
Las relaciones entre España y Marruecos atraviesan un momento de aparente cordialidad institucional, pero bajo la superficie se agitan tensiones que algunos analistas califican de “guerra híbrida”. La presión migratoria, el uso estratégico de la delincuencia y la liberación masiva de presos en el país vecino han reavivado el debate sobre la verdadera naturaleza de la cooperación entre Rabat y Madrid.
Migración como herramienta de presión
Desde la crisis de Ceuta en mayo de 2021, cuando más de 10.000 personas cruzaron la frontera en apenas 48 horas, la migración se ha consolidado como un instrumento de presión diplomática. Marruecos ha demostrado su capacidad para “abrir el grifo” migratorio cuando considera que sus intereses no están siendo atendidos, como ocurrió tras la acogida en España del líder del Frente Polisario, Brahim Ghali.
Expertos en seguridad y relaciones internacionales coinciden en que esta táctica forma parte de una estrategia de guerra híbrida: una combinación de métodos no convencionales —como la presión migratoria, la desinformación o el chantaje económico— para desestabilizar al adversario sin recurrir a la confrontación militar directa.
Liberación masiva de presos: ¿una amenaza silenciosa?
A este escenario se suma un fenómeno inquietante: Marruecos ha liberado a más de 37.000 presos en los últimos seis años, incluidos al menos 66 condenados por terrorismo: ¿A dónde han ido?… Solo en 2024, el régimen alauí indultó a casi 3.600 reclusos, muchos de los cuales habrían llegado a España en pateras, según fuentes policiales españolas.
Agentes de la Policía Nacional y de FRONTEX han detectado un aumento de inmigrantes ilegales que reconocen haber estado en prisión en Marruecos. Algunos presentan cicatrices y signos de violencia, lo que refuerza la hipótesis de que Rabat estaría “vaciando cárceles y metiéndolos en pateras” como medida de presión encubierta.
Una relación diplomática marcada por la ambigüedad
Pese a estos indicios, el Gobierno español insiste en que las relaciones con Marruecos atraviesan su “mejor momento histórico” tras el giro diplomático sobre el Sáhara Occidental en 2022. Sin embargo, voces críticas dentro y fuera del Parlamento alertan de que Rabat sigue marcando el ritmo de la relación bilateral, utilizando la migración y la seguridad como moneda de cambio.
La reciente apertura parcial de las aduanas en Ceuta y Melilla, así como la organización conjunta del Mundial 2030, son presentadas como símbolos de entendimiento. Pero detrás de estos gestos, persisten las sombras de una relación asimétrica, donde España parece más dependiente de Marruecos que a la inversa.
La presión migratoria y la liberación masiva de presos no son hechos aislados, sino piezas de una estrategia más amplia que pone a prueba la soberanía y la seguridad de España. En un contexto global marcado por conflictos híbridos y diplomacias agresivas, la frontera sur de Europa se ha convertido en un tablero de ajedrez donde cada movimiento tiene consecuencias imprevisibles.










