Bases cerebrales de la infidelidad: el crimen pasional como extremismo

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A pesar de casos de actualidad, conocidos y no conocidos, es un tema de siempre. En primer lugar, debemos distinguir entre la adicción al sexo que provoca un trastorno obsesivo compulsivo, toc, y requiere terapia y tratamiento, respecto a la infidelidad en si que es fruto del desgaste de la relación de pareja y pérdida de pasión o ambos.

A ambos casos se puede llegar porque se continúa con cierta inercia y por el que dirán recurriendo a juguetes y películas pornográficas para satisfacer el apetito sexual. Pero puede suceder que por azar de la vida, la presencia de una persona le provoque un impulso incontrolable y a nivel cerebral. Se llegaría de esta forma a alcanzara un alto nivel de la dopamina, la hormona del placer, el vigor y la felicidad.

Es una ilusión en una relación muerta, monótona y aburrida. Surge un abrazo o beso espontáneo, un tonteo sin más pero que desea repetirse. Se sueña con la persona pero como objeto de placer, cosificándola. Es una etapa que da paso a la etapa dulce, al nacer sensaciones nuevas que vigorizan.

Si la infidelidad no es pasajera se eleva la oxitocina u hormona del enamoramiento y se empieza a cambiar de forma de pensar y a plantearse romper con relaciones anteriores y emprender una etapa juntos. Surge una nueva fase definida por una palabra clave que es el término “secreto”. Mantener en secreto la relación pero esto afecta al cerebro disminuyendo la pasión. Si es descubierta la relación clandestina surge el arrepentimiento durante un tiempo. Es pasajero porque de nuevo se tenderá a buscar otro rostro y otro cuerpo con el que satisfacerse.

“El” o “la” infiel por naturaleza prioriza el hedonismo o placer olvidándose del compromiso con su relación iniciática. Es el seductor un acomplejado y narcisista que sube su autoestima cuantas más personas seduce. Sin embargo no es nadie, padece una notoria carencia de valores. Así pues, de la infidelidad se pasa en numerosas ocasiones al homicidio o crimen pasional.

Cuando un miembro de la pareja descubre la deslealtad, la infidelidad se frustra. Se desespera y se producen arrebatos emocionales, momentáneos e incontrolables, y surge la tragedia. Este estudio de la conducta lleva a recordar casos donde la nueva pareja establecida planea acabar con la vida de la pareja anterior. Son reacciones de personas obnubiladas con rasgos psicóticos que llevan a la destrucción de toda una vida además de la víctima.

Suele producirse en algunas parejas una dependencia afectiva y un trastorno folie a deux, locura a dos, donde un miembro de la pareja absorbe completamente la mente del otro aprovechándose de la obsesión tiene por su amor y realiza acciones impensables en un estado normal.

No hago distinción de sexos entre hombre y mujer porque ambos son autores de delitos. Tampoco olvido algo que está de plena actualidad en España como hallar en una santería sangre de animales y huesos de cadáveres que se están examinando. Algunos de estos casos tratan de separaciones o amarres fruto de obsesiones.

El amor y el ser humano son libres y la peligrosidad de estos temas es evidente. Igual de evidente es que las relaciones tóxicas de pareja anterior deben romperse porque el desamor e infelicidad crea estados anímicos peligrosos, enfermedades, somatizaciones y uno tiene derecho a ser feliz y no estar encarcelado en la infelicidad. Es algo que sucede y es natural romper lo tóxico, lo que te autodestruye. Hay muchas mujeres con dependencia afectiva que consienten infidelidades humillándose y perdiendo la dignidad afirmando que “siempre vuelve a casa”. Como se observa muchas conductas deben ser analizadas desde el estado mental y reconstruirlo sin miedos, inseguridades, sin dañar al otro ni a ti mismo.

Autora: Pilar Enjamio Furelos | Psicóloga, escritora y colaboradora en medios de comunicación

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