Corderos al matadero

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Hablemos de política y de cómo afecta al trabajo policial. Poner muertos sobre la mesa ha sido siempre una táctica de negociación política en tiempo de conflicto. El victimismo da réditos a la hora de negociar y es el precedente a la consecuente toma de decisiones categóricas, decisiones que sin muertos sobre la mesa no podría tomar un Gobierno sin ser tachado de autoritario. Tener muertos propios (o presos) permite “vender” compromiso con una causa porque se han hecho “sacrificios”, acusar de fascista, antidemocrático, autoritario o incluso de asesino al contrario y reclamar una contrapartida, como su amnistía, la legalización del brazo político de una banda de pistoleros, subvenciones a las asociaciones afines o la colocación de familiares. Un sacrificio también permite blanquear el terrorismo insurgente y que parezca una protesta, esto no es propio solamente del terrorismo islamista, también ocurre en la insurgencia separatista catalana y ocurría con ETA, tanto por parte de la banda como por parte del Estado.

Los CDR lo saben. El pasado 17 de octubre nació un mesías entre ellos, uno fue agredido tras exponerse en solitario a un grupo de manifestantes de ultraderecha, el CDR sabía que si se exponía en solitario con estética CDR, no dudarían acudir en manada a darle una paliza. La paliza podría ser grabada y usada como herramienta de propaganda. El agredido tardó poco tiempo en publicar otro vídeo con su cara ensangrentada emitiendo el discurso propio de un inocente “joven de las sonrisas” rodeado por “gente de paz”, que envuelto en lágrimas ante su desdicha, pretendía estimular la compasión de la audiencia mientras declaraba que España era un país antidemocrático que le había agredido. Parece que su martirio estaba tan previsto como el comunicado que aumentaría la visibilidad de los jóvenes “de las sonrisas” en las redes sociales. Un solo vídeo les permitiría transformar a los jóvenes de las capuchas en los jóvenes de las sonrisas y al Gobierno de España en culpable de la “violencia sobre todos los catalanes.”

La ambigüedad deliberada del “prusés”: si funciona, ganamos; si no, nos quedamos sin culpa, somos inmunes. Permitiría sostener la culpa sobre el Gobierno de España en este caso, si hay mensajes políticos que hacen daño, son estos y la insurgencia lo sabe, de hecho, esta clase de tácticas en inteligencia se llaman “psyops” u operaciones psicológicas. Consisten en “persuadir, provocar el cambio e influir en el adversario y en la opinión pública”, para ello no dudan en invocar a cualquiera de los principios de la persuasión de Cialdini. Forman parte de un espectro muy grande de operaciones que incluyen a la propaganda y se conocen como ingeniería social.

Poner muertos sobre la mesa es la tormenta perfecta del manual de negociación de cualquier psicópata, permite demostrar compromiso y coherencia (1); justificar decisiones de emergencia (2) amparadas en una causa mayor o consenso (3) como es el bien común, la democracia, la libertad o los derechos humanos, conceptos ambiguos que todo lo soportan. Hacer sacrificios permite invocar a la autoridad (4) para tomar decisiones categóricas sin parecer autoritario, permite aplicar el principio de reciprocidad (5) para justificar una agresión que parezca legítima defensa y no recibir respuesta, porque además ser víctima también permite generar empatía (6). Estamos ante seis vulnerabilidades que explota el victimismo y que forman parte de los fundamentos de la persuasión de Cialdini.

El dicho de que “dos no pelean si uno no quiere” es falso contra los insurgentes, porque si uno es agredido y no se defiende, entonces no hay pelea, hay agresión como ocurriría si los policías de la UIP no dieran “omega 3 a los radicales libres”. Tampoco está justificada la agresión solo por exponerse a la amenaza, la mera exposición ante la amenaza no es provocación como a menudo interpretan los insurgentes en su afán de construir la retórica de la agresión española y el victimismo separatista.

La táctica de los potenciales socios de Sánchez es conocida desde hace años, ya no engañan a nadie; este es el juego que saben que han de seguir los oficinistas de Marlaska dirigiendo a las UIP desde los despachos, cuando les dicen que no usen los medios para defenderse, que avancen y aumenten su exposición o que retrocedan aunque sea contrario a la táctica que han entrenado, que aguanten las agresiones, que se queden aislados aunque los estén masacrando o que no den apoyo a sus compañeros en peligro. Los burócratas necesitan sacrificios.

Sánchez no ha tenido todavía su víctima para ajustarse a los principios de Cialdini y decretar el estado de alarma del artículo 116 de la Constitución, su Gobierno se limita a insistir al Gobierno de la Generalitat que condene la violencia, pero sigue necesitando su muerto sobre la mesa para erigirse en salva-patrias y aplicar el 116 con un argumento; los oficinistas de Interior saben que las cosas funcionan así y necesitan enviar corderos al matadero para seguir la hoja de ruta de Sánchez; de momento hay un policía en estado crítico que todos deseamos que salga adelante y no es un sacrificio que puedan poner sobre la mesa, pero no queremos más.

Si los oficinistas o su jefe se mantienen en la poltrona o están fuera de ella el día 11:11, será problema de ellos y no de los policías de la UIP que prestan servicio en Barcelona. Para estos siempre será mejor acabar delante de un juez que delante de un cura.

 

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