En el final de los días. Diciembre 2019.

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Isabel Sobrino Vaz. Policía nacional. Licenciada en psicología. Máster en psicología general sanitaria. Especialista en emergencias psicológicas.

En el final de los días. Diciembre 2019.

Llegamos a diciembre, se cierra el año y fin de ciclo, pero nada ha cambiado en ciertos temas. Comencé el año escribiendo sobre el suicidio en las fuerzas y cuerpos de seguridad en mi artículo “Impacto, vísceras e inteligencia”, un tema sensible y que genera sufrimiento, y durante todo un año lo único que he encontrado por solución ha sido pasividad, abandono y en el mejor de los casos, debates estériles. La urgencia que yo reclamaba para desarrollar e implantar un protocolo de intervención y prevención de la conducta suicida ha quedado en un mero borrador.

Si hay algo con lo que no comulgo es con la politización y rentabilización de las víctimas, en este caso, con los suicidas. He llegado a escuchar en diferentes medios de comunicación y tertulias de serie B, haciéndolo extensivo a todos los suicidios de varones, que detrás del suicidio de un hombre hay una mujer instigadora, como por ejemplo, el reciente suicidio en Valladolid del fiscal de menores y el tratamiento que se le ha dado en prensa, el cual pierde toda credibilidad ante la comunidad científica, y sitúa al hombre como una víctima pasiva de los avatares de la vida, y a la mujer como un ser malvado que confabula para el suicidio de su pareja; pero la manipulación de datos no es un vector de dirección única, ya que, a la inversa, podemos encontrar datos sesgados en la “Guía de práctica clínica de prevención y tratamiento de la conducta suicida, 2012” elaborada por diferentes profesionales del sistema nacional de salud, afirmando con rotundidad que en el ámbito policial las mujeres presentan mayores tasas de suicidios que los varones policías (página 236), dato que carece de toda validez en el ámbito policial español, y que diferentes asociaciones, como Zero suicidio policial o Ángeles de Azul y Verde, que elaboran rigurosas estadísticas al respecto, los desmienten.

 Este discurso empobrece el avance en investigación y entorpece la propuesta de soluciones al problema, además de crear un ambiente tóxico que divide a la sociedad en diferentes bloques, no sólo políticos, también de género. Todo ser humano, por estadística, está sometido a diferentes estresores vitales, pero no todo ser humano reacciona igual a esos estresores (Zeidner y Saklofske, 1996). Aunque las mujeres presentan tasas superiores de ideación suicida e intentos de suicidio (Schmidtke et al., 1996), la tasa de suicidios consumados en todo el mundo excepto en China, es más elevada en varones (Zhang et al., 2010). Estudiemos porqué y démosle una respuesta útil y una solución eficaz al problema en beneficio de los perjudicados, considerando a ciertas poblaciones (fuerzas y cuerpos de seguridad) como grupo de riesgo, y al factor “sexo” como un factor más, predisponente o de riesgo en el caso de los varones y protector en el caso de las mujeres. El rigor es imprescindible para el cambio, la manipulación de datos lo entorpece.

En el borrador del Plan de promoción de la salud mental y prevención de la conducta suicida, elaborado a instancia de la Dirección General de la Policía, se habla de tres tipos de intervención para la prevención de la conducta suicida en el ámbito policial:

  • La prevención primaria, de amplio espectro, dirigida a todo el colectivo policial, con intención de crear conciencia sobre el problema y normalizarlo.
  • La prevención secundaria, diagnóstica y orientada a determinar el estado de salud mental de policías que presenten indicadores de riesgo suicida.
  • La prevención terciaria, específica, dirigida a policías que presentan riesgo suicida real y a policías en cuyo entorno laboral hubiere ocurrido un suicidio, en aras de la prevención de victimización secundaria así como prevención de trastornos de salud mental.

De acuerdo con las directrices de la Comisión Europea en su Guía para la aplicación de un enfoque integral, promover la salud mental en el puesto de trabajo (2014), en una policía para el siglo XXI consideramos que todo se resume en una máxima, y es que cuanto mayor sea la inversión en trabajar la prevención primaria, menor será la inversión en prevención secundaria y terciaria, necesarias, pero que en la mayoría de ocasiones llegan tarde porque el suicidio ya está consumado. El ahorro en tiempo y dinero, y lo que es más importante, en costes humanos, sería exponencial a la inversión en prevención. Los beneficios obtenidos generan ganancias para la organización en términos de eficiencia, productividad, eficacia y promoción de los trabajadores de valor, y mejoras en lo relativo al absentismo, porque la prevención en salud mental, al centrarse en el absentismo relacionado con problemas psicológicos conlleva reducciones significativas del número total de días perdidos.

En la Guardia Civil se hace referencia a que hay un plan efectivo de prevención de conductas suicidas (Pedro Algaba, Jefe del Servicio de Psicología de la Guardia Civil), pero los datos no lo avalan, ya que cada 26 días se suicida un guardia (AUGC), y en su protocolo todavía se sigue manteniendo que la tasa de suicidios es más elevada que en la población en general por la disponibilidad del arma. En una policía para el siglo XXI consideramos que el arma forma parte de nuestro trabajo, siendo un factor de riesgo más que ha quedado sobradamente analizado en diferentes estudios de revisión (Anglemyer, Horvath y Rutherford, 2014), donde se estima que el riesgo de suicidio asociado al hecho de poseer armas de fuego se incrementa significativamente. El arma es causa agregada a la condición de guardia o policía, lo que implica que es un riesgo laboral intrínseco a esta profesión.

La tendencia actual en diferentes organizaciones, entre ellas la guardia civil, al considerar la conducta suicida, consiste en evaluar el número de factores de riesgo. En una policía para el siglo XXI, queremos ir un poco más allá y proponemos como guía teórica el modelo de Mann y colaboradores (1999 y 2003), un modelo de diátesis-estrés más amplio, útil para comprender dimensiones relacionadas: la dimensión de las características de la persona (genética, abuso de sustancias, personalidad o impulsividad) y la de los desencadenantes (enfermedad psiquiátrica aguda o acontecimientos vitales adversos). La combinación de ambas dimensiones es más importarte para determinar el riesgo de conducta suicida que la mera acumulación de factores de riesgo.

Sintetizando, estamos ante un colectivo de riesgo, con presencia de armas, riesgo por desencadenantes concretos (aislamiento social, desarraigo) y características personales predisponentes  (colectivo integrado mayoritariamente por varones) pero seguimos sin protocolo de actuación. ¿Cuántos suicidios más son necesarios para que se produzca el cambio?

Pregunté a los clásicos por mi tendencia suicida, me miraron sonriendo, las excusas siempre son las mismas.

(En el final de los días, Loquillo).

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Referencias:

Anglemyer, Horvath y Rutherford, (2014): The Accessibility of Firearms and Risk for Suicide and Homicide Victimization Among Household Members.

Mann, J. J. (2003): “Neurobiology of suicidal behaviour”, Nat Rev Neurosci, 4(10): 819-28.

Mann, J. J.; Waternaux, C.; Haas, G. L. et al. (1999): “Toward a clinical model of suicidal behavior in psychiatric patients”, Am J Psychiatry, 156(2): 181-9.

Schmidtke, A.; Bille-Brahe, U.; DeLeo, D. et al. (1996): “Attempted suicide in Europe: rates, trends and sociodemographic characteristics of suicide attempters during the period 1989-1992. Results of the WHO/EURO Multicentre Study on Parasuicide”, Acta Psychiatr Scand, 93(5): 327-38.

Zeidner, M. y. Saklofske, D. (1996). Adaptive and maladaptive coping. En: M. Zeidner y N.E. Endler (Eds), Handbook of coping: theory, research, applications. Nueva York: Wiley.

Zhang, J.; Xiao, S.; Zhou, L. (2010): “Mental Disorders and Suicide Among Young Rural Chinese: A Case-Control Psychological Autopsy Study”, Am J Psychiatry, 167(7): 731-3.

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