“Nuestros Ángeles Desconocidos” es una obra que invita a la reflexión sobre la vida, la muerte y las conexiones invisibles que nos unen a los demás. A través de una narrativa profunda y conmovedora, el autor explota la idea de que cada persona que cruzamos en nuestro camino, ya sea de manera efímera o duradera, puede ser un ángel en nuestra vida.
A través de las historias del libro que escribe el autor los lectores pueden identificarse y reflexionar en sus propias vivencias y recordar la importancia de valorar a quién nos rodean y de reconocer el papel que juegan en nuestro crecimiento personal.
A todos los militares que a lo largo de la historia realizaron y crearon su propia historia para enseñarnos los valores a los demás.
Gracias.
- “Nuestros Ángeles Desconocidos” es una novela escrita por Andrés Macías, una obra que explora temas profundos sobre la vida, la muerte y las conexiones humanas; es una conmovedora reflexión sobre las personas que influyen en nuestras vidas, un libro que toca el corazón…
Bueno Andrés, yo sé que entre los militares eres bastante conocido, pero entre la población civil el desconocimiento es total. Cuéntanos algo de ti y danos un pequeño resumen, a modos de pinceladas, de los tres protagonistas principales y su conexión entre ellos, sin contarnos el final de la novela, claro.
Bueno, lo primero es agradecerte que hayas pensado en mí para tu artículo y que te hayas leído mi novela, cosa que no todo el mundo puede decir, así que muchas gracias, Amara.
Para mí supone un motivo de orgullo haber dejado plasmado en negro sobre blanco, y con algo de literatura, las vivencias que puede tener cualquier sanitario militar español. Además, está la satisfacción del “deber cumplido”, esto último te lo digo un poco de broma, pues, evidentemente, los militares no tenemos esa obligación de contar nuestras historias, aunque convenga hacerlo por aquello de “Cultura de Defensa”, o por otros motivos más personales.
Me sorprende que digas que soy bastante conocido. Otra cosa es que conozco a muchos compañeros, pues ya son más de 30 años de profesión militar ocupando distintas vacantes en distintas unidades, principalmente en la Armada, el Órgano Central y el Ejército del Aire. Digamos que la novela sí ha tenido repercusión a través de las redes sociales, pues no tengo editorial que me respalde, lo que le da más valor si cabe,, aunque menos visibilidad. Pero sí, se trata de eso, de que nos conozcan un poco más, se trata de mostrar quiénes somos y qué hacemos los enfermeros militares aquí, en España, y por cualquier parte del mundo.
La novela la escribí principalmente por dos motivos, y no sé cuál de ellos ocupa el primer lugar. Por un lado, me puse a escribir como si fuera una especie de terapia, que lo es. Dicen que el que canta, su mal espanta, y yo no sé cantar; pero, sí contar… Y te preguntarás: ¿terapia de qué?, o ¿por qué?, pues por nuestras filias y fobias y traumas que todos arrastramos desde la más tierna infancia que, si sale a la luz, como que desaparece, sí, de alguna manera se libera uno; y, al mismo tiempo, por no olvidar quiénes somos, que ya nos hacemos mayores y los recuerdos se desdibujan, se difuminan, se dispersan… Por otro lado, tenía como una especie de complejo de inferioridad profesional, como de bicho raro, respecto a otras profesiones sanitarias o incluso comparándome con mis compañeros de la enfermería civil, porque casi nadie sabe nada de nosotros. Con esto te doy una idea del porqué de titular así mi novela.
Respecto a los protagonistas principales de la novela, decidí que fuera una muestra de la sociedad de la que formamos parte, que es lo que ocurre en los ejércitos: unos entran en las Fuerzas Armadas por tradición familiar, eso es innegable; otros, por una vocación más o menos trabajada desde la infancia; otros, por buscar una estabilidad laboral, sabiendo que no habrá estabilidad geográfica, pero eso hoy no es exclusivo de la vida militar, ¿cuántos se van a mejorar sus condiciones laborales al extranjero?; otros, por que les condiciona el ambiente en el que viven desde pequeños. Estos son mis protagonistas, unos por un motivo y otros por otros, y un poco por todos. Una es una guapa enfermera gallega que no encuentra su sitio, ni laboral ni familiar; otro es un veterano cordobés que se hizo enfermero militar por imperativo paterno; y el otro es un poco o bastante como quien te responde, que ha vivido y vive en San Fernando, provincia de Cádiz, núcleo principal de la Armada desde los tiempos de Felipe V, ya ha llovido, y para quien desde pequeño estaba acostumbrado a los uniformes militares que daban colorido a sus calles.
Y ocurre que tres personajes que nada tienen que ver entre ellos, gracias a su trabajo, cruzan sus vidas en un hospital de campaña en Afganistán. Y eso sería imposible si, por un lado, no son enfermeros militares y por otro, si no hubiesen atacado y destruido las Torres Gemelas los terroristas, que es lo que provocó que comenzase allí en Afganistán la misión ISAF, y con ella, desplegar un hospital de campaña para las tropas de la OTAN.
Creo que te he respondido a toda la pregunta.
- ¿Cuál era el papel específico de los enfermeros militares españoles en la misión de Afganistán en el 2006?, ¿crees que ha evolucionado la forma de trabajar la medicina de campaña en zona hostil en la actualidad?; lo que se creía que era seguro, ahora ni si quiera se utiliza: torniquetes…
Si me lo permites, decir “específico” respecto a la enfermería militar casi suena a oxímoron.
Un enfermero militar, especialmente en misiones, tiene que saber salir airoso de cualquier trance sanitario. No vas allí para dedicarte a una cosa concreta, incluso, puedes que hagas funciones que en nada se parecen a lo que es nuestra profesión, sobre todo, si es poco el número de personal desplegado o embarcado. Te pondré un ejemplo, abordo en los buques hay muchas “cosillas” que las que tienen que hacer oficiales o suboficiales sin una titulación previa para ciertas tareas, y que no te consumen mucho tiempo o sí; si hay que echar una mano se echa y no pasa nada, como puede ser descifrar mensajes de radio, o llevar el control del gasto de pequeñas adquisiciones para la vida diaria a bordo, eso que llaman “vida y funcionamiento” (prensa escrita, compra en puerto de alguna llave, el pan…), bueno, esto ya no lo hacemos los enfermeros, pero antes sí que lo llevábamos como una cruz; el control aéreo del helicóptero al aproximarse al barco o al despegue en la mar, ser el responsable de la biblioteca del barco…
Respecto a la enfermería militar en el hospital de campaña, nosotros los oficiales enfermeros le dábamos a todo, a veces con más nervios que Belén Esteban en Pasapalabra, pues no todos teníamos la experiencia que se supone que podrías tener en la función puramente asistencial y hospitalaria, pues la mayoría de los que éramos designados veníamos de destinos cuarteleros, o de clínicas periciales (donde se hacen los reconocimientos médicos y verificaciones de bajas médicas), poco acostumbrados a una asistencia diaria y hospitalaria, incluso los que venían de los pocos hospitales militares que todavía quedaban no tenían porqué estar en servicios de urgencias ni clínicos, podían dedicarse al papeleo en su día a día, y luego en estas lides entraban las incertidumbres y los “qué hago yo aquí”. Ya las cosas han cambiado, pero por entonces tirábamos de experiencia, el que la tuviera, y de vergüenza torera, y adelante, en pocos días te actualizabas.
Ahora hay especialidades de enfermería en campaña, en misiones, en urgencias… y son ellos los que van a un hospital de campaña, a un Role 2, como llamamos a esas instalaciones sanitarias desplegadas con capacidad quirúrgica. Cuando me tocó a mí en 2006, nos repartíamos las tareas, menos trabajar en la UCI, para eso venían otros que igualmente se persignaban. Un día estábamos con el walkie-talkie, 24 horas, de guardia, por si había algo a deshora, vamos, por si había alguna urgencia. Otro día, al siguiente o no, no me acuerdo bien, atendías y colaborabas con el médico en las consultas, principalmente a la población civil, en los turnos de mañana y tarde: administrar la medicación, aplicar algún vendaje, extracciones de sangre para las analíticas, las tomas de constantes vitales, alguna que otra escayola para inmovilizar miembros…, otro día librabas, si no había algo excepcional, librabas dando paseos, haciendo deporte, pasando más tiempo en la cantina o durmiendo más de la cuenta, pero sin salir de la base, obviamente.
Veo que no me has preguntado por mi segundo paso por Afganistán, que es, digamos, la segunda parte de la novela, un periodo entre noviembre de 2009 y los primeros días de 2010; ahí la cosa se complicó bastante. No sólo por el aumento de heridos en el combate, sino porque disponíamos de un TAC y entrábamos a jugar en la UCI, así que el reparto de tareas aumentó y de qué manera, además de dedicarnos a hacer las radiografías y su revelado digital.
Pero me quiero centrar en lo que me preguntas. Evidentemente, como bien sabes, la ciencia avanza que es una barbaridad. Y la medicina en el combate siempre se ha ido actualizando, eso ha ocurrido desde los tiempos del Imperio Romano hasta nuestros días; ni se trataban igual las bajas en el combate en la Gran Guerra que en la Segunda Guerra Mundial, ni en Corea… Un antes y después, bajo mi punto de vista, es la guerra de Vietnam, ahí se puede considerar que el tratamiento de las bajas durante el trayecto desde donde se produce la lesión hasta un puesto sanitario con capacidad quirúrgica se hace mayor, en el sentido de experto, es lo que se conoce por MEDEVAC, por sus siglas en inglés, Medical Evacuation. Con los años, la sanidad civil hizo lo mismo con los helicópteros medicalizados.
A lo que voy, hoy hay una mejor tecnología que ayuda tanto en las tomas de decisiones durante una evacuación como de los tratamientos recibidos por los pacientes. Como apunté antes, ya con tener un TAC en ese culo del mundo, imagínate. Esto acelera la indicación quirúrgica en unos traumas o padecimientos que son tiempo-dependientes; o el uso del ecógrafo portátil que en un caso de hemorragia interna esa que no se ve a simple vista, ni a vista complicada… tan mortal es si no se opera a tiempo. Ya existen ecógrafos del tamaño de un móvil que puedes llevar hasta el lugar de recogida de la baja, impresionante. Sí, Amara, la tecnología salva vidas en manos adecuadas. Ahora se usa con cierta frecuencia la vía de administración de líquidos intraósea, cuando en mis tiempos de estudiantes nos sonaba a ciencia ficción; existe en el mercado una variedad de dispositivos para administrar líquidos por esta vía, algunos con aspecto de taladro pequeño, pero es que en esencia son taladritos, o ¿cómo pretendes atravesar la cortical del hueso? Aunque, no siempre hay final feliz, como dijo Ambrosio Paré, cirujano-barbero de los tiempos de María Castaña, y que acompañaba al ejército francés allá por el siglo XVI, “yo lo vendé, Dios lo curó”, quien tenga oídos para oír, que oiga, en este caso, que lea.
Con el tema de los torniquetes, que no es nada nuevo, nuevos son los materiales con los que se fabrican, el asunto es muy curioso. Me explico: cuando yo estudiaba enfermería, hace ya unos años, el torniquete estaba como proscrito, y los estudiantes huíamos de él como quien ve al demonio. Pues, resulta que tras los trabajos estadísticos sobre su uso en Afganistán, que para eso los americanos sí que tienen una gran muestra, los torniquetes han salvado muchas vidas. Es cierto que en muchos casos ayudándose de polvos y vendajes con sustancias que controlan el sangrado, todo avances, Amará.
Hoy en día, todo combatiente lleva su botiquín individual de combate ( el famoso BIC, aunque algunos cursis digan IFAK, porque les guste más el inglés que el español) con diverso material encaminado a tratar las lesiones que más muertes evitables provocan en el combate, uno de ellos es el torniquete, pero también esas vendas y polvos que frenan la hemorragia de los miembros, lo más expuesto, y lo más sencillo de tratar. Por supuesto, se les da la información y la formación y se hace el adiestramiento en este sentido; una serie de técnicas y conceptos bajo el lema de TCCC, o lo que es lo mismo, Tactical Combat Casualty Care, cuidado táctico de la baja en el combate, toda una doctrina de primeros auxilios en ambiente hostil cuando no se tiene cerca a un oficial médico o enfermero.
Qué tipo de formación y preparación recibieron los enfermeros antes de ser desplegados en zona hostil? Cuáles fueron los principales desafíos a los que se enfrentaron los enfermeros en el campo de batalla?
Qué tipo de atención médica proporcionaban a los soldados heridos y a la población civil?
A nivel técnico, la enfocada al Soporte Vital Avanzado en Combate, el curso SVACOM que se desarrolla en la Escuela Militar de Sanidad, en Carabanchel, pero eso está más bien pensado para el que sale de patrulla con una célula de estabilización fuera de la base, expuesto a todo…; para trabajar en un hospital de campaña quizá no sea lo más adecuado. Aquí se daba por hecho que vales para un roto y un descosido. Por otro lado, teníamos una preparación común para todo militar que se despliega en zona de operaciones: con prácticas de tiro de fusil; las reglas de enfrentamiento; primeros auxilios -donde los enfermeros hacíamos como que estábamos atentos–; las costumbres de los lugareños de la zona adonde íbamos, su historia, y esto es tan importante como colocar saber colocar un torniquete, si no eres respetuoso con aquellos a los que se supone que vas a ayudar, ¿qué ayuda es?
Permite que te diga que, quitando la guerra en Ucrania, lo del enfrentamiento en el campo de batalla, de grandes formaciones de tipo batallón o brigada… de cargas de caballería o infantería… luchando unas contra otras a cielo abierto es más bien cosa del pasado; de un tiempo a esta parte, se estilan más las guerras asimétricas, más del tipo comando, de pequeñas unidades, de golpes de mano, de acciones aisladas…, ¿cómo enfrentarse con esos que se llaman insurgentes o terroristas o grupos armados sin ley ni orden?
Dicho esto, y sabiendo cómo va un soldado pertrechado en estos tiempos, lo más frecuente, en cuanto a las lesiones que se trataban, eran las hemorragias exsanguinantes de los miembros. En mi caso, nunca salí afuera de la base de Camp Arena –así se llamaba la base con mando del Ejército del Aire en Herat, en Afganistán– para hacer patrullas. No participé en ningún campo de batalla. Nuestra labor se desarrollaba en el Role 2, atendiendo a los heridos de los combates o a los que eran víctimas de atentados terroristas por disparos de Kalashnikov, RPG o por algún IED (explosivos improvisados o caseros escondidos bajo el suelo por donde pasaban los vehículos).
Por aquellos tiempos del 2006 no era frecuente que nos trajeran heridos del combate, más bien se trataban de heridos civiles o militares por disparos puntuales, eso sí, gravísimos, pues acostumbran a usar el lanzacohetes ante todo lo que ser humano que se moviera y que no llevase turbante ni barba…, me refiero a los talibán, que por aquellos tiempos no estaban cerca de nuestras inmediaciones. Así que los que atendían al herido sobre el terreno se podían encontrar con cualquier cosa, desde un disparo en un miembro que, colocando un torniquete a tiempo, podía ser evacuado en tiempo y forma, hasta grandes destrozos por los IED o RPG.
En un convoy del Ejército de Tierra por esos territorios hostiles siempre había una célula de estabilización –una ambulancia táctica de soporte vital avanzado– que lo acompañaba; si el atentado lo sufría algunos de los vehículos propios, el oficial médico, el oficial enfermero y el sanitario de tropa lo atendían.
La atención a la población civil se daba más en un sentido de “medicina diplomática” en plan ambulatorio; se citaba gente para sus enfermedades raras o menos raras, pero que allí nunca serían tratados si no hubiéramos estado allí.. Poca gente se quedaba ingresada, era más bien consulta ambulatoria: pruebas analíticas, radiografías y tratamiento y para casa. Realmente no estábamos allí para eso, se hacía esa medicina diplomática, pero estábamos para tratar tropas de la OTAN, en nuestra zona de influencia, en Herat. Ten en cuenta que cuando la cosa se ponía tensa teníamos que tener los recursos para nuestros soldados, o de otras naciones aliadas, ya fueran por los remedios quirúrgicos, como por las camas de UCI. Además, el Role-2 está configurado para una cirugía de control de daños, es decir, con quirófanos para operar lo que está matando a un herido: una arteria rota, sangre en cavidad abdominal… no para operaciones complejas ni de especialidades, eso sería un Role 3, y tampoco deberían pasar muchos días convalecientes; digamos que un Role-2 en concepto de estancias es dinámico, precisamente para tener recursos para otra oleada de evacuación.
- ¿Cómo se maneja el estrés y las emociones de las que habla en el libro al trabajar en un entorno tan peligroso?, ¿hay algunas experiencias o anécdotas que quiera compartir con los lectores ávidos de aventuras y miedos a flor de piel, esas que sólo se experimentan y que nadie entiende si no comparte el uniforme?
Para mí es muy difícil responderte esta pregunta, puedo hablar por mí. Un psicólogo –que corresponde tener en un Role 2, y siempre está– te respondería perfectamente y te diría que tiene herramientas para controlar las emociones.
En mi caso, creo que ayuda tener una visión trascedente de la vida, eso no quita que me dé por derramar alguna lágrima de más, sobre todo, si has bajado la guardia y el príncipe de la mentira te engaña con sus “te lo dije”.
Desde hace mucho tiempo se hace un filtro en los reconocimientos médicos previos a misiones para evitar en lo posible este tipo de traumas u otras dolencias en el personal desplegado en zona de operaciones.
Precisamente, doy fe de que la escritura es una terapia estupenda para espantar esos fantasmas que te quieren arruinar una misión. Una recomendación que me atrevo a contar aquí es que cuando se está en zona caliente no se llame por teléfono todos los días a casa a dar “novedades”, pues si un día por algún motivo banal no se llama, en casa se preocupan en exceso y pueden pensar en lo peor.
Me pides alguna anécdota. Yo animaría al lector de esta revista a leer mi novela en la que tengo miles. Así, a bote pronto, no se me ocurre alguna distinta.
Bueno, aunque me repita como el gazpacho, hablo de aquel caballero legionario encamado en una cama del Role por una infección en una rodilla, dolorido, sin poder dar un paso, febril… y con lágrimas en los ojos por no poder salir a patrullar con sus compañeros por lugares muy peligrosos. Me quité el chambergo… qué hombres de honor.
- ¿Qué simboliza el concepto de “HERMANOS DE SANGRE” en el contexto de la Unidad y la Lealtad? De qué manera el uniforme puesto refleja su identidad y su historia compartida? ¿Cómo se manifiestan los valores de camaradería y sacrificio entre ellos en situaciones difíciles?
Creo que con el ejemplo que acabo de contar esta pregunta se contesta sola.
Mi visión está tamizada por el velo de un hospital de campaña. He vivido situaciones durísimas, pero siempre desde un burladero, si se me permite la comparación, el burladero de urgencias. Hablo, claro, de esta misión en Afganistán, que embarcado uno siempre va junto al resto… por esos mares de Dios.
También los sanitarios, a veces, somos protagonistas involuntarios de acciones heroicas o simplemente extraordinarias, y en ocasiones, hasta nos lo recompensan… Me explico: una jornada especialmente dura, con once heridos que trasladaron al Role a la vez, todos con lesiones por disparos graves o muy graves; eran soldados americanos y afganos. Buscamos sanitarios hasta de debajo de las piedras, se hicieron los equipos, se trataron como se pudo pero con criterio y doctrina de casos de bajas masivas, donde la demanda de recursos es superior a la oferta. No murió nadie aquella noche, y los americanos nos lo agradecieron en un acto muy emotivo; nosotros, lo sanitarios del Role, hinchamos entonces nuestros pechos bajo el uniforme árido del desierto, mientras nos mostraban sus agradecimientos; esto ocurrió en 2009, y en la novela se cuenta con más detalles
- En Afganistán fue el mayor despliegue que hizo el Ejército del Aire. En el 2006, ¿qué impacto tuvo la misión sobre la seguridad y la estabilidad en el terreno? Pasados más de 20 años desde el inicio de aquella misión, ¿fue un éxito o un fracaso nuestra participación? ¿Cuál es la conclusión que, como enfermero militar, saca usted de su experiencia por tales tierras hostiles?
A lo primero que me preguntas, necesitaría de un experto en la materia y de ríos de tinta… Bajo mi punto de vista, aún con las dificultades inherentes sobre el terreno, y no sólo por el tema geográfico… (los intereses tribales de los señores de la guerra; los multiculturalismos y la diversidad de razas que allí confluyen; los regionalismos; los talibán y sus crueldades; las carreteras inexistentes; la ausencia de estructuras de Estado…), creo que ha sido útil. Lo que no me queda claro es para quién.
A toro pasado, parece que el éxito ha sido para los integristas barbudos de turbante y fusil Kalashnikov al hombro. Después de llevar la misión 20 años, de haber mejorado, un poco, la vida de los lugareños y un poco menos el de las lugareñas… han vuelto con más poder si cabe y con unas infraestructuras que jamás hubiesen imaginado tener. Parece como ese caramelito que se le pone cerca de la boca a un chiquillo y en el momento más inoportuno se le retira, y se queda con la cara partida y con más llanto.
Es cierto que esta misión supuso un antes y un después en lo que respecta a nuestra sanidad militar. El despliegue de medios materiales y recursos humanos, la gran mayoría procedente del Ejercito del Aire, para dotar a un hospital de campaña en tierra hostil no ha tenido parangón en nuestra historia reciente. Se hicieron muchas cirugías a los heridos en el combate o por acción del enemigo a traición (IED…); con la población civil era muy frecuente, casi a diario, realizar consultas y darles sus tratamiento, y, en determinados casos, se les trataba en España. Ten en cuenta que allí, una simple radiografía era como el que encuentra oro… Imagínate ya con realizar un TAC, una tomografía axial computarizada, un escáner.
Particularmente, en lo que a mi formación asistencial respecta, fue un revulsivo. Por aquellos tiempos, en 2006, yo estaba, digamos, a otras cosas. Me encontraba en un destino con ninguna actividad hospitalaria, más bien de pequeños accidentes de trabajo y con mucho papeleo, y verme, de la noche a la mañana, con este tipo de situaciones tan duras, y salir airoso con más miedo que vergüenza me dio alas, nunca mejor dicho, era un hospital del Aire.
Por eso digo que, egoístamente, a pesar de dejar familia y comodidades, volví de allí mejor, mejor profesional y mejor persona, creo. Es de las cosas que me han pasado de las que no sólo no me arrepiento, sino que pienso que lo volvería a hacer.
- Crees que los lectores se darán cuenta de lo que significa el título de la novela o les pasará como a mí que no lo comprenderán hasta llegar casi hasta el final…. ¿Existen los “ángeles” más allá de esa forma de luz con alas que se han inventado?
Eso espero, así los tendré en vilo hasta la última página… Ja, ja, ja. Vale, ahora en serio; claro que el título puede tener doble sentido, de hecho muchas veces busco ese efecto en las palabras. Pero no creo que sea el caso; yo sí creo que existen los ángeles. No necesariamente tienen que ser esos seres alados de luz como los representa la iconografía religiosa, son aquellas personas que en un momento dado de tu vida te salvan de una desgracia o te ayudan a llevarla mejor, de eso tengo mucha experiencia en mi familia. No siempre son ángeles conocidos, como pudieran ser un familiar, con compañero de trabajo o una hermanita de la Caridad; en ocasiones, personas totalmente desconocidas han actuado consciente o inconscientemente en algún trance espinoso de tu vida, y como resultado has sentido un beneficio. De eso trata mi novela, ahí lo dejo. Quien tenga ojos para leer, que lea.
Animo a los lectores a leer esta novela y a dejarse llevar en su historia,
agradecer a Andrés Macías las respuestas a las preguntas con tal
acierto a los que estamos ávidos de saber siempre.
Si quieren seguir a este autor lo encontraran en su perfil @nuestrosangelesdesconocidos (Instagram) Enfermero en submarinos, buques de superficie, Ejército del Aire..
Una entrevista por Amara Martín Vázquez @laflordehielo.