
Manuel Avilés*
Sánchez está actualmente en una cueva que, más que cueva es un avispero desatado, una charca repleta de cocodrilos, un desierto hosco y mortífero. Es el famoso síndrome de la Moncloa, uno se atrinchera, se vuelve un poco paranoide y ve enemigos por todas partes porque solo se le manifiestan a su alrededor, pelotas que le dan la razón, lo adulan y se tumban como alfombras para que él se limpie la suela de los zapatos.
Conozco muy bien el poder porque he trabajado muy cerca de él y – en mi ámbito- dirigiendo cárceles, también sé lo que es que la gente se arrodille a tu paso, que te hagan caídas de ojos, que agachen la cabeza en actitud suplicante porque tú tienes el “ius vitae et necis”, como los romanos sobre sus esclavos. Lo digo a modo de información porque jamás he ejercido como señor del cortijo.
El poder – lean a los enciclopedistas franceses, no solo a Montesquieu. También a Voltaire, a D´Alembert a Diderot… Todos tienen reflexiones sobre el poder, algo tan buscado y tan asqueroso y repugnante a la vez. Búscate a quien te lleve la contraria. Si no buscas a quien te asiente los pies en la tierra, anclado en la verdad y sin ambiciones pecuniarias, mujeriles, de terrenos, inversiones y demás, estás perdido. A la vez que recuerdo a Ábalos, a Rato, a los Eres, a Correa, a aquel sindicalista que tenía dinero debajo de la cama como “pa asar una vaca” y a tantos y tantos otros, recuerdo también a Diógenes el cínico -una escuela filosófica-. Se cuenta que estaba este hombre pobre y dejado – de ahí el síndrome que lleva su nombre- sentado en el suelo y llegó Alejandro Magno que le dijo: Pídeme lo que quieras y te lo daré. Diógenes contestó: solo que te quites de en medio porque me tapas el sol. De no ser Alejandro, comentó aquel emperador, querría ser Diógenes. Eso es un síndrome de la Moncloa, cuando la Moncloa aún no se había creado, curado con un solo movimiento y una única terapia. Alejandro se bajó del burro inmediatamente cuando cayó en la cuenta de que tomar el sol en paz es mucho más importante que brillar en los congresos y recibir aplausos falsos que se tornan en yo a ese no lo conozco, me suena, es un militante, ya no está en el partido y afirmaciones similares.
A Sánchez, como antes a Rajoy, a Aznar o a Felipe, le crecen los enanos: andan a vueltas con la cátedra de su señora , que es un enchufe a todas luces por ser ella quien era y esposa de quien era. Le entran por el hermano y le entran por la corte que le ayudaba en su recorrido de España buscando hacerse con el partido porque, maquiavélico y planificador como es, era la única manera de acceder a la presidencia. Maquiavélico no es peyorativo, todo lo contrario.
Ahora, en medio de tormentas mundiales como los aranceles de Trump, el genocidio de Netanyahu, la guerra de Ucrania con un Putin que quiere ser el Stalin del siglo XXI y la Catalina la Grande del XIX, el cambio climático imparable y el apagón sobre el que ahora dicen que fue un ensayo. Anda ahora con un enredo fenomenal que podremos dividir en tres: la huida del Presidente de la Diputación para aforarse echando leches. El ridículo de la fontanera, una mierda de fontanera porque no sabe que todo el mundo habla después de las reuniones, aunque sea para darse importancia diciendo: mira con quien me reuno y cómo me buscan y necesitan de mi. Un descojone. Sigue vivo, evidentemente, el culebrón ridículo, de película de Berlanga, Todos a la cárcel, en el que Koldo – me cuentan que ahora va a firmar al juzgado tuneado a tope para que no lo reconozcan, como si fuese posible ocultar a un aizkolari de ciento y bastantes kilos, aunque se ponga peluca rubia-. Ahora sale uno nuevo, un desconocido Pérez Dolset que dice: Esto es Pedro Sánchez directamente, con Santos Cerdán y Leire. Más leña al fuego. Ábalos sigue ejerciendo la prudencia porque espera algo y Aldama se ha soltado la melena, diciendo incluso que tiene miedo a que le den matarile. Para que vean cómo cambia la vida en dos minutos por una sobrina, un piso, una juerga hotelera y dos enchufes. Todo presuntamente. Hay que recuperar a La vieja trova santiaguera, búsquenla: Cómo cambian los tiempos, Venancio, qué te parece. La suerte es que llega el verano y con los calores, el tinto con casera y los calamares a la romana se suaviza la intriga.
Feijoo se ha venido arriba calculando mal. Está fatalmente asesorado. Bildu, Esquerra, Junts -los Puigdemones- el PNV, lospodemitas y los sumandos carecen de cualquier ideología. La esgrimen solo como fachada de izquierdas y de nacionalismo desfasado, pero su único afán es el poder, la pasta, los puestos, el coche oficial y la tarima de mando. Se acabó la época de los ideales que se vivía cuando, en las últimas boqueadas de Franco, corríamos delante de los grises. Lo mismo que Nietzsche proclamaba Dios ha muerto, hay que proclamar ahora que han muerto las ideologías, los ideales y las quimeras. Manda la pasta y el asegurarse todo lo que conlleva. A día de hoy solo me fío de una mujer extraordinaria, estratosférica, bellezón del copón y de sonrisa eléctrica porque solo un gesto sonriente de ella, aunque esté a tres metros sentada en una presentación literaria, hace que te corran calambres por todo el cuerpo y seas capaz de morir y de matar por ella porque, como bien decía Sabina, amores que mueren nunca matan.
Feijoo necesita un asesor urgente. A la manifestación que ha convocado vana a ir doscientos mil pero ya está preparado el antídoto: volvemos a las manifestaciones de adhesión del caudillo con autobuses y bocadillos gratis. Ya está la ultraderecha en las calles y sabed – esto va para los abuelos decrépitos como yo- que os van a bajar las pensiones que nosotros mantenemos y tenemos el proyecto de daros la viagra por la seguridad social y hasta las prótesis hinchables para que estéis atacantes y retozones hasta el último segundo.
No os creáis a Feijoo, que iba en el yate con el narco – eso se lo restregarán hasta el último segundo porque serían muy tontos de no hacerlo-. Le restregarán la Gürtel con todos y cada uno de sus alcaldes y fontaneros. Le restregarán a Zaplana que como Griñán y Chaves no han pisado la cárcel porque están malitos. Fíjense. Yo quiero ir a la cárcel para que me despierte cada mañana un médico preguntándome cómo me encuentro y una enfermera tomándome la tensión, me lleven la comida los gabeteros a la cama, que ya estoy harto de comer bocadillos de choped. Solo dos cosas me libran de liarla para entrar: mi Casilda, que está en las últimas y mi chica electrizante por la que daría hasta mi Harley, por un fin de semana de pasión, aunque fuera el último antes de irme con la Parca. Si no fuera por las dos, mi Casilda y mi chica, ya habría matado a algún zapatero, algún chusquero, algún alpinista, alguna farsante y hasta a algún miembro de una oenegé.
Hay dos puntillas más, a punto para ser utilizadas por ministros, secretarios de estado, fontaneros para lo que haga falta, como los puntilleros que torturan toros como espectáculo. Estas armas van de muertos. Mazón es un cadáver ambulante. Unas veces se esconde y otras anda como refugiado por los rincones hasta que le dicen asoma el careto que te van a aplaudir dos. Mientras estén los doscientos y pico muertos de la riada, no levantan cabeza. Luego está Ayuso – ya no me cambio por su novio, presuntamente defraudador- porque mi chica estratosférica me pone infinitamente más -. Le han resucitado los abuelos muertos en el covid y, con esos protocolos de la vergüenza, tiene muy mal remontar el asunto del novio con Hacienda y no ser una rémora para Feijoo.
Por ahí van los tiros. Nos quedan dos años de pelea fangosa, todo vale y Sánchez no se va ni echándolo con agua caliente. Téngalo claro.










