La deriva socialista exige una revolución interna

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Leopoldo Bernabeu

Supongo que habrá quien todavía se sorprenda al ver como mengua el número de ciegos votantes hacia Pedro Sánchez. A mí en cambio, me produce estupefacción comprobar que todavía seguiría siendo el más votado. Me niego en rotundo a creerlo porque, aunque cada vez con más incredulidad, todavía confío en la capacidad de reacción de los españoles ante el panorama de crisis económica y colas del hambre hacia la que, desbocados, nos dirigen estos perturbados sin escrúpulos.

Una reacción que empezamos a ver en bastantes ilustres del antaño llamado partido socialista que, horrorizados por la deriva de estos aliados de independentistas y terroristas que cabalgan incontrolados hacia la confrontación entre españoles, han decidido por fin iniciar lo que muchos socialistas de bien esperan que sea un salto definitivo hacia la creación de un partido, plataforma o como decidan apellidarlo, que sume a personas de diversas ideologías y ponga coto urgente al desvío demagógico y trastornado, que ha mutado de ciencia ficción a realidad, copia cercana al primer semestre de 1.936. No hablan de izquierdas o derechas, sino de constitucionalistas frente a rupturistas.

Y a quienes dudan de que esto sea posible, porque fácil ya sabemos que no lo es, que lean a Vargas Llosa en la Fiesta del Chivo, donde resume la historia de la política dominicana de las últimas décadas donde, también allí, lucharon desde la clandestinidad contra el dictador Trujillo. Felipe González, amigo personal de Peña Gómez, podría ofrecer una documentada conferencia sobre el asunto.

Llevo viajando a ese país desde hace 27 años, unido esto a mi pasión por la política, me ha ofrecido la posibilidad de conocer y admirar los logros alcanzados y lo mucho por aprender, empezando por esa doble vuelta en las elecciones, modelo igual al de la Francia regida por una República que tanto exigen algunos, y que evita un parlamento lleno de grupúsculos nacionalistas e independentistas, algo que seguro ya no gusta tanto.

Dos partidos hegemónicos eran los representantes democráticos de República Dominicana tras la muerte del dictador Trujillo, asesinado en una atentado en 1.961. El PRSC (Partido Revolucionario Social Cristiano) de Joaquín Balaguer, un mutante político capaz de ser mano derecha del dictador a la vez que primer ministro en diferentes elecciones gracias a varios mini golpes de estado, y el PRD (Partido Revolucionario Dominicano) de Juan Bosch, fundador que llegó a tener vivienda en la ciudad de Benidorm y que tras muchas luchas y desavenencias, fundó 35 años después el PLD (Partido de la Liberación Dominicana), quedando entonces el PRD a las órdenes del citado Peña Gómez, fallecido de cáncer en 1.998 llegando a ser Vicepresidente de la Internacional Socialista junto a Felipe González.

Después de toda aquella deriva trufada de golpistas travestidos en demócratas, el PRSC es hoy un partido testimonial en la política dominicana. Por el contrario, si el PRD ha vuelto a ganar las elecciones hace unos meses, es sólo gracias al haberse quitado de en medio a quienes traicionaron sus propios estatutos, aunque para ello se dejaran 20 años en el honorable empeño. En cambio el PLD, partido que nació como escisión del primero y hegemónico durante esas mismas últimas dos décadas, ha vuelto a perder el poder en el momento en que se han matado internamente. La historia del PRSC se repite con su escisión, el PLD.

¿Cuál es la fábula?. Que en España y a pesar de los 140 años de historia del partido socialista, también es posible y necesario el cambio. O bien porque se crea una escisión fuerte que con los años cuaje, como ha pasado en la derecha española entre VOX y PP, o porque consigan echar a esos que han travestido tanto la realidad que han conducido al país a la quiebra, objetivo del hoy PSOE de Sánchez, entregado a la deriva, la paranoia, los asesinos de sus compañeros, los independentistas que quieren trocear España y los comunistas que nos llevaron a una guerra civil no hace tantos años.

Paco Vázquez, Rodríguez Corcuera, Joaquín Leguina, Redondo Terreros, Eduardo Sotillos, Rodríguez Ibarra, Felipe González, Alfonso Guerra, Susana Díaz, Fernández Vara, Javier Lambán o García Page… no pueden haberse trastornado de la noche a la mañana. Ven venir la catástrofe nacional además de la destrucción del partido por el que tantos años han luchado y con ello la necesidad de actuar contra este paranoico y su equipo de cómplices.

Es tal la decadencia de la política actual, tan baja la estima que muchos se tienen a sí mismo y tan escasa la preparación de todos esos que están encantados de levantar la mano y poner el cazo, que sólo así se explica que en el sagrado Congreso de los Diputados, haya hoy más de cien diputados socialistas capaces de mirar a la cara de sus vecinos sabiendo que han aceptado un voto manchado de sangre y otro de aquellos que quieren erradicar el español como lengua vehicular de sus propios hijos.

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