La transición intermedia entre la defensa y el arma de fuego

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Las asociaciones de la Guardia Civil llevaron al Consejo del Instituto Armado en marzo de 2017 una petición para la dotación de la pistola eléctrica al entender que ayudaría a “reducir el riesgo de sufrir lesiones u ocasionarlas” frente a la tradicional arma de fuego.

La Dirección General de la Guardia Civil aseguró entonces que estaba realizando un estudio de mercado para valorar la conveniencia o no de adquirir estas armas eléctricas. El pasado 21 de noviembre de 2017, ante el anuncio de que los Mossos se sumarían a la Ertzaintza en el uso de la Táser, fuentes de Interior explicaron que el ministerio dirigido entonces por Juan Ignacio Zoido mantenía en estudio su uso, aunque sus técnicos y expertos en seguridad se decantaban mayoritariamente por no hacer extensivo este elemento de defensa entre los agentes de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado.

Diferentes sindicatos policiales presentaron un escrito exigiendo la incorporación de estos medios donde manifestaban que: “En el caso de las Táser, estudios sobre su uso por parte de los cuerpos de policía muestran que más del 80% de los casos con sospechosos se resuelven con tan solo desenfundar, mostrar el dispositivo o apuntar con las miras láser”.

En esta línea, otros sindicatos policiales llevaron ante el Consejo del cuerpo una petición para incorporar “medios coercitivos intermedios de defensa” a la equipación de los agentes. Hablan de defensas extensibles y pistolas eléctricas de defensa. También de la puesta en marcha de cursos de formación necesarios para aplicar estas herramientas de defensa.

Los técnicos de Interior son reacios a usar el dispositivo eléctrico por su peligrosidad, ante el temor, como dicen sus detractores, de que un mal empleo pueda conllevar graves daños físicos e incluso la muerte de la persona reducida por una descarga. Sus partidarios aseguran que la Táser no es letal, su uso es cada vez más extendido y que, además, constituye una alternativa al empleo del arma de fuego reglamentaria.

<< Es urgente que el Ministerio del Interior desarrolle a la mayor celeridad la normativa que permita utilizar pistolas eléctricas >>

En la actualidad la pistola eléctrica tipo Táser permite equipararles con otras policías europeas. Situándose en lo que es una práctica policial ordinaria, de países democráticos y avanzados.

Este tipo de armas interfieren en el sistema nervioso, muscular e inmovilizan al sujeto con descargas eléctricas: son pistolas que disparan dardos punzantes de 50.000 voltios -voltaje que desciende al llegar al cuerpo del objetivo- para paralizar al que recibe la descarga durante varios minutos, sin que se genere daño permanente.
Los defensores de estas pistolas recuerdan que lo peligroso son los amperios, es decir, la corriente que transmite el aparato. En la pistola Táser normalmente rondan los 2,1 microamperios (mA) y los 3,6 mA, con una energía liberada por pulso de entre 0,07 y 0,5 julios. Las personas que reciben el impacto de una pistola de este tipo pueden sentirse un poco mareadas durante algunos minutos. La salida de energía de este arma causa involuntariamente contracciones de los músculos y como resultado se tiene la sensación de vértigo, aturdiéndote momentáneamente.

La incorporación de pistolas Táser al equipo reglamentario de los agentes es una de las principales reivindicaciones entre policías y guardias civiles, reactivada estos días tras el incidente vivido en el barrio madrileño. Según sostienen, se trata de una medida que minimizaría los riesgos tanto para el agente como para el agresor.

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Guardias civiles y policías se preguntan por qué se dota de este recurso a ciertas Policías locales y autonómicas de diferentes provincias españolas y no a ellos. Aseguran que es una promesa incumplida que puede derivar en “graves problemas de seguridad”. Tanto para los agentes como para los propios agresores.

Por ahora en febrero de 2019 el Ministro Marlaska se comprometió a estudiar dicha situación.

Se puede llegar a comprender que desde el Ministerio del Interior vea la necesidad de dotar a los vehículos policiales de un desfibrilador y su correspondiente formación por si el uso del Táser provocara una parada cardíaca o una arritmia potencialmente letal al agresor (aunque una vez más es un recurso que llegaría con retraso a nuestros funcionarios, pues son numerosos los casos que se encuentran de paradas cardiorespiratorias y de los cuales podrían hacer uso diariamente).

Pero lo que la sociedad debe tener claro es que debe existir una transición intermedia entre la defensa y el arma de fuego, y que el Táser tiene un fin muy claro: ser una alternativa más segura que las armas de fuego reglamentarias para inmovilizar a sujetos que suponen una amenaza inminente de muerte o de agresiones graves a terceros.

Autor: Antonio Abarca

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