estos puntos con mayor garantía va unido también a una solidez salarial. Sin embargo, policías nacionales y guardias civiles son objeto de principales agravios que enfrentan estos agentes en disparidad salarial comparando nóminas con otros agentes de ámbito autonómico, como los Mossos d’Esquadra y la Ertzaintza.
A pesar de realizar funciones similares, los policías nacionales y guardias civiles perciben salarios significativamente más bajos por lo que su calidad de vida es inferior que la de sus homónimos (salarialmente hablando). Esta desigualdad ha sido motivo de protestas y reivindicaciones por parte de los sindicatos policiales y todavía a día de hoy sigue sin resolverse por parte del Ministerio del Interior.
Profesión no considerada de riesgo por el Ministerio del Interior
A pesar de los riesgos inherentes a la profesión, el Ministerio del Interior no considera a los policías nacionales como una profesión de riesgo. Esto implica que los agentes se jubilan más tarde y con pensiones más bajas en comparación con otras profesiones que sí son reconocidas como de riesgo. A partir de los 40 años, los agentes comienzan a plantearse su futuro después de estar en activo y es esa falta de reconocimiento lo que agrava aún más la situación de los policías nacionales y guardias civiles, quienes deben enfrentar peligros diarios sin el respaldo adecuado con un núcleo familiar del que deberán seguir cuidando más allá de cumplir con su edad en activo.
En resumen, ser policía nacional a los 40 años implica enfrentar una serie de desafíos que afectan tanto la salud física como mental de los agentes. La falta de reconocimiento y compensación adecuada, junto con las condiciones laborales adversas, contribuyen a un panorama complicado para estos profesionales dedicados a la seguridad pública. Los agravios comparativos respecto a sus condiciones laborales con las de otros cuerpos llevan a replantearse su futuro y condicionar su comportamiento y desarrollo profesional.