El Papa, los Cardenales y el genio Sánchez

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Manuel Avilés*

Veréis cómo al final, entre el De Manuel,  llamándome facha y el amor de mi vida  imitándolo con vocablos más dulces y pretendidamente cariñosos, van a conseguir que me haga sanchista.

Hoy veinticinco de abril, dos días después del día del libro  – que no sé para qué se celebra-  cuando se venden poquísimos libros y, salvo muchos clubes de lectura que se salvan por las mujeres, los que leen son contados. Entiendo que esto del día es marketing. No sabe mucha gente que leyendo conectas bien las neuronas, engrasas las conexiones nerviosas, blindas al cabrón alemán  – creo que se llama Alzheimer-, ese que te lleva a un abismo en que ni conoces a los tuyos, ni sabes cómo te llamas. Te alegra la vida sin necesidad de vis a vis y te hace vivir mil  historias que te habrías perdido de no sentarte en tu orejero, después de hacer ejercicio, que no hay que descuidar ningún aspecto, de no sentarte en tu orejero, digo, y sumergirte en la historia que el libro, que tienes entre manos, te ofrezca. Ya lo decía Cervantes, el día veintidós de abril fue el aniversario de su nacimiento, que quien lee mucho, vive mucho.

Me voy a tirar un farol, porque estoy de un humilde últimamente que me doy hasta miedo y no sé si realmente el alemán cabrón, ese que nos roba hasta la identidad, me está afectando. A principios de los años ochenta, Umberto Eco, un italiano universal, escribió “El nombre de la rosa”. Mi cuñado y yo, pobres como las ratas, aunque él trabajó cogiendo tomates en Muchamiel para llegar a ser doctor en medicina y yo trabajé en muchos sitios para no llegar a ser nada, se compró “El nombre de la rosa” rápidamente. Él es un tipo muy cultivado. Tropezó en la primera página con un latinajo que no entendía y acudí a socorrerlo. Todavía me acuerdo de la frase: “In ómnibus réquiem quaesivit. Et nusquam invenit nisi in angulo cum libro”. Juro que no lo estoy copiando y es posible que se me haya colado algún gazapo.  En todas las cosas he buscado el descanso – réquiem, como el Papa anda ahora expuesto en el Vaticano- y nunca lo he encontrado salvo en un rincón con un libro”. ¿Cómo se les ha quedado el cuerpo?  Pues eso, latín de cuando en este país se estudiaba y los planes de estudio hacían hincar los codos y no andar mariconeando con las maquinitas, los móviles, las nubes y la inteligencia artificial.

Intentaré ir por orden. Avisé, que los viejos  – mi caso- ya hemos pasado por seis o siete Papas, desde Pio XII  – cuidado con él que bailaba agarrado con los nazis-, a Juan XXIII  – al que llamaban el Papa Bueno y lo hicieron santo escopetado- y desde Pablo VI – el que las tuvo con Franco cuando los últimos fusilamientos- hasta este último, que el hombre tiene tantos forofos como detractores: unos dicen que era peronista, otros comunista y hasta una lectora me ha escrito diciendo que fue colaborador de la Junta Militar argentina. Una vez muerto, eso ya no vale porque no se puede defender y el que esté libre de pecado que tire la primera piedra. El corrosivo Cela fue censor durante el franquismo, he visto políticos que han pasado de derechas a izquierdas a la velocidad de la luz y viceversa, otros que votaban en contra del matrimonio homosexual y perdían más aceite que la moto de Paco Clavel y además les iban los niños  – y no me hagan hablar más de la cuenta-. Otros que clamaban contra la corrupción y la prostitución y  – presuntamente buscaban novias en los catálogos de los putiferios y las enchufaban en empresas públicas – presuntamente –  empresas por las que no asomaban ni a cobrar porque se lo ingresaban en la cuenta sin aparecer. He visto gente, fardando de luchadores antifranquistas, que si les quitas la camisa, se le notan todavía los correajes, no de cuando eran chusqueros, sino de cuando eran falangistas. Al loro. Aquí, quien más quien menos, tiene uno o dos muertos en el armario.

El Papa se ha muerto, ya ni pincha ni corta. Es como cuando te cesan, lo peor del mundo es ser ex algo, porque cuando eres ex, eres menos que nada. No puedes ni asomar por el sitio  porque todo el mundo te mira por encima del hombro y desean que salgas de allí mientras piensan: ¿Qué cojones hará este aquí?

El Papa ya no está y aunque ha ocupado la televisión una semana, que ni de Koldo ha dicho nada, solo he oído algo que no fuera Papa, relativo  y muy breve, a la plaza del hermano de Sánchez con el asunto de la música en Badajoz.

El pobre Papa pidió que no lo embalsamaran. No sé cómo habrá aguantado la semana que lleva expuesto al público. Litros han tenido que gastar del friegasuelos perfumado que yo uso para que sea soportable el ambiente porque cuando yo estudiaba criminología, los forenses dejaban claro que la corrupción del muerto empieza en el minuto cero.

Ahora es el momento de los cardenales. Los veo en la televisión. Dando faldonazos  arriba y abajo, a ver a quien eligen. Ya andan desatados los contubernios, ya suenan los papables, ya se organizan los grupos opuestos de conservadores y progresistas. Pura política, aunque se empeñen en decir que es el espíritu santo. Ese es un síndrome político también que yo llevo describiendo treinta años, los mismos que llevo escribiendo: un político  – un cardenal o un obispo lo son- analfabeto de cojones, lo nombras algo y ya se cree que sabe. Y mete las patas hasta la garganta. En las memorias que me aconsejan Eslava  Galán y Carmen Posadas, doy unos cuantos ejemplos y no las voy a adelantar ahora.

Día veinticinco, San Marcos, en mi pueblo se va la gente al campo como en Alicante el día de la santa Faz. Yo ya he cobrado. Otro mes que no tengo queja. Además Muface ha cerrado el trato con mi seguro médico, ese que intenta ahorrarse lo que puede y que me pide que yo pida autorización para sacarme sangre porque me sobran glóbulos rojos. Yo creo que piensan que le he cogido gusto a jeringuilla. A mi edad y en mi situación cochambrosa. #mecagoentoloquesemenea

Sánchez es un lince de cojones. Reconozcamoslo. Listo y osado. Le dice el de la OTAN que suba hasta el dos por ciento y lo sube sin preguntarle ni al obispo castrense. Le tiene que comprar balas a los israelíes y se las compra y todos se tiran al pescuezo de Marlaska y él le dice: “Marlas, tu tranquilo, que no te vas”. Se cabrean los de Sumar, los podemitas o los bildus y les enseña dos cartillas del paro, que estos no saben lo que es estudiar una oposición, y les dice: si me echáis a la calle, vosotros vais conmigo y vais a pasar más hambre que un caracol en un espejo. Y todos suaves y aborregados.

Sánchez está blindado por los abuelos, que somos diez millones, y nos la suda la amnistía a los puigdemones, el principio de igualdad, la carga de la prueba,  los maestros de música en Badajoz o si pone regaton el coletas en su taberna. Nosotros queremos cobrar el día veinticinco y que el inserso nos haga viajes aunque sea  al valle de ricote. Eso sí, que las comidas sean con vino y que las abuelas le peguen al codo a ver si se les sueltan las inhibiciones, quitándome a mí, que me he convertido en asexual, como una amiga mía que me enseño qué es eso y lo tranquilo que se vive prescindiendo de la urgencia del orgasmo. Es muy fácil decirlo, pero cuando el amor de tu vida te pone los cuernos con su marido  y tú no ves el modo de acabar con él sin que se note y además los Smith and Wesson están imposibles de adquirir, eso es una frustración que no hay psiquiatra que le enderece.

Cumple años, Sasha, una belleza inhabitual para la edad que alcanza, aun superada la urgencia del orgasmo me apetece irme con ella al viaje del inserso que me toque, aunque sea a recorrer el románico catalán. Hacer eso que llaman la cucharita en una cama de uno cinco tiene que ser un viaje al paraíso. Fijo. Así me vengo del que me está dejando la frente como si perteneciera  a la ganadería de Victorino.

Manuel Avilés, escritor y director de prisiones jubilado, columnista h50

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