Indulticidio

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Pienso que cualquiera que haya sufrido un delito, bien como víctima o bien como encargado de prevenirlo, perseguirlo y castigarlo, puede decir abiertamente que los indultos son una absurda reminiscencia del pasado que sobra desde hace décadas. De hecho, su uso va directamente en contra de uno de los principios básicos de nuestro modelo de estado: la cada vez más amenazada independencia del poder judicial.

En todos los Estados desarrollados en pleno siglo XXI se ha ejecutado ya un proceso de mejora de todos los sectores de gestión pública y privada. La justicia se ha profesionalizado y se han cubierto prácticamente todos los huecos que supuestamente motivaban la arbitraria actuación del poder Ejecutivo de turno. Pero en España continuamos teniendo Gobiernos que meten sus sucias manos en la Justicia, casi siempre con el insano objetivo de tapar sus vergüenzas, comprar voluntades, pagar “injustiprecios” y/o controlar al poder judicial.

No es la primera vez que digo esto: el indulto supone una quiebra manifiesta del respeto a las resoluciones judiciales penales, en definitiva, una ruptura de la Constitución. El fundamento del derecho penal como “ius puniendi” del pueblo ante la comisión de delitos se parte en dos ante los indultos, que, independientemente de las circunstancias, sobran.

El Gobierno de Sánchez ha dado un paso más en la vergüenza del uso político de un instrumento de naturaleza arbitraria. No nos sorprende, pues tampoco podíamos esperar nada mejor de un Gobierno capaz de pactar con Bildu privilegios para asesinos. El pretendido indulto a los golpistas que han ejecutado el más serio ataque a nuestro modelo democrático debe ser definido como lo que es: un terrible pago de Sánchez por sentar sus posaderas en Moncloa. Pero estos indultos son quizás la más seria amenaza para nuestro modelo de convivencia, pues supone de facto que un Gobierno puede dejar impune un ataque gravísimo a la integridad territorial del Estado. Sánchez no tiene legitimidad para esto.

La factura de Sánchez al frente de la Moncloa acumula cargos, cargos que vamos a pagar con intereses, privilegios a terroristas, premios a golpistas, subidas de impuestos para mantener el ejecutivo más caro de la historia, caos normativo en plena pandemia, barra libre de mentiras, una terrible gestión de una crisis diplomática con Marruecos, y la cuenta crece. Cada día de este nefasto Gobierno supone un aumento exponencial del pasivo.

La concesión de los indultos a los golpistas catalanes, aunque Redondo los pretenda atenuar con mensajes ridículamente absurdos, es un ataque del Gobierno de España a España.
Tenemos al enemigo en la Moncloa.
Pablo E. Cambronero Piqueras para h50 Digital

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