
Cada 12 de octubre, España se engalana para conmemorar el Día de la Hispanidad, una jornada que celebra la unidad nacional, la cultura compartida y la labor de quienes protegen y sirven al Estado. Desfilan las Fuerzas Armadas, ondean las banderas, y se rinde homenaje a los cuerpos policiales. Pero en medio de esta pompa institucional, surge una pregunta incómoda: ¿tienen algo que celebrar los agentes de la Policía Nacional y la Guardia Civil?
Artículo 14: ¿Igualdad ante la ley?
La Constitución Española proclama en su Artículo 14 que “los españoles son iguales ante la ley”. Pero en la práctica, esta igualdad se desdibuja cuando se compara el trato que reciben los cuerpos policiales estatales frente a sus homólogos autonómicos. ¿Cómo puede hablarse de igualdad cuando un mosso d’esquadra o un ertzaina cobra hasta 600 euros más al mes que un guardia civil o un policía nacional por realizar funciones similares, en condiciones similares, y con riesgos similares?
La equiparación salarial sigue siendo una promesa incumplida. Años de reivindicaciones, manifestaciones y mesas de negociación han terminado en parches presupuestarios, pero no en justicia estructural. La desigualdad no es solo económica: es institucional.
¿Profesión de riesgo? Solo para algunos
Otro agravio flagrante es el reconocimiento de la “profesión de riesgo”. Mientras que los cuerpos autonómicos disfrutan de este estatus —que les permite jubilarse antes y con mejores condiciones— los agentes de la Policía Nacional y la Guardia Civil siguen sin ser reconocidos como tales. ¿No enfrentan los mismos peligros? ¿No patrullan las mismas calles, intervienen en los mismos conflictos, y se exponen a las mismas amenazas?
La falta de este reconocimiento implica que los agentes estatales deben trabajar más años, con menor protección social, y con una sensación creciente de abandono por parte del Estado al que sirven.
La injusticia no termina en los cuerpos estatales más visibles. Los agentes de Vigilancia Aduanera, dependientes de la Agencia Tributaria, también sufren una marginación silenciosa. A pesar de desempeñar funciones de alto riesgo en la lucha contra el narcotráfico, el contrabando y el crimen organizado, no cuentan con un sueldo digno ni con el reconocimiento como profesión de riesgo. Su labor, esencial para la seguridad económica y fronteriza del país, sigue sin traducirse en derechos laborales equiparables a los de otros cuerpos policiales. Otra brecha más que desmiente la igualdad que proclama nuestra Constitución.
Desfile sí, justicia no
El desfile del 12 de octubre es una postal perfecta para la televisión: uniformes impecables, pasos firmes, y aplausos institucionales. Pero detrás de esa imagen hay miles de agentes que sienten que su esfuerzo no se traduce en derechos. Que su vocación no se premia con justicia. Que su compromiso con España no se ve reflejado en su nómina ni en su jubilación.
Celebrar la Hispanidad sin abordar estas desigualdades es perpetuar una ficción. Es rendir homenaje a unos cuerpos mientras se ignora la precariedad de otros. Es ondear la bandera mientras se esconde la brecha salarial bajo la alfombra institucional.
Por una Hispanidad con justicia policial
Si el Día de la Hispanidad quiere ser realmente un símbolo de unidad, debe empezar por reconocer y corregir las desigualdades entre quienes la protegen. La equiparación salarial, el reconocimiento como profesión de riesgo, y la jubilación digna no son privilegios: son derechos. Y ningún agente debería tener que mendigarlos.
Porque no todos los policías son iguales ante la ley. Y eso, en pleno siglo XXI, es una herida abierta en el corazón del Estado.










