Cuando gobiernan las fuerzas del caos

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Volvemos a hablar del caos en un artículo dirigido a los agentes del orden porque si el orden tiene a sus agentes y a sus fuerzas, el caos tiene a las suyas, a menudo llegan a gobernar y ponen a los agentes del orden (policías y militares) al servicio de su causa sin que lo sepan.

Esta semana hemos publicado un artículo explicando de qué manera los gobiernos dirigen la política a través de la gestión del caos, especialmente cuando no son capaces de hacerlo a través de la gestión del orden, cuando son débiles o cuando aplican una agenda extranjera. Hay muchos ejemplos y el caso Español es uno más, comentábamos que todo comienza con un proceso de degradación continua para la que hay que ejercer deliberadamente la omisión de ciertas responsabilidades.

El escenario de caos aparece tras una secuencia de cinco etapas: (1) La degradación del orden explicada como un fenómeno continuo, de acuerdo con la teoría de las ventanas rotas del Dr. Zimbardo, (2) el efecto Lucifer, del mismo autor, teoría según la cual se extienden los bajos estándares de moralidad y aumentan las interacciones competitivas, (3) la aparición de zonas de confort criminal, donde los criminales “juegan en casa”, (4) las zonas no-go en las que se consolida un ecosistema paralelo con normas propias, algo como una sociedad dentro de la sociedad. Y (5) los escenarios de caos sistémico como resultado de que las zonas no-go se extienden más allá de sus fronteras, llegando incluso a influir en funcionarios.

Lo anterior se consigue a través de una serie de acciones políticas: (1) controlar el crimen y mantener un equilibrio entre el crimen y la ley, no combatirlo, (2) improvisar operaciones policiales, a menudo macro-operaciones en vez de seguir planes estructurados, (3) usar la propaganda para promover una versión blanqueada de la realidad y enviar el mensaje opuesto a lo que está pasando, como decirle a las mujeres que están seguras cuando las violaciones han aumentado un 30%, (4) cancelar el liderazgo, al retirar de su puesto a los agentes del orden proactivos que asumen responsabilidades, y (5) cancelar la autoridad mediante leyes, por ejemplo no otorgándole condición de agente de la autoridad a los agentes de prisiones o reduciendo la autoridad de la Policía.

Una vez el escenario de caos está consolidado la agenda se acelera, pues a menudo no son teorías de la conspiración, son proyectos.

Para ejercer el poder político en escenarios de caos, la desinformación será herramienta necesaria, especialmente a través de la propaganda institucional, que opera de manera continua, solapando unos mensajes con otros, tapando una mentira con otra mentira, y un escándalo con otro escándalo más grande hasta formar un gran ruido que no permite distinguir la opinión de la información ni la verdad de la mentira. Se producirá un desbordamiento de la capacidad para procesar toda esa información por la audiencia, que abandona la atención sobre la información, y acepta el caos como una nueva realidad.

En tal momento pueden ocurrir dos cosas: aceptar como válida toda la información oficial y ser un “buen ciudadano” feliz e ignorante, o buscar hechos y contrastar a tiempo completo todo lo que comunican los dueños de la propaganda, lo que produce un gran desgaste y además resulta frustrante por el hecho de ser acusado continuamente de “conspiracionista” o atacado por “inadaptado”, cuando no insultado con otros apelativos. A los que pensamos de forma divergente y usamos el pensamiento crítico nos han llamado “rojo” o “fascista” alguna vez, recientemente “negacionista” o “antivacunas” y ahora si cuestionas la versión oficial sobre la guerra de Ucrania, eres un “prorruso” o un “hijo de Putin”.

Por tener pensamiento crítico eras el conflictivo de la escuela y acababas suspendiendo o castigado, hoy en día a la autoridad sigue sin gustarle que la cuestionen y un agente del orden (un policía o un militar), lo normal es que coleccione expedientes disciplinarios e investigaciones reservadas, nunca medallas, estas son para los “elegidos”. Veamos como opera todo esto en el siguiente gráfico:

Las tácticas de propaganda más frecuentes son (1) la desviación para orientar el foco de atención, (2) la justificación para atribuir una causa legítima que dé lugar a una nueva acción que ya estaba planificada, ejemplo de esto podrían ser un atentado/ataque de falsa bandera o una alta tasa delictiva que se ha dejado escalar para luego vender 50 casos resueltos con una macroperación y (3) la proyección de culpa o el blanqueamiento que es su recurso opuesto. Para ello se añadirán apellidos diferentes a dos hechos iguales en función de su autor, de modo que un ataque de Rusia sobre objetivos ucranianos será un “ataque brutal”, mientras que un ataque ucraniano sobre un objetivo ruso equivalente será “quirúrgico” o “heroico”. En Rusia la televisión dirá lo opuesto a su audiencia, etiquetando como “quirúrgica” o “heroica” la acción rusa y como” terrorista” o “nazi” la acción ucraniana.

La ciencia política nos enseña que en todo caso el orden y el caos son herramientas que se usan a conveniencia porque los gobiernos no se deben a la verdad y carecen de moralidad, se deben a su agenda.

En un estado final la violencia en las calles acapara el foco mediático para cumplir con nuevas estrategias de propaganda como ha ocurrido en España últimamente:

  • Desviación. Hablando sobre bandas “juveniles” se desvía la atención sobre el Covid y su gestión fraudulenta denunciada en el Congreso y cancelada por YouTube y las redes sociales, no se habla de las manifestaciones de camioneros contra el green-pass iniciada en Canadá, y continuada en Europa por nuevos motivos. El green-pass ya es historia.
  • Desviación. Se amordaza la opinión negativa sobre la corrupción institucional, y se sigue con el saqueo de las arcas del estado, gastando millones en nueva propaganda feminista.
  • Desviación. Se canceló la atención sobre las elecciones autonómicas a Castilla y León, creando niebla para reducir la visibilidad de la oposición. Hicieron lo mismo con las elecciones a la Comunidad de Madrid (con las balas en sobres) y algo parecido harán durante la campaña electoral de las Andaluzas.
  • Desviación. Sin policías para perseguir las drogas o el blanqueo de capitales, el crimen organizado campa a sus anchas y es rentable para sus organizadores mientras se atiende a problemas más inmediatos. Pero ¿quién controla el crimen?
  • Justificación. Macroperaciones policiales permiten macrogastos, más propaganda y recompensas para los “trileros” de las estadísticas. Nuevas medallas pensionadas, dietas internacionales y nuevos despachos para enchufar a “cuñados”.
  • Proyección de culpa. El Gobierno niega su responsabilidad a toda costa, pero vende la solución, la culpa es de la oposición. Si se critica al Gobierno, dirán que se está criticando a la Policía o a los sanitarios enfrentando a esos colectivos contra la oposición. En este momento la culpa de todo es de Putin y antes era de Franco, por el camino ha sido del Covid o del heteropatriarcado.

En un escenario de caos inducido se ejercerá el control social con ayuda de las “rameras mediáticas” dividiendo a la población en dos clases de ciudadanos: los disidentes y los dependientes, ambos controlados por un aparato de propaganda como explica la ilustración anterior.

“Los que mandan parecen grandes cuando se los contempla de rodillas” (César Vidal) y para levantarse hay que comenzar por conocerlos. De esta necesidad surge el libro Entre el orden y el caos, hacia un reglamento europeo de uso de la fuerza. Una obra escrita para entender por qué regular el uso de la fuerza policial y militar, es el modo en que las fuerzas del orden pueden reducir su margen de actuación a las fuerzas del caos.

El borrador del reglamento fue enviado a trámite en el Ministerio de Interior, Defensa y la oficina del Parlamento y la Comisión Europea como iniciativa ciudadana.

Juan Pablo de Anca Cuesta

Subinspector de Policía

Fundador de Una Policía para el Siglo XXI

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