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La victimización secundaria

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Lanzo una petición de AYUDA, y como me queda una pequeña chispa de romanticismo, tengo la esperanza que alguien lo lea y quiera o pueda atender mi petición de socorro.

Para poner en antecedentes mi petición, hago un pequeño resumen de las circunstancias.

Hace aproximadamente un año y medio, tuve la oportunidad de llevar un caso donde la problemática que existía estaba relacionada con el convenio regulador de visitas de un menor de 10 años con su padre. El menor, se negaba a ir con el padre y como él iba a buscarlo al colegio, éste nos avisaba a la policía, dos veces por semana, para que diera fe de los hechos.

El día que de causalidad me toco a mí, tuve suficiente con cinco minutos hablando con el menor para ver que necesitaba ayuda como víctima colateral de una problemática familiar y de un proceso institucional de adultos siendo un niño, por lo que no dudé ni un momento en llevar el caso desde la unidad de víctimas.

Me centré exclusivamente en el menor, ya que la problemática de los adultos ya estaba desde hacía mucho tiempo siguiendo su proceso “normal”, y observé un fuerte daño psicológico del menor como consecuencia de todo ese proceso.

El primer día que fui al colegio, me encontré al padre en la puerta y le pedí que me dejara hablar primero con el menor.

Cuando entré en la sala de estudios del colegio, me encontré a un niño sentado al final del aula en un sofá, encogido, con los hombros hacia adelante, las piernas cruzadas, con el cuello reducido hacia abajo y atrás, pero con la mirada clavada en mí, escondido, pero expectante.

Me acerqué llamándole por su nombre y me senté delante de él a su altura. En la mediación inicial de unos 5 minutos, solo contestaba en monosílabos y me di cuenta de que iba a ser muy duro romper el muro de hormigón que había creado. Observé una gran introversión y su afectación en sus relaciones sociales (que conocía porque me había informado), pero incluso así conseguí pactar con él que no se iría con su padre si no quería, pero que le diera la oportunidad de hablar con él. Yo estaría presente para que cuando él quisiera finalizar la conversación, yo la diera por finalizada.

Le comenté al padre como lo había visto, y le hablé de mi temor de que le ocurriera algo en caso de que se le escapara, ya que vivía a varios pueblos de distancia de donde reside habitualmente con su madre. Le expliqué que había hecho un pacto con el niño: le daba la oportunidad de verlo y hablar con él, pero con ciertas condiciones que, personalmente, le pedía por favor cumplir sin vacilar.

El padre entendió perfectamente mi preocupación y acepto la mediación.

El estar presente en la mediación me fue perfecto para observar las expresiones, verbales y no verbales, tanto del niño como del padre, y también para poder intervenir cuando viera al menor saturando. Una vez concluido en encuentro, salí con el padre y le di las gracias por cumplir su palabra. Le comenté que iba a llevar el caso como víctima infantil, neutral en el proceso conyugal, e iba a intentar venir siempre que pudiera a atender a su hijo. Le propuse que, si le parecía bien, hacer siempre esta misma mediación, ya que veía que el proceso era traumático para el menor y peligroso para todos, y que si podíamos tantear poco a poco cumpliendo siempre el pacto sería mejor que no verlo nunca. Cuando vino la madre a buscarlo, le expuse la misma conversación que había tenido con su expareja y padre del menor. Ambos entendieron la magnitud del problema del niño y aceptaron mi propuesta.

Cuando acabé de hablar con el padre y éste se marchó, volví al aula. El niño se mantenía en la misma posición corporal del inicio. Me volví a sentar en el mismo sitio y, sin presiones, quería que quedara claro que yo había cumplido mi parte del trato (en los futuros encuentros, aceptó siempre el trato cuando se lo proponía yo). Tenía que tener mucho cuidado, ya que era consciente que me estaba analizando tanto o más que yo a él. Yo soy de los que piensa que nunca se debe subestimar a los niños ni pensar que sus capacidades son inferiores por ser menores (yo los denomino Bob Esponja, por su gran capacidad de absorción de información sin darnos cuenta).

Durante dicha observación para obtener información, debía ver algo que me diera una pista de donde podía haber una entrada a su muro de hormigón, y vi su mochila de Spiderman, (como he dejado caer, los niños, son niños, pero no tontos, por lo que pueden detectar lo que yo denomino, “la chapa del poli bueno”). Ya que seguía con sus monosílabos y su posición de camuflaje/ defensa, utilicé mis conocimientos de Marvel y me empecé a meter con Spiderman, siendo yo un fan de Lobezno, y a imitarlos cómicamente, hasta que después de mucho esfuerzo por su parte (observaba como apretaba la mandíbula), conseguí que se riera (es un ítem más para conseguir que se cree esa entrada al muro).

A partir de ahí, y no recuerdo como, me explicó que le gustaban mucho los peces. Partiendo de la misma base de la chapa del poli bueno, le dije que no tenía ni idea, pero me acordé de la película Buscando a Nemo, y me sirvió como recurso para preguntarle por los peces de la serie y poder mantener la buena dirección. Mientras esperábamos que llegara su madre a recogerlo, me fui con él a su clase donde me estuvo explicando cosas de los peces y enseñándome las manualidades que hacían en clase.

Cuando me avisaron por emisora de que ya había llegado su madre al colegio, nos fuimos a buscarla. Su madre se quedó extrañada de que viniera así conmigo, ya que, según ella, y lo que pude observar yo, era un niño extremadamente reservado que proyectaba una imagen exterior de adulto, no dejando internamente de ser un niño.

A los dos días del servicio me tocó hacer el tránsito escolar y pasó con la bicicleta por delante mío, a lo que le grité ¿no me saludas?, haciendo caso omiso. Eso me preocupó, ya que podía haber perdido los ítems ganados. A los 10 minutos vino su madre, y se lo comenté y ella me contestó: ¿sabes lo que me ha dicho? que su padre no, pero tú sí que le entiendes. Respiré tranquilo, porque eso me hacía subir muchos ítems.

Mi segundo servicio fue muy parecido al primero, pero le capté un ítem muy importante cuando llegué, que en su misma posición de camuflaje/defensa, y mirada de reojo, cuando me vió llegar, sonrió y volvió a su posición, eso me confirmaba una complicidad mutua.

A partir de ahí, según me manifestaba su madre, el niño, unos dos días antes de la visita del padre,  tenía problemas gastrointestinales, excepto si sabía que iba a ir yo al servicio, porque era lo primero que preguntaba.

Me informé por diferentes fuentes, y el menor, lo denominaríamos como un super dotado, estando en un chat de adultos aconsejando sobre el cuidado de los peces, es más, fui testigo como a un compañero le solucionaba el problema de algas de su pecera. Hablando con él, y queriendo llevármelo a mi terreno, le confesé, que era un gran fan de las motos y coches clásicos y en especial de Harley Davidson, (me regalo dos llaveros de Harley, hechos por él, dignos de compra, que yo, le mostré mi gran gratitud colgando las llaves de mi Harley). Me dijo que a él también, y me dió una tesis de dichos vehículos. Sacándole algún otro tema, que yo dominaba, me superaba, por lo que pude observar la capacidad tan grande de observación y aprendizaje que tenía, por esa razón, al tratar con él, tenía que ser especialmente cuidadoso, para no perder en segundos la confianza ganada.

Los siguientes meses trascurrieron positivamente, entre visitas físicas y telefónicas, hasta que llegó el día del juicio por el cambio del convenio regulador de visitas y el menor tenía que manifestar en la sala, por la problemática de la negativa y los perjuicios que le estaban ocasionando al menor.

Una semana antes del juicio, la madre me comentó que el menor estaba mal del estómago y muy preocupado, por lo que le pedí a ambos tutores, que me lo dejara una tarde en jefatura para hablar con él a solas, recalcando mi neutralidad en el tema, y solo mi interés por el bien del niño, y, si le parecía bien, se lo preguntara al menor si también quería.

Al ser afirmativo por todas las partes, me informe del protocolo de tomar declaración al testimonio de un niño y me sorprendió no encontrar nada oficial en internet (si alguien lo conoce oficialmente se lo agradecería de corazón que me lo transmitiera). Solo fui capaz de encontrar pequeñas pinceladas, las cuales tuve que unir, utilizar la coherencia, y hacerme una idea del proceso, lugar, preguntas…etc.

Adecué el medioambiente para un niño de una sala de jefatura, y le preparé papel y colores para pintar. Me informé por su madre de lo que le gustaba para merendar y le pedí permiso para dárselo, por lo que tenía una Cola Cao y un Donut para él, y otro para mí, y un lápiz para hacer manualidades con plástico, que le regalaba.

Estuve con él, preparándole, tranquilizándole y quitándole hierro a las cosas con toques de humor y complicidad, mientras merendaba y dibujaba una casa (se lo pedí yo para analizar el dibujo y su proceso). Le expliqué que estaría en una sala especial esperando, que lo llamarían, entraría con alguien en otra sala, él se sentaría delante de una mesa, donde habría unas personas sentadas delante de él, posiblemente vestidas de paisano, que le harían preguntas, no tenía que tenerles ningún miedo y que sus respuestas no estaban ni bien ni mal (era su obsesión), simplemente debía contestar la verdad.

En esa sesión conseguí que me hiciera pequeños comentarios sincerándose de la relación con su padre, lo que era un gran logro para llegar a su problema y estar a tiempo de reconducirlo.

Después de cerca de hora y media con él, llamé a su madre para que lo viniera a recoger y explicarle como había ido. El niño, se lo pasó bien, estaba contento y, sobre todo, se tranquilizó. Analicé la actuación y los dibujos del menor, y esperé al día siguiente del juicio para contactar con la madre y preguntar cómo había ido, ya que mi intención era hacer otra sesión completamente igual, para comparar ambas en la actitud y el estado del menor y saber el nivel de daño ocasionado para buscarle soluciones.

Después de este resumen, con diversas actuaciones, seguimiento y logros en el caso, durante un año y medio aproximadamente (contando que en la policía en la que me encontraba trabajando era de plantilla pequeña y no podía tener dedicación exclusiva en la atención de las víctimas, ya que tenía que realizar el resto de funciones policiales), pese a eso, estaba contento con el trabajo.

Contacté con la madre por teléfono al día siguiente del juicio, para informarme. Ésta me manifestó que había ido mal. Por razones administrativas había habido un retraso en el juicio de más de una hora que habían soportado estoicamente en el pasillo de (Revista Skopein Año III, Número 7, Marzo – Mayo 2015)   los juzgados con el resto de juicios. Lo llamaron para entrar en la sala y no se le podía acompañar, por lo que entró solo, se puso de pie, delante del micrófono y a distancia, y el tribunal con toga, lo tuvieron de pie contestando preguntas (como en un juicio de adultos) aproximadamente una media hora. Me explicó que el menor salió muy mal y no quería hablar del tema por lo que no le había explicado nada del interior de la sala. Le dije a la madre que le preguntara cuándo me quería ver, a lo que contestó que por ahora no, que no era por mí, pero que no quería hablar del tema. Además, me informó que se cambiaban de domicilio a otra comarca.

Aquí viene mi petición de socorro, se lleva demasiados años hablando de la victimización secundaria, de sus grandes secuelas psicológicas, y no se avanza nada por no realizar cambios comprensibles y, lo que más me duele, algunos son simples, sencillos y económicos.

Espero que se pueda ver el trabajo tan laborioso de proceso lento, y no siempre fructífero del trabajo de la atención a la víctima. Pero, no pido ayuda por tirarme un año y medio picando piedra para que en 3h se tire por la ventana, yo elegí ayudar a la víctima. Mi petición de ayuda es para las víctimas. En el presente, este niño ha bloqueado totalmente la entrada a su muro de hormigón, y a cualquier profesional que quiera ayudarlo le va a costar mucho más que a mi poder hacerlo. Flaco favor se le ha hecho reforzándole su actitud introvertida socialmente y rechazo a todo lo que sea ayuda, y más por parte de la administración pública.

Mando este mensaje en una botella y la tiro al mar de internet, con la esperanza de que la gente que lo encuentre se conciencie de la importancia en la atención a la víctima en la victimización secundaria.

«SEMPRE IN DUBIO PRO VICTIMAE»

Héctor MARCOS VÁZQUEZ

PÉRITO EN MALOS TRATOS

MÁSTER EN ATENCIÓN A LA VÍCTIMA

POSTGRADO VICTIMOLOGIA

GRADO SUPERIOR DE IGUALDAD DE GÉNERO

 

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