
¿Es el Camino de Santiago una solución? Leopoldo Bernabeu
Llega el mes de agosto, por fin, y sin darnos cuenta nos encontramos con un dilema. Lo que hasta hace unos dias eran sueños que se peleaban por abrirse hueco entre nuestras ilusiones, se tornan en dilema. Hemos trabajado todo un año, dando muchas pedaladas a la rueda del ratón durante otro interminable ciclo, y nos merecemos más que nadie desconectar. Hasta ahí, todos de acuerdo.
¿Pero adónde vamos?, esa es la pregunta que debemos resolver con celeridad, que se note nuestra personalidad. Hemos soñado con varios destinos y en todos nos hemos visto disfrutando de lo lindo. Los sueños nunca fallan, son como la lectura de un buen libro, el viaje más económico que existe y el que menos valoramos. Por ahí se explican muchas cosas de las que le pasan a nuestra España herida y querida.
Queremos hacer muchas cosas en poco tiempo y con menos presupuesto que otros años, todo está por las nubes y no es plan de engrosar todavía más la brutal estadística de suicidas que viajan con crédito al consumo. Récord que no veíamos en nuestro país desde hace dos décadas. Un serio aviso.
Seguimos siendo mortales, del montón, y no planificar bien, puede ser el peor error antes de iniciar el merecido climax. La lucha de muchos meses por decidir entre playa o interior, entre tumbona y cerveza o aire fresco y senderismo, nos posiciona frente a la dura realidad diaria. Decidir dónde pasar las vacaciones es tan complejo como enfrentar la rutina de cada jornada. No nos lo merecemos. Hay que actuar con prontitud. Que nadie note nuestras dudas, eso sólo le pasa a los demás.
El Camino de Santiago es otra posibilidad. No la identificamos como las vacaciones idílicas, pero pueden terminar siendo la puerta de entrada a una nueva forma de entender tu futuro. Está siendo mi elección este verano junto a la mitad de peregrinos que lo hacían hasta hoy cada año. Lo dicen los responsables de todos los albergues. Nadie se explica el porqué, pero hay menos de la mitad. Se acabó eso de mejorar el récor anterior. No es el único aviso que nos llega. Menos para el gobierno, la economía no parece ir como un cohete para nadie. Cuando veas las barbas de tu vecino mesar, pon las tuyas a remojar. El refranero nos advierte de casi todo.
No es que me alegre, pero la aventura de no reservar nada, al contrario de los peregrinos de las nuevas tecnologías, se hace mucho más liviana cuando ves que hay sitio en cualquier lugar al que llegas… con la lengua fuera. No soy de hacer pocos kilómetros, pero esa es otra historia. Cientos de guías con los destinos marcados, no me sirven ni me condicionan. He venido para encontrarme y contarlo. No quiero prejuicios ni ataduras. Pocos consejos podría dar entonces.
Casi 800 kilómetros separan Saint Jean Pie du Port de la catedral de Santiago de Compostela. Todos lo sabemos. He visto, oído y leído sobre esta ruta, que cambia la perspectiva de quienes la hacen, tanto como tú. He escrito mucho sobre ella y he entrevistado a verdaderos héroes del Camino. Pero me negaba hacerlo por partes, como casi todos, convirtiendo los últimos100 kilómetros en un show más que en un encuentro. O lo hago entero o ya llegará. Y el momento ha llegado.
El que la lleva, la entiende y cada uno somos un mundo, pero algo nos une. Sólo se vive una vez y no es bueno llegar a esa edad en la que cuesta mirar hacia atrás con sensación de fracaso. ¿Estamos a tiempo?. El Camino es, quizás, esa solución para encontrarnos y valorar lo espiritual por encima de lo material. Nos vamos con la mismo que vinimos, y lo que vale la pena es lo que en nuestras retinas acumulamos. Saber que dejas de estar resguardado por tus fortalezas cotidianas, para enfrentarte a las dudas y la incertidumbre, convirtiéndote en un anónimo más, además de un maravilloso miedo, ofrece otras perspectivas vitales. Escuchar, opinar, aprender, compartir, sufrir, verte sólo, rezar, llorar. Es un cúmulo de sensaciones de tal magnitud que, aunque sólo este sea el premio, vale la pena.
Salí hace unos días de Francia abrazado a todos los misterios posibles. La primera etapa, la más dura de la ruta con diferencia, marca mucho. En tres días y sin salir de Navarra, he pasado de caminar sin ver nada bajo la niebla y el agua, a caminar medio desnudo bajo ese sol al que no hay que temer porque aporta energía y fuerza. Me han sorprendido en todos lados. Viajar es conocer. La gente del Camino tiene mis mismos miedos y mis mismas ilusiones. Los albergues, llenos de amables hospitaleros, lo saben. Nos reciben con las puertas abiertas. No les falles.
Espero seguir contándote esta aventura en próximos capítulos. Si necesitas salir de ese mundo que no te llena, ofrécete la oportunidad de conocerte. El Camino de Santiago es el tiempo necesario para que la magia haga su efecto.











