Carta de un vigilante

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Los vigilantes de seguridad trabajan en muchos servicios de cara al público, si bien, en muchos casos, lo hacen en la más absoluta soledad

En la carta que nos ha hecho llegar un vigilante de seguridad, nos detalla como es el trabajo día a día de un vigilante, donde la soledad es casi siempre su compañera de trabajo

“Buenos días.

Entré como vigilante en Madrid en el año 2002 y si hay algo que ha primado en los puestos de trabajo en los que he desempeñado mi función, ha sido la soledad.

La figura del vigilante de seguridad que todos tenemos en mente, como norma general, es la de una persona uniformada, de pie en la puerta de algún establecimiento.

El vigilante de seguridad presta sus servicios para otras empresas, existiendo en muchas ocasiones un único vigilante. Normalmente desempeñamos el puesto en sitios alejados del resto de trabajadores a la cuales damos seguridad. Esto hace que puedas pasar horas sin hablar ni relacionarte con nadie.

He desempeñado mi trabajo en la puerta de comercios abiertos al público, tales como joyerías, supermercados, bancos, metro, estaciones de autobuses, etc. en turnos, en ocasiones, de hasta 12 horas. Y en otros casos he desempeñado mi trabajo en sitios cerrados al público, como empresas por la noche, obras, recintos privados, o de servicio de retén por si surgiera algo.

En cualquiera de los casos, son puestos donde hay escasa o nula posibilidad de relacionarse con más personas y donde el tiempo parece que no pasa. Largas horas de pie y puntos fijos sin poder moverse son el día a día de muchos vigilantes de seguridad.

En mis años como vigilante en decenas de sitios, pues hasta que conseguí un sitio fijo, me tuvieron dando muchas vueltas. En algunos sitios como en centros comerciales, sí que es cierto que hay un equipo de trabajo, pero al final, cada uno ocupa su lugar y apenas existe el trato entre unos y otros.

Puestos, donde las horas parecen no pasar, algunos tediosos y monótonos, pero donde no se puede bajar la guardia, porque los malos no descansan. Y es que la rutina y la monotonía son nuestros peores enemigos, pues hacen que nos confiemos, porque nunca pasa nada, hasta que pasa.

Otros enemigos de nuestra profesión son el intrusismo laboral, el convenio laboral, la falta de autoridad, la precariedad de recursos y de estabilidad, etcétera, pero eso lo dejo para otra ocasión.

Aunque el trabajo de vigilante es como norma general, un puesto poco agradecido y nada reconocido, somos un sector imprescindible.

Mucha fuerza y ánimo.”

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