El pasado 28 de octubre, Río de Janeiro vivió una jornada de fuego cruzado que ya ha sido calificada como la más sangrienta en la historia de la ciudad. Un megaoperativo policial, bautizado como “Operación Contención”, desplegó 2.500 agentes en los complejos de favelas de Alemão y Penha, epicentros del crimen organizado en la capital carioca. El resultado: 132 muertos, entre ellos cuatro policías, decenas de detenidos, y una ciudad que se debate entre la seguridad y la brutalidad institucional.
El Comando Vermelho: el imperio narco de las favelas
El objetivo principal del operativo fue el Comando Vermelho (Comando Rojo), una de las organizaciones criminales más poderosas de Brasil. Fundada en los años 70 en el sistema penitenciario de Río, esta banda ha evolucionado hasta convertirse en una estructura paramilitar con control territorial, armamento pesado y redes de narcotráfico internacional.
Las favelas de Penha y Alemão son sus bastiones: zonas de difícil acceso, con calles laberínticas, población empobrecida y una presencia estatal casi inexistente. Allí, el Comando Vermelho impone su ley, recluta jóvenes, trafica armas y drogas, y desafía abiertamente a las fuerzas de seguridad.
Criminalidad estructural y ausencia institucional
La violencia en Río no es episódica, es estructural. Las favelas concentran altos índices de homicidios, robos, extorsiones y enfrentamientos armados. La Policía Militar, encargada de la seguridad pública, opera en condiciones extremas, con recursos limitados y una presión social constante.
El operativo del 28 de octubre, aunque exitoso en términos tácticos, ha sido cuestionado por organismos internacionales como la ONU, que exige investigaciones por posibles violaciones a los derechos humanos.
Balance del operativo
- 132 muertos (según la Defensoría Pública), 119 según la Policía
- 4 agentes fallecidos
- 81 detenidos
- 93 fusiles incautados
- Media tonelada de drogas requisada
